El hormigón amenaza el Cerro de los Moros, el paraje de Soria que inspiró a Machado y a Bécquer
Varias asociaciones vecinales critican el plan de construir 1.300 viviendas en unas lomas de gran valor cultural y paisajístico
“He vuelto a ver los álamos dorados, álamos del camino en la ribera del Duero, entre San Polo y San Saturio, tras las murallas viejas de Soria —barbacana hacia Aragón, en castellana tierra—”, escribió Antonio Machado en Campos de Castilla. Nada versa sobre hormigón, tejados, farolas o terrazas con vistas al río Duero en Soria. El poemario se publicó en 1912 inspirado por esos parajes de gran valor paisajístico y cultural junto al Duero, cerca de la ermita de San Saturio, emblema visual y espiritual soriano. Enfrente, el Ce...
“He vuelto a ver los álamos dorados, álamos del camino en la ribera del Duero, entre San Polo y San Saturio, tras las murallas viejas de Soria —barbacana hacia Aragón, en castellana tierra—”, escribió Antonio Machado en Campos de Castilla. Nada versa sobre hormigón, tejados, farolas o terrazas con vistas al río Duero en Soria. El poemario se publicó en 1912 inspirado por esos parajes de gran valor paisajístico y cultural junto al Duero, cerca de la ermita de San Saturio, emblema visual y espiritual soriano. Enfrente, el Cerro de los Moros. Bécquer o Gerardo Diego también se inspiraron en esta loma mucho antes de que un proyecto inmobiliario amenazara este espacio natural. Varias asociaciones culturales y de defensa del patrimonio y la naturaleza claman contra el plan, que prevé 1.300 viviendas, y piden contundencia al Ayuntamiento, en manos del PSOE, con un discreto papel en este proceso de momento envuelto en papeleo y trámites.
Hay dos formas de escapar de los decibelios de los enjambres metropolitanos en Soria. Una, hacia arriba, rumbo al parador desde donde se contempla lontananza en su más amplio concepto: al fondo a la izquierda, San Saturio; abajo, el serpenteo del Duero; a la derecha, vestigios de una vieja iglesia, de una necrópolis judía y de la muralla; delante, la caprichosa orografía del Cerro de los Moros; más allá, montañas; arriba, el cielo azul y nubes sobre paseantes, ciclistas, corredores y mascotas libres, vistos como hormiguitas.
La otra consiste en dejarse llevar, literalmente, hacia abajo: la pendiente de la ciudad lleva hasta el Duero y un apacible paseo junto a su ribera, Bien de Interés Cultural (BIC) desde 2006 en su lado izquierdo, coronado por la ermita y con placas con versos de Machado loando a aquellos chopos del río, que acompañan con el sonido de sus hojas secas el son del agua. El lado derecho, en cambio, no recibe la misma protección y sobre él planea la construcción de 1.304 viviendas en el Cerro de los Moros. Allí cabrían unas 4.000 personas, el 10% de los 40.000 habitantes de una ciudad poco dada a explosiones demográficas.
¿Es necesario poner en riesgo patrimonio cultural y paisajístico en una Soria sin tanta demanda residencial? Esto se preguntan los colectivos Asociación Soriana de Defensa de la Naturaleza (Asden), Amigos del Museo Numantino, Hacendera y Soria por el Futuro desde que comenzó la iniciativa inmobiliaria. Sus portavoces Ricardo Mínguez, Carmen Heras, José Francisco Yusta y Luis Giménez, de entre 71 y 78 años, se citan para contemplar el cerro amenazado y desgranar la intrahistoria junto a mapas, documentación y buena memoria.
“Aparte del paisaje, hay un valor poético, viene gente de todo el mundo a ver la curva de ballesta del Duero”, exclama Mínguez, ingeniero de caminos y urbanista. Pronto desfilan datos significativos. La Junta de Castilla y León (gobernada por el PP desde 1987, con Vox desde 2022) nombró BIC al lado izquierdo en 2006, mismo año en que el plan urbanístico de ese Ayuntamiento (PP) consideró urbanizable el Cerro de los Moros, en la margen derecha. La promotora, Pilares del Arlanzón, pertenece al empresario afín al PP Antonio Méndez Pozo, dueño del principal conglomerado mediático autonómico y primer condenado por corrupción urbanística en España.
Los representantes vecinales creen que la falta de interés público del proyecto debería llevar al Ayuntamiento, controlado por los socialistas desde 2007, a frenarlo. “Podrían denegarlo por estar fuera de plazo y hacer un nuevo plan para considerarlo suelo rústico, no urbanizable, y que no se pueda edificar”, demandan. Los críticos, profesionales del urbanismo, insisten en que, al no haber cumplido el promotor los plazos legales para iniciar la urbanización, el consistorio no tendría que pagar ninguna indemnización a la constructora, según esgrimió hace años el alcalde, Carlos Martínez.
Además, recuerdan que la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando instó a conservar esas colinas sin urbanizar en un informe donde citaban a la Dirección General de Patrimonio de Castilla y León, quien en 2006 entendía que edificar allí afectaría “visualmente al yacimiento arqueológico del castillo como a la margen izquierda del río, que están declarados BIC”.
El concejal de Urbanismo, Luis Rey, admite que “hay más suelo” pero entiende que “cada promotor desarrolla en sus propiedades y hace valer sus derechos”. “Buscamos equilibrio entre la preservación y evitar demandas”, asegura Rey. “No íbamos a admitir que se construyera en el cerro o viviendas que atenten a la visual de San Saturio, como estaba ordenado en 2006 con el PP”, explica, para recordar que el gobierno local negocia una permuta en la que “la empresa hace propuestas bajando la edificabilidad, quitando viviendas unifamiliares y salvando zonas de construcción”. “Tenemos que ver si encaja”, apunta el edil. Los portavoces vecinales críticos con el proyecto matizan, sin embargo, que “la edificabilidad total es la misma” porque se cambian los chalets por bloques de seis pisos.
Portavoces de Cultura de Castilla y León (Vox) señalan que su competencia “se limita a la protección del BIC del sector, la muralla”, y tildan el asunto de “situación urbanística consolidada” en lo jurídico. Cultura valora el intento de reducir “el impacto paisajístico”, la “superficie” y el “impacto visual” sobre lo aprobado en 2006 y destaca que se ha considerado “la posible incidencia que podría tener desde San Saturio y su entorno”.
Las asociaciones vecinales matizan que esos planos no han incluido el impacto visual “dramático” desde el mirador del Castillo y reclaman contundencia. Un vecino, de nombre Carlos Fernando y de 72 años, atiende al debate con el cerro al fondo. “¡Es una barbaridad y un pelotazo en toda regla!”, exclama, antes de perderse sumido en sus pensamientos, volviendo a ver esos chopos del río, que tienen en sus cortezas grabadas iniciales que son nombres de enamorados, cifras que son fechas, mientras masculla: “También duele en lo emocional”.