De la calle a un palacio
El Victoria Eugenia, que da cobijo a los sin techo por el coronavirus, acogió a los países sin pabellón en la Exposición Internacional de 1929
Durante los meses de mayo y junio de 1929 el Palacio Reina Victoria Eugenia, situado en Montjuïc junto a la fuente mágica de Buïgas, recibió la visita del Alfonso XIII y su mujer, que dio nombre al edificio, al menos en seis ocasiones. El motivo, celebrar la inauguración de la representación de países que en la Feria Internacional de Barcelona no contaban con pabellón propio, al estilo del magnífico creado por ...
Durante los meses de mayo y junio de 1929 el Palacio Reina Victoria Eugenia, situado en Montjuïc junto a la fuente mágica de Buïgas, recibió la visita del Alfonso XIII y su mujer, que dio nombre al edificio, al menos en seis ocasiones. El motivo, celebrar la inauguración de la representación de países que en la Feria Internacional de Barcelona no contaban con pabellón propio, al estilo del magnífico creado por Mies van der Rohe para Alemania. Un lugar para exponer lo bueno y mejor de cada país para que lo viera el resto de mundo; fuera bacalao, mantequilla, muebles, bordados, joyería, orfebrería, o los últimos modelos de locomotoras de tren, motores de coche y aeroplanos.
Casi cien años después, el destino ha querido que este mismo edificio acoja, como medida para paliar los efectos del coronavirus, a otros que no cuentan con la infraestructura necesaria para poder vivir, los sin techos: por ahora, 350 personas, todos hombres, que pasarán el confinamiento en estas instalaciones que gestiona Cruz Roja y el Ayuntamiento y que ha ayudado a montar Guardia Urbana y Ejército de Tierra (que ahora cocina y limpia), tras instalar literas, duchas y lavabos portátiles. El espacio ofrece un total de 450 plazas de las 2.200 que el Ayuntamiento ha preparado para garantizar comida, seguridad e higiene, a los sin techo estos días.
El Palacio Reina Victoria Eugenia, fue, junto con su gemelo de Alfonso XIII, una de las primeras obras construidas en Montjuïc, dentro del proceso de conquista de la ciudad de esta montaña que concluyó con la exposición de 1929. Los trabajos comenzaron en 1917 con el ajardinamiento de diversas fincas a cargo del francés Jean-Claude Nicolas Forestier y entre 1918-1923 se llevó a cabo la construcción de estos dos enormes palacios de 18.400 metros cuadrados (4.800 subterráneos) cada uno, por Josep Puig i Cadafalch. En 1927 se levantaron los demás edificios y la famosa fuente de luces de colores de Buïgas.
“En 1923 se inauguraron como palacios de Arquitectura y de Arte Moderno, con una Exposición del Mueble y la Decoración Interior; germen de lo que sería la Feria y, por lo tanto, fueron el primer gran escaparate de la modernidad de la ciudad”, explica Carme Grandas, historiadora del arte y experta en la Barcelona de 1929.
Para ella, el gran trabajo de Puig i Cadafalch fue “crear una enorme estructura absolutamente moderna, a base de hormigón armado y columnas de hierro que aguantaban el edificio de forma diáfana y que, ahora, un siglo después sigue teniendo uso y ha permitido acoger allí a todas estas personas”. “El pecado de Puig”, prosigue, “fue que para realzar la apariencia de esta gran obra la revistió con una apariencia de barroco catalán, con estucos, esgrafiados, cornisas y templetes y ocultó las columnas de hierro bajo una falsa apariencia para transformar esa obra moderna en algo parecido a un palacio”.
Tras la feria, los dos palacios, como el resto de las instalaciones de la Avenida Maria Cristina pasaron a formar parte de la Fira de Barcelona, estos, como los pabellones número 6 (Alfonso XIII) y 7 (Victoria Eugenia). “Pero el crecimiento de la Fira en Hospitalet hizo que los pabellones de arriba quedan descolgados y solo se utilizaban para eventos como Construmat o el Salón del Automóvil”.
Hasta que en enero de 2012 Pepe Serra, recién nombrado director del MNAC, dijo que su museo tenía que crecer y proyectarse hacia la ciudad y que los pabellones estaban en su objetivo. Desde entonces han surgido varios usos y novios para estos edificios, hasta ese momento casi olvidados. Desde Carmen Thyssen que estaba dispuesta a ceder parte de su colección de pintura catalana para ocuparlos. “Tengo obras para llenarlos”, llegó a decir la baronesa. Hasta acoger, según anunció en 2014 el consejero Ferran Mascarell, el Museo Internacional de la Arquitectura Catalana; uno de los polos de la llamada “montaña de los museos” que defendía el alcalde Xavier Trias y que la crisis económica y su relevo en la alcaldía por Ada Colau, en junio de 2015, sepultó en un cajón.
En 2017, cuando cultura de Barcelona estaba en manos del PSC, el concejal Jaume Collboni anunció que el Icub invertiría 2,5 millones para remodelar la mitad del pabellón, unos 7.000 metros cuadrados, pero que el consistorio seguiría gestionándolo para acoger grandes exposiciones internacionales del MNAC y de otros museos de Barcelona, con la intención de que pudieran organizar grandes muestras. La otra mitad seguiría siendo de Fira Barcelona, que tiene cedido su usufructo hasta 2025. Un acuerdo de cuatro años, renovables otros cuatro.
Desde el MNAC han seguido reivindicando este espacio y así lo recoge su Plan de Estrategia 2019-2029 aprobado por todas las administraciones que lo gobiernan, aunque, por ahora, el convenio de cesión no se ha firmado.
Tan paradójico es que un virus haya llevado a los sin techo de Barcelona a vivir y dormir de la calle a un palacio, como que las puertas se las haya abierto Fira de Barcelona, la misma que organiza cada dos años Construmat, una de las ferias de la construcción más importante del mundo.