Pau Echaniz, doble vida de un atleta olímpico que también es diseñador de moda
El nombre de este palista donostiarra estará para siempre ligado a la medalla olímpica que ganó el pasado agosto en París pero también a la marca de ropa que él mismo cose y diseña
Hay solo un canal en el río de La Seu d’Urgell, localidad leridana de 12.000 habitantes, y en él solía verse, por las tardes, a un hombre con su hijo. El padre, Xabi Etxaniz, palista olímpico en Barcelona 92 y Atlanta 96, estaba en el agua gélida, remando en su piragua. El hijo le acompañaba de esa manera distraída en la que acompañan los niños, la que luego suele cristalizarse en recuerdos fundacionales. “Siempre...
Hay solo un canal en el río de La Seu d’Urgell, localidad leridana de 12.000 habitantes, y en él solía verse, por las tardes, a un hombre con su hijo. El padre, Xabi Etxaniz, palista olímpico en Barcelona 92 y Atlanta 96, estaba en el agua gélida, remando en su piragua. El hijo le acompañaba de esa manera distraída en la que acompañan los niños, la que luego suele cristalizarse en recuerdos fundacionales. “Siempre en la orilla, pues mirando. Siempre, siempre. Quizás no miraba, estaba a mis cosas, tenía mis coches de juguete y me montaba mis películas, que si carreras, que si no sé cuántos. Pero me iba haciendo grande e iba mirando un poco más. Me iba interesando. A los seis años, creo, me apunté al club, algo más de fin de semana, de pasármelo bien. Y poco a poco, poco a poco, me iba gustando, lo iba haciendo bien. Me gustaba mucho competir”, recuerda el entonces chaval, que hoy ya no es tal, que se llama Pau Echaniz (con ch él) y que tiene su propia medalla, el bronce en el K-1 slalom que ganó en el canal de Vaires-sur-Marne durante los Juegos Olímpicos de París, que vive desde 2021 en San Sebastián, la ciudad donde nació hace 23 años y donde rema casi a diario entrenado por su padre, él en el agua y el entrenador en la orilla: la imagen se ha invertido con los años.
—¿Y lo de la moda cuándo empezó?
—Lo de la moda… Mi madre es diseñadora gráfica. El mundo de mi madre, el mundo de mi padre, ¿no? Uno es el deporte, el otro es más lo artístico. Empezó más o menos en bachillerato. Me gustaba mucho vestir bien.
Además de la medalla, Pau Echaniz tiene Ranger Universal, su propia marca de ropa: él diseña, él busca las telas, él hace los patrones, él cose. Todavía no vende (no ha terminado de estudiar Moda y Patronaje), pero sí ha vestido a un par de intérpretes vascos en la última edición del festival de San Sebastián. Él mismo se hizo una falda para ponérsela como invitado. Le gustan las faldas, como le gusta competir. Cada vez que Echaniz declara que algo le gusta, y en una conversación de 40 minutos lo llega a hacer más de una veintena de veces, es probable que lo siguiente que diga sea un hito biográfico irrevocable.
Lo que ocurrió en bachillerato, por ejemplo, lo que metió la moda en esta historia de hitos deportivos, fue que un día Echaniz tomó sus vaqueros favoritos y unos rotuladores Posca y los pintó. “Les hice dibujos de un montón de cosas, así estilo Pinterest, por parches. Un fueguito, una calavera, un rayo”. Se los puso para ir a clase, donde sus compañeros reaccionaron como suele reaccionar el público ante cualquier novedad estilística: “Pero qué haces con eso, tío, adónde vas’, me decían”. A él le dio igual. “Es que es romper. Romper barreras. Me costaba un poco decidirme, me daba vergüencita, pero tiraba. Te das cuenta de que realmente no importa lo que te da vergüenza. Al final, te miran dos segundos y se olvidan. Al que más le importaba era a mí mismo. ¿A mí me gusta esto? Me gusta. Pues lo llevo y ya está. No lo hago para nadie más, lo hago para mí, porque me mola y me mola tener un rayo con fuego”.
Aquella anécdota se convirtió en inquietud, y la inquietud, en futurible. “Me gustaba lo práctico. De hecho, bachillerato no lo acabé: no sabía estudiar. Se me hacía imposible quedarme delante de un libro y memorizar. Perdía el tiempo, podía estar en una habitación blanca que me desconcentraba con algo. Me costaba muchísimo. Sabía que lo práctico es lo que me iba a llenar. Aquí en Donostia había un grado superior de costura, y dije, pues me voy a ello, porque sabía que me iba a gustar”. Tenía 19 años cuando dejó La Seu d’Urgell. Se mudó a su San Sebastián natal con su padre y la pareja de este, Maialen Chourraut, triple medallista olímpica, a quien Xabi también entrena y con quien tiene una hija. Pau le saca 12 años. Le ha prometido que algún día le hará una sudadera. A su hermano mayor le hizo unos pantalones cuando empezó a coser.
Lo de Pau al principio eran las casas de ropa urbana, lo lógico en un adolescente con inquietud por la ropa. Luego fue refinando la mirada. De Nike y Supreme pasó a fijarse en los toques callejeros que le ponía Raf Simons a su histórica colección Riot Riot Riot, de 2001, y de ahí a la fantasía teatral de John Galliano para Dior en 2006. “Mi favorita”, declara, todavía hoy. Ahora ese ojo se le ha ido a Asia: Rei Kawakubo, Yohji Yamamoto, Issey Miyake… Sus diseños reflejan todas estas fases (más un poco de Balenciaga: “Un dios supremo”) a través del diálogo entre tejido y cuerpo, y por la forma en que se ignora el género. “¿Chico y chica? Bueno, hay diferencia pero me gusta juntarlo un poco”, se encoge de hombros. Se podría decir que moda y deporte también es una mezcla de géneros si no fuera porque el tópico se desmonta solo. “En París había más mujeres españolas que hombres. En Tokio 2020 hubo más medallas de mujeres que de hombres”, defiende Echaniz. “En el agua siempre he estado con las mismas mujeres que hombres. En la moda… En clase, de 20 alumnos, sí somos tres chicos”. Algunos tópicos se desmontan antes que otros.
Su vida en general es una cuestión de mezcla. Lo profesional con lo personal, el entrenador que es padre y compañero de piso. “Puede ser difícil, y es difícil, porque todo lo llevas a casa, lo bueno y lo malo”, concede. “Si en el entrenamiento os enfadáis, llegáis a casa enfadados. Y ese enfado puede durar días. Los dos somos bastante cabezones. Pero me ayuda muchísimo. Porque me conoce. Sabe lo que me va bien y lo que me va mal. Si me dice que no tengo que ir a este sitio, pues no voy, porque bueno… Tendrá razón. Lo peor es que tendrá razón”.
El palista tiene sus tejidos favoritos (el denim “gordito”, el cloqué “así con textura”, y algunas telas especiales “con formas, con colores, con reflejos”) y uno que no abandona, la piel. La piel, ha aprendido Echaniz en clase, es el tejido más complicado que hay. “Cuando pones la aguja en una piel, no puedes descoser porque se queda marcado el agujerito. Tienes un intento. Y con lo competitivo que soy yo, con ese intento es que… lo voy a hacer. En clase de pieles, cuando dijeron: ‘La piel es muy difícil’. Pues ya está. Pues ya sé lo que es lo que voy a hacer. Un abrigo de piel”.
Esa competitividad es parte innegociable de su carácter. “No compito con los demás sino conmigo mismo. En clase, si estamos aprendiendo algo, intento ir muy rápido; cuando hay un problema o algo que yo no sé, que yo no controlo, intento hacerlo lo más rápido posible…, con ganas de controlarlo. No con ganas de controlar a otras personas sino de controlarlo yo. Ostrás, no sé pasar hilos flojos… Pues venga, hilos flojos. Es una carrera conmigo mismo. Saber controlar algo y saber tener esa capacidad de hacer algo que antes no sabía. El querer dominarlo para mí es algo que me hace ir rápido y pues una cosa y otra”.
Prosigue: “Sí que es verdad que también tengo un problema: cuando lo domino me aburro. Remando, cuando domino un circuito dos o tres veces ya… ‘Bueno, cambiamos ya, ¿no?’. Hay gente, Maialen mismo, que es lo contrario. Yo con dos o tres repeticiones de una cosa que me salga bien pues ya estoy. Maialen tiene que hacer 10, 20 y podría hacer 100. Es lo mismo con la costura. Cuando ya sé hacer un pantalón, cuando ya he hecho 10, pues me pongo a hacer otra pieza”.
Por esta forma de ver la vida, parece cruel preguntarle por el largo plazo. ¿Qué hay después de una medalla olímpica? ¿Hay miedo a aburrirse? “No creo que me aburra de remar. Es lo que me gusta. Quizás me aburro un día, pero al día siguiente lo vuelvo a hacer y, bueno, no, me gusta”, se defiende. “De remar y de la costura no creo que me aburra porque siempre hay cosas nuevas. Siempre hay circuitos nuevos y siempre hay modas nuevas. Cosas que no he hecho nunca, un montón de piezas que se te pueden ocurrir. A largo plazo, bueno, pues yo quiero seguir haciendo lo que me gusta. Yo voy por lo que me gusta, si me gusta, pues... Me gusta y no hay otra cosa. No hay otra. Es quien soy. Por mucho que ganes esa medalla, con el tiempo ves que tu día a día no ha cambiado. No soy Iron Man ni el príncipe de Inglaterra, soy Pau Echaniz y siempre lo seré”.