La lengua no ocultada en ‘Nada’
En la ficción escrita en castellano en Cataluña, se hace difícil deducir la lengua en que se expresan sus pesonajes
Este año leí una novela del escritor Albert Pijuan titulada Tsunami. En castellano la novela se publicó como La gran ola. Me llamó la atención que en la traducción hay tramos del texto con expresiones en catalán. Entendí con ello que la traducción quería recordar al lector que estaba leyendo una novela escrita en catalán traducida al castellano. O para hilar más fino, que la mayoría de los personajes de su trama se relacionaban entre ellos hablando la lengua de Ramon Llull. (Soy de los que defiende que en las traducciones del inglés u otro idioma extranjero a cualquiera de las lenguas española...
Este año leí una novela del escritor Albert Pijuan titulada Tsunami. En castellano la novela se publicó como La gran ola. Me llamó la atención que en la traducción hay tramos del texto con expresiones en catalán. Entendí con ello que la traducción quería recordar al lector que estaba leyendo una novela escrita en catalán traducida al castellano. O para hilar más fino, que la mayoría de los personajes de su trama se relacionaban entre ellos hablando la lengua de Ramon Llull. (Soy de los que defiende que en las traducciones del inglés u otro idioma extranjero a cualquiera de las lenguas españolas se debería deslizar de vez en cuando algún vocablo del original para recordar al ocasional lector que está leyendo una novela traducida).
¿Por qué escribo esto? Por dos circunstancias. La primera y la más significativa es que este año se conmemora el centenario del nacimiento de Carmen Laforet, autora de Nada (1944), una de las más importantes novelas de la literatura española del siglo veinte en castellano. La otra circunstancia, ésta más coyuntural, es la reciente polémica en torno al uso del catalán en las escuelas, tema politizado hasta la indecencia por la derecha y tratado con poca cintura por parte del Departamento de Educación.
Suele ocurrir en la narrativa escrita en castellano en Cataluña, que se hace difícil las más de las veces deducir la lengua en la que se expresan sus personajes, generalmente situados en Barcelona o cualquier otro territorio del principado. Siempre que leo una novela escrita por un escritor catalán en castellano, no en pocos casos observo con una mezcla de curiosidad y desconcierto la manera en que estos autores invisibilizan (más o menos inconscientemente, pero también podría ser por impericia técnica) el idioma en que se comunican sus criaturas de ficción durante el transcurso del relato. La pregunta que me hago (y para hacer esta operación de sentido común narratológico no hace falta comulgar con la señora Borràs ni con el señor Junqueras), obedece a una cuestión estrictamente literaria: es nada más (ni nada menos) que para sentirme cómodo en el espacio ficcional al que me invita el autor a transitar con él. Además de la circunstancia sociolingüística de que esos casos de invisibilización o incompetencia técnico-narrativa se dan en un contexto en el que conviven dos lenguas.
Pues bien, en Nada, de Carmen Laforet, nacida en Barcelona, su acción transcurre en un espacio lingüístico como mínimo problemático dado el periodo histórico en que se desarrolla: inmediata posguerra y prohibición del catalán. ¿En qué lengua hablan sus personajes, como mínimo los que viven en la calle Aribau, adonde se dirige Andrea proveniente de una comarca catalana, para estudiar en la Universidad de Barcelona? ¿En qué lengua habla Andrea? ¿En qué lengua habla ese tío de Andrea que somete a terribles golpizas a su mujer, casi delante suyo? Laforet incluye en su texto, narrado en primera persona, vocablos en catalán, como para que sepamos en qué comunidad lingüística se desenvuelve la trama. En la novela de Carmen Laforet, el idioma catalán nunca es invisibilizado, como nunca lo es también en muchas novelas de Eduardo Mendoza y Juan Marsé.