La reforma laboral deja cicatrices en la coalición de Gobierno
El PSOE se acercó a Montero y Belarra al ver que tenían posiciones más suaves que Díaz
Esta no fue una crisis más. La semana más complicada en la coalición desde que Pablo Iglesias dejó el liderazgo en manos de Yolanda Díaz ha dejado heridas profundas sin cerrar. Sobre todo porque por delante queda la complejísima negociación de la reforma laboral, en la que Unidas Podemos espera que Nadia Calviño plantee objeciones muy fuertes a los planteamientos que ya estaba negociando con patronal y sindicatos.
En l...
Esta no fue una crisis más. La semana más complicada en la coalición desde que Pablo Iglesias dejó el liderazgo en manos de Yolanda Díaz ha dejado heridas profundas sin cerrar. Sobre todo porque por delante queda la complejísima negociación de la reforma laboral, en la que Unidas Podemos espera que Nadia Calviño plantee objeciones muy fuertes a los planteamientos que ya estaba negociando con patronal y sindicatos.
En la semana hubo una reunión pública, varias discretas y un inusitado movimiento de llamadas en las que se trenzaron relaciones muy poco habituales. El martes, el día clave, con el PSOE muy molesto con Díaz, que rechazaba que Calviño entrara en una negociación que Trabajo lleva siete meses gestionando con mucho esfuerzo, se produjo un acercamiento inesperado. Félix Bolaños, el negociador clave de Sánchez, buscó a Irene Montero y Ione Belarra, de Podemos, habitualmente más duras que Díaz, porque los socialistas las vieron en posiciones más suaves, según fuentes del PSOE. Finalmente, desde Roma, donde estaba de viaje, Díaz cerró la negociación con Bolaños y hubo acuerdo ya el miércoles.
Los socialistas han visto esta vez a Díaz más dura que nunca, mientras en Unidas Podemos creen que el PSOE ha ido contra la vicepresidenta en un momento en el que ella está disparada en las encuestas. Las espadas siguen en alto al menos hasta que se cierre la reforma. En general parece que el clima interno de cierta calma puede cambiar después de la aprobación de los Presupuestos, porque todos dan por hecho que serán los últimos y empezará a acercarse un ciclo electoral que podría arrancar con un adelanto en Andalucía.
En la cúpula socialista observan: “Díaz está en un momento de consolidación en un espacio muy complejo. Y eso se ha notado en todo lo que ha rodeado a la reforma laboral”. Mientras, la dirección de Podemos ve un cambio de estrategia en el PSOE desde la celebración de su 40º congreso hace dos semanas, que incluye en su opinión una oposición sibilina desde La Moncloa a Díaz. Jaume Asens, presidente del grupo de Unidas Podemos en el Congreso, afirmó el martes en una entrevista en RNE: “Nos parece que el PSOE está nervioso ante la popularidad del liderazgo de Yolanda Díaz, que en las encuestas va muy fuerte”.
La Moncloa da la crisis por cerrada ahora que se ha convocado una reunión presidida por Sánchez el próximo martes, pero la situación no estará realmente resuelta hasta que se pacte la reforma laboral, que tanto Trabajo como Economía quieren tener lista a lo largo de noviembre para aprobar un real decreto ley en diciembre y que entre en acción ya en 2022, como está comprometido con Bruselas. Calviño planteó este sábado en Roma, donde participa en el G-20, los puntos que habrá que negociar ahora, los más difíciles de pactar internamente y con patronal y sindicatos.
Lo dos grupos están muy molestos con el otro. Unidas Podemos está indignada porque Calviño comunicó por correo electrónico que tomaba el control de la negociación de la reforma laboral el jueves pasado y el PSOE se enfureció al enterarse por un tuit de Ione Belarra a las 9.31 de la mañana del viernes de que sus socios exigían una reunión de la mesa de crisis de la coalición. “Le pedí que la próxima vez nos enterásemos por una llamada”, dijo después en la SER Adriana Lastra, número dos del PSOE. Unidas Podemos justifica su reacción ante la falta de explicaciones por la “injerencia” de Calviño, que contaba con el visto bueno de Pedro Sánchez.
La crisis se recondujo 123 horas después tras un sinfín de llamadas y tres reuniones entre ambas partes. En todo ese tiempo Sánchez se reservó y no intervino en las negociaciones, aunque sí reunió varias veces a su equipo negociador, en especial a Félix Bolaños y María Jesús Montero. El tiempo que duró la crisis, el presidente no tuvo contacto con Díaz. Fue una forma de marcar distancia y da una idea del malestar socialista.
El pacto final es claro: Trabajo pilotará la negociación vigilada por Economía e Inclusión y Sánchez pactará el contenido de la reforma con Díaz y Calviño.
Pero el último conflicto ha dejado abiertas muchas heridas en la coalición. La preocupación entre los ministros y miembros de la dirección del PSOE consultados es que las diferencias con Unidas Podemos se amplifiquen conforme se acerca el final de legislatura. Y se hagan insuperables en un clima más complicado, en el que la sensación generalizada en las direcciones de muchos partidos es que no habrá consenso y los Presupuestos de 2022 serán prorrogados.
La cumbre hispano-lusa del jueves disparó los nervios en el PSOE. Ferraz y La Moncloa estaban muy inquietos con evitar que se pudiera comparar la situación política de España con la de Portugal, que se prepara para un adelanto electoral después del voto en contra de la izquierda a los presupuestos del socialdemócrata António Costa. Sánchez se esforzó en evitar cualquier similitud con el final de la geringonça. Por eso el acuerdo tenía que estar antes del jueves, día de la cumbre.
Pasará tiempo antes de que el enfado se disipe. Aún así, el pragmatismo manda. A la izquierda no le interesa el adelanto electoral. Por una cuestión de supervivencia —la mayoría de encuestas pronostica una victoria de la derecha si ahora hubiese comicios—, el PSOE y Unidas Podemos están condenados a entenderse.