Ir al contenido

Gherardo Felloni, diseñador: “Cuando un zapato es incómodo, lo es desde los primeros dos minutos, y eso no tiene solución”

Roger Vivier cambió la historia del zapato en el siglo XX. Su sucesor, que viene de una familia ligada al mundo del zapato, nos recibe en la nueva tienda insignia de la casa francesa en el centro de París

A Gherardo Felloni (Arezzo, Italia, 45 años) el destino siempre le ha enviado señales claras. Otra cosa es que él las haya identificado tarde. Su misión desde 2018, llevar la dirección creativa de la icónica casa francesa Roger Vivier, se le manifestó, considera Felloni, a los 19 años cuando iba a ser entrevistado para otro puesto...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

A Gherardo Felloni (Arezzo, Italia, 45 años) el destino siempre le ha enviado señales claras. Otra cosa es que él las haya identificado tarde. Su misión desde 2018, llevar la dirección creativa de la icónica casa francesa Roger Vivier, se le manifestó, considera Felloni, a los 19 años cuando iba a ser entrevistado para otro puesto. Mientras esperaba cogió un libro de una mesa para entretenerse, lo abrió al azar, y allí estaba, nítida, la señal: a toda página el diseño de un zapato rosa firmado por Roger Vivier (1907-1998) en los años sesenta.

Casi una década después, Felloni, tenor y amante de La traviata, que empezó como becario haciendo fotocopias en Prada, se convirtió en el tercer director creativo de la casa francesa, sustituyendo a Bruno Frisoni, que estuvo 16 años en la maison. Para el hijo de un zapatero toscano, ocupar el lugar del creador de calzado más disruptivo del siglo XX era algo más que un sueño cumplido, tenía que ser otra cosa, por ejemplo, el destino.

Roger Vivier tuvo una vida larga, murió con 91 años y nunca dejó de ser un revolucionario, capaz de inventar en la misma década el stiletto (1953), el salón de satén con tacón desmontable diseñado para Marlene Dietrich (1955) y el virgule (1963), un tacón en forma de coma, ideado junto a un ingeniero aeronáutico para cambiar el paradigma del calzado elegante femenino. Para después de todo eso, en 1965, bajar a las burguesas de las alturas con un zapato de hebilla cuadrada y tacón de tres centímetros, inspirado en el calzado masculino del siglo XVIII, que se avistó por primera vez junto al vestido Mondrian de Yves Saint Laurent en la Semana de la Moda de ese año, y que luego pasó para siempre a la historia en los pies de Catherine Deneuve en Belle de jour (1967), la película de Luis Buñuel. Desde entonces, ese modelo se llama Belle Vivier. Según reportaba la edición parisiense de la revista Vogue, en diciembre de 1967 aquel calzado monacal llevaba varios meses en lista de espera.

Además, Vivier hizo a medida los zapatos de la coronación de Isabel II de Inglaterra, vistió los pies de Liz Taylor y las piernas de Brigitte Bardot con unas botas hasta la rodilla, creó unos botines estampados para el fotógrafo Cecil Beaton y zapatos para Cary Grant y John Lennon. Hace pocos meses, en la primera colección femenina de Jonathan Anderson para Dior se reinterpretaron diseños de Vivier como un tributo contemporáneo a la larga colaboración entre el diseñador y Christian Dior. Sus zapatos están en las colecciones del Metropolitan Museum of Art y en el Museo de la Moda de París.

Pues Felloni está dispuesto a convivir con esa leyenda, y con el talento y la energía de Roger Vivier. La marca, propiedad del Grupo Tod’s desde 2015, acaba de inaugurar en París la Maison Vivier, un hôtel particulier (así llaman en Francia a las casas palaciegas urbanas) del siglo XVIII en el corazón de Saint-Germain-des-Prés, donde se reproducen los gustos, el universo creativo y la intimidad del diseñador. Su amiga y embajadora de la casa, Inès de la Fressange, con despacho propio en la nueva sede, ha ayudado a decorar el salón de acuerdo con sus recuerdos del apartamento parisiense de Vivier, donde ella estuvo muchas veces. El resultado es una mezcla de opulentos muebles estilo Luis XVI con esculturas asiáticas, máscaras africanas y alfombras étnicas. En los impolutos sofás blancos esperarán las clientas de la casa y, si los fantasmas existen, por allí andarán también las energías de Vivier.

En el sótano de la mansión está La Salle des Archives, donde se guardan 270 de los casi 1.000 zapatos creados por Vivier. Las condiciones de conservación son estrictas, 20 grados de temperatura y 50% de humedad. Los zapatos se conservan en unas cajas de tela gris hechas a medida. Es el único espacio que no se permite fotografiar. La pieza más antigua data de 1955.

Entre los lujos de la nueva casa Vivier, Felloni menciona tener estos archivos a pocos minutos. “A unos 10 pasos, diría”. Solo tiene que bajar unas escaleras, pedir permiso y tocar lo que quiera. “Es una cercanía física, es real, creo que Vivier merecía tener un sitio como este en París, donde se cuidara y documentara cada día su legado. Personalmente, yo he descubierto muchos dibujos y bocetos que antes estaban traspapelados y ocultos porque había mucha documentación sin clasificar. Organizar el archivo ha sido un gran trabajo”. En la sala refrigerada están los mules de seda color anís y bordados con perlas que llevó Jeanne Moreau en la película Catalina la Grande (1968) y el prototipo de 1962 bordado con hilos de plata y topacios, creado para la princesa Soraya de Irán. En su día fueron los zapatos más caros del mundo. La maison los recuperó en 2011 en una subasta. “Para mí sigue siendo increíble tener todo eso tan cerca porque son piezas que solo había visto en los libros”.

Para Felloni su relación con el archivo de Vivier es “peculiar”. “No suelo mirar demasiado, cuando tienes en tu mano un zapato antiguo es realmente difícil hacerlo encajar en la vida que se lleva hoy. Creo que no hay que intentar replicar una pieza hecha por un genio del pasado, solo hay que sentir esa emoción y trabajar con la misma actitud, pero nunca hacer una copia literal porque la vida ha cambiado, especialmente la de las mujeres. Los Belle Vivier fueron una gran innovación en los años sesenta, eran unos zapatos cómodos, casuals, pero ya no, ahora son un calzado elegante porque las mujeres se visten de otro modo. Lo que tengo que replicar es la curiosidad de monsieur Vivier, volver a hacerme la misma pregunta: ¿qué necesitan las mujeres?”. El primer calzado diseñado por Felloni para la maison fueron unas zapatillas, luego le dio una vuelta al tacón virgule. “Pero el mío no es el que creó Vivier en los años sesenta ni tampoco el de Bruno Frisoni en los noventa. Es diferente porque todo cambia, también las formas y el pie de las mujeres”.

Su misión es que Roger Vivier no se convierta en un museo, que los jóvenes tengan la percepción de que una marca icónica puede ser también moderna y contemporánea. “Podríamos parecer una marca clásica, pero depende del lugar. Diría que en París Belle Vivier es un calzado icónico porque los ha llevado tu abuela y también tu madre, y por eso quieres comprarte unos, probablemente en otro color, pero en Asia la percepción es muy fresca porque allí Belle Vivier es una novedad y Roger Vivier no se percibe como una casa francesa, sino como una marca global”. Felloni ha tocado muy poco este modelo, “he quitado de aquí y de allí, pero básicamente sigue siendo el mismo zapato de Catherine Deneuve. Veo a gente muy joven comprando ese calzado, y de algún modo saben que se están llevando a casa un icono, aunque no tengan la referencia exacta, y esta es una de las razones por las que la Maison Vivier también aloja un museo con todas las creaciones documentadas del diseñador”.

¿Por qué los zapatos cómodos siguen siendo una rara avis en la moda? Felloni se acomoda en su silla para responder: “Vengo de una familia de tradición zapatera, y siempre digo que como diseñador la horma es lo único que importa, es punto de partida, pero la mayoría no piensa como yo. Unos zapatos no son como un abrigo que se puede ajustar para que siente mejor. Cuando un zapato es incómodo, lo es desde los primeros dos minutos, y eso no tiene solución. Soy consciente de que hay un margen de elección, y a veces hay quien prefiere lucir sexy a estar bien, y hay que decirlo claramente: un tacón de 12 centímetros nunca va a ser fácil de llevar, pero es cierto que estiliza la silueta y tiene su momento. También pienso que cuando la mujer está cómoda el zapato luce más bonito, y cuando no lo está ese calzado no acaba de funcionar. Pero yo vengo de una familia que ha trabajado esto toda la vida”.

El padre de Felloni tenía una fábrica de zapatos y su madre era la cobaya de la empresa, los probaba todos varios días antes de sacarlos a la venta. Así que él tiene secretos y trucos de familia, sabe de volúmenes y dimensiones, de espacio para que respire el pie, y tampoco es un gran defensor del stiletto ni del tacón muy alto. “No estoy obsesionado con eso como otros diseñadores, y creo que ahí coincido también con monsieur Vivier, en sus archivos los tacones más altos son de nueve centímetros, y no hay muchos, casi todos sus diseños eran con kitten heel” (el tacón sensato que se dice ahora).

Por cierto, en los nuevos archivos de la Maison Vivier Felloni pudo tocar con las manos aquella señal ambigua del destino que le llegó a los 19 años. Los zapatos de color rosa que aparecieron por azar en aquel libro son los primeros virgule fucsia que creó Roger Vivier en 1963. Ahora puede bajar una escalera y verlos de cerca cada vez que quiera. 

Sobre la firma

Más información

Archivado En