Clara Ponsatí culmina su transición: de consejera de Puigdemont a “brusca” oponente
Compartieron Govern y siguen de compañeros en el Parlamento Europeo, pero la relación se ha roto entre acusaciones cruzadas de deslealtad
El pasado 8 de noviembre, la víspera de que Junts y el PSOE firmaran su acuerdo por la investidura, un enjambre de periodistas hacía guardia en los pasillos del Parlamento Europeo, en Bruselas, esperando captar alguna valoración, ni que fuera un monosílabo o un gesto, de Carles Puigdemont. El expresidente catalán oficiaba como comandante de Junts en la negociación con el PSOE, y se posaba sobre él toda la atención. No todo el mund...
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El pasado 8 de noviembre, la víspera de que Junts y el PSOE firmaran su acuerdo por la investidura, un enjambre de periodistas hacía guardia en los pasillos del Parlamento Europeo, en Bruselas, esperando captar alguna valoración, ni que fuera un monosílabo o un gesto, de Carles Puigdemont. El expresidente catalán oficiaba como comandante de Junts en la negociación con el PSOE, y se posaba sobre él toda la atención. No todo el mundo lo vivía con la misma expectación: “¿Pasa algo hoy por aquí?”, manifestó Clara Ponsatí con retintín, al topar con la muchedumbre de medios. La eurodiputada ocupa un despacho vecino al de Puigdemont y trataba de exhibir un cerrado desinterés por la decisión que tenía entre manos su compañero de escaño y supuesto camarada ideológico. “Que España se espabile y, si no se ponen de acuerdo entre ellos, es su problema, no el nuestro”, ha declarado luego Ponsatí, contraria a que el independentismo catalán apuntale la gobernabilidad de España, ni que sea a cambio de una ley de amnistía. El reproche supone la voladura del último trozo de puente que quedaba entre ella y Puigdemont. “Dentro de Junts per Catalunya hay gente que quiere hacer una política más conciliadora con el Estado español, y hasta ahora esa idea no se había impuesto”, ha recalcado Ponsatí.
En el pasado fueron aliados, pero la complicidad ha mutado en tirria. Ponsatí rechaza el volantazo estratégico que ha dado Puigdemont, remachado con un pacto con los socialistas, y el expresident le reprueba a ella su ingratitud con Junts. El 28 de marzo, Ponsatí fue detenida por los Mossos en el centro de Barcelona. Regresaba a la ciudad tras pasarse cinco años en el extranjero para burlar la acción de la justicia, que la reclamaba por un delito de sedición. La modificación del Código Penal propició que solo pueda ser perseguida por desobediencia, un tipo penal que no acarrea penas de cárcel. Consciente que a lo más que se arriesgaba era a una detención temporal, y no a un ingreso en prisión preventiva, Ponsatí volvió a su ciudad, entre gestos de admiración del independentismo y muestras de solidaridad de varios mandos de Junts, incluido el secretario general del partido, Jordi Turull. El regreso se produjo en plena campaña por las elecciones municipales, cuando Junts se jugaba poder conquistar la alcaldía de Barcelona con Xavier Trias, y Ponsatí apareció en una entrevista en televisión declarando que se inclinaba por la abstención. “Tengo fama de ser muy brusca en mis opiniones”, admite ella.
Ponsatí, 66 años y economista, fue reclutada por la Generalitat en julio de 2017 para pilotar la consejería de Educación en el Govern que presidía Carles Puigdemont. El procés estaba en pleno auge y el papel de la consejera estaba llamado a ser clave el 1-O, toda vez que las escuelas se iban a convertir en colegios electorales durante el referéndum. Ponsatí y Puigdemont conectaron, pese a que su relación política arrancó en una nebulosa. Ella misma ha reconocido que aceptó ser consejera en una llamada telefónica, posterior a una cena “en la que había bebido un poco”.
Apenas contaba con experiencia en la primera línea política, pero tenía tirón entre las bases independentistas. Era secretaria nacional de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y había saltado a la popularidad cuando denunció que el Ministerio de Educación la vetó para acceder a la cátedra Príncipe de Asturias, como profesora visitante en la Universidad de Georgetown, Estados Unidos. Ponsatí divulgó que se trataba de una maniobra de “censura” ante sus opiniones políticas y su caso sirvió de banderín de enganche del independentismo. Esquerra Republicana trató de ficharla, pero recaló en la órbita de Junts. Siempre ha defendido su posición de independiente, y añade que eso le garantiza “libertad de expresión”, pero en declaraciones a RAC1, ella admitía esta semana que su imagen creció ligada a la figura de Puigdemont, sobre todo cuando en 2019 compartieron lista para ganar un escaño en el Parlamento Europeo: “Si nos hubiéramos puesto a hilar fino quién era más cercano al president Puigdemont, probablemente la gente hubiera dicho que lo era más yo que Toni Comín”, afirma Ponsatí, para ilustrar que ella tuvo más apego con el expresident que Comín, mano derecha de Puigdemont en Bélgica.
El distanciamiento fue progresivo, pero rotundo. Ahora afirma haberse dado cuenta de que el 1-O fue un engaño y que detrás de la escenografía que rodeaba la consulta no había nada sólido. En el libro “Molts i ningú” se reivindica, “juraría que la única que quería declarar inmediatamente la independencia, y que creía que aquello [el referéndum] había sido una victoria, era yo”, al tiempo que define a Puigdemont como una “anguila”.
Desde el entorno de Puigdemont se dice querer evitar los choques directos con Ponsatí, pese a que el propio expresident ha manifestado públicamente que si ella es eurodiputada es “gracias a la estrategia” que tanto critica. Se indica que el rebote que muestra la exconsejera responde a intereses que traspasan la decepción personal, una teoría que alimenta la idea de que Ponsatí plantea tomar parte en una, otra, propuesta política independentista. “Soy una voz marginal, de momento”, apunta ella.
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