Margarita Robles sortea el fuego amigo en el Congreso
Unidas Podemos y los socios parlamentarios asedian a la ministra de Defensa, mientras la oposición la protege
Al Gobierno ya le cuesta trabajo distinguir quiénes son de los suyos. Entre los miembros más prominentes del Ejecutivo se ha repetido estos días un lapsus al hablar en el Congreso: confundir a sus teóricos apoyos con la extrema derecha. La semana pasada, Pedro Sánchez trató de “señor Abascal” al portavoz de ERC, Gabriel Rufián. Y este miércoles, Margarita Robles quiso mostrar su respeto a los votantes de Unidas Podemos y lo que le salió fue “a los votantes de Vox”. La minist...
Al Gobierno ya le cuesta trabajo distinguir quiénes son de los suyos. Entre los miembros más prominentes del Ejecutivo se ha repetido estos días un lapsus al hablar en el Congreso: confundir a sus teóricos apoyos con la extrema derecha. La semana pasada, Pedro Sánchez trató de “señor Abascal” al portavoz de ERC, Gabriel Rufián. Y este miércoles, Margarita Robles quiso mostrar su respeto a los votantes de Unidas Podemos y lo que le salió fue “a los votantes de Vox”. La ministra de Defensa se vio arrastrada por la confusión que el escándalo del espionaje ha sembrado en el Congreso, donde el Gobierno sortea a duras penas el fuego amigo mientras el adversario le perdona la vida.
Las categorías de Gobierno y oposición se difuminaron este miércoles ante la comparecencia de Robles en la Comisión de Defensa del Congreso. Del lado opositor surgían voces como la de Edmundo Bal, de Ciudadanos, para colmar de elogios a la ministra. Mientras, del portavoz del grupo minoritario del Ejecutivo solo salieron reproches amargos y una invitación a dejar el cargo. Sin llegar a pronunciar la palabra dimisión, al portavoz de Unidas Podemos, Pablo Echenique —que acudió a la comisión aunque no es miembro permanente de ella— se le entendió perfectamente: “Usted sabe lo que debe hacer, no solo por su dignidad, sino por la dignidad del Gobierno”.
La base parlamentaria del Ejecutivo derrochó acritud con la ministra de Defensa. El frente opositor fue todo comprensión, desde las alabanzas de Bal —“la única ministra con sensatez y racionalidad”— hasta la casi nula beligerancia de PP y de Vox. El popular Carlos Rojas se limitó a reconvenirla para que meta en cintura a sus socios. Y su compañero José Antonio Bermúdez de Castro, presidente de la comisión, echó una mano a la ministra con sus advertencias a los diputados para que el espionaje no monopolizase un debate convocado por otro motivo, el examen de la estrategia militar de la UE. En este último asunto se centró Agustín Rosety, uno de los generales de Vox, para obviar por completo el escándalo de Pegasus y dejar a Robles indemne.
Desde el comienzo de la legislatura, Robles ha sido la ministra más respetada por la derecha y la más crítica con sus socios de Gobierno. Las filias y fobias que despierta se acrecentaron aún más la semana pasada cuando, frente a las preguntas parlamentarias del independentismo, justificó que se pudiese haber vigilado a sus dirigentes por el referéndum ilegal del 1-O o por la oleada de disturbios tras la condena judicial a los líderes del procés. Esas palabras de la ministra enfurecieron aún más a los socios parlamentarios del Gobierno —e incomodaron a algunos de sus compañeros socialistas— y este miércoles llegó al Congreso en una actitud más conciliadora.
No es que Robles prescindiese de su contundencia. La exhibió en toda su intensidad para defender “a los 3.000 trabajadores del CNI”, para alegar que se está acusando sin pruebas al servicio secreto y repetir que “la única verdad que vale es la verdad judicial”. Pero esta vez la ministra evitó el choque con los independentistas. Los rebatió con diplomacia y no volvió a esgrimir las desobediencias de estos a la legalidad para justificar eventuales intervenciones del CNI.
El asedio a Robles fue total desde los tres grupos del independentismo catalán, ERC, Junts y CUP, que insistieron en su tesis de que el uso de Pegasus es una operación del Estado para reprimir a la “disidencia política”. Montserrat Bassa, de Esquerra, pidió abiertamente la dimisión de Robles. Los vascos, PNV y EH Bildu, se mostraron menos impetuosos, aunque no menos críticos. Por la izquierda abertzale, Jon Iñarritu —uno de los presuntamente espiados— incluso hizo notar su aprecio por la ministra, sin dejar de incomodarla al echarle en cara que, según él, no esté actuando en coherencia con su trayectoria de juez progresista: “Echo en falta aquella Margarita Robles que era el azote de las cloacas del Estado”.
Echenique no se ahorró munición desde el inicio. En su primera intervención ya habló de “dejación de funciones” e “incompetencia” y exigió depurar responsabilidades “al máximo nivel”. La ministra le replicó recordando que el CNI responde al conjunto del Gobierno y, como tal, Unidas Podemos también es corresponsable de su funcionamiento. En la contrarréplica, Echenique se lanzó aún más. La acusó de “esconderse detrás del Gobierno” y de “tener un concepto muy limitado de la democracia”. Y acabó sugiriendo que debe actuar “con dignidad”, para rematar con una envenenada coda final: “Aquí está el PP para ofrecerle su apoyo”.
Así ha dejado las cosas en el Congreso el caso Pegasus, un serial parlamentario que va para largo. Ya lo avisó Josep Pagès, de Junts: “El espectáculo no ha hecho más que empezar, vayan comprando palomitas”.