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Crear donde Álvaro Siza vivió

La casa que habitó desde su adolescencia y que el arquitecto portugués reformó en varias ocasiones es hoy una residencia de artistas

El bisabuelo del arquitecto Álvaro Siza era un tornaviagem —así se llamaba a los comerciantes portugueses que regresaban de Brasil con riquezas— que a finales del siglo XIX construyó en la calle de Roberto Ivens de Matosinhos (Oporto) una casa de vacaciones cerca del mar para alquilarla. Hoy es un lugar de enorme significado en...

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El bisabuelo del arquitecto Álvaro Siza era un tornaviagem —así se llamaba a los comerciantes portugueses que regresaban de Brasil con riquezas— que a finales del siglo XIX construyó en la calle de Roberto Ivens de Matosinhos (Oporto) una casa de vacaciones cerca del mar para alquilarla. Hoy es un lugar de enorme significado en la obra de Siza, no solo por su valor arquitectónico, sino también por su dimensión íntima y personal. A partir de 1949, cuando tenía 15 años, la habitó con su familia (padres y cuatro hermanos) y más adelante fue objeto de varias intervenciones siempre firmadas por él mismo, la más importante en 1961. Hoy, tras un generoso acto por parte de Siza al entregarla al Ayuntamiento de Matosinhos, está habitada por arquitectos e investigadores que tienen el privilegio de realizar estancias en residencia.

Esta construcción familiar está gestionada por Casa da Arquitectura, institución que protege el patrimonio arquitectónico de Portugal, que organiza exposiciones y que mantiene uno de los archivos más importantes del mundo. Dirigida por el arquitecto Nuno Sampaio, Casa da Arquitectura ocupa la antigua manzana de la Real Vinícola de Matosinhos y es un premiado ejemplo de rehabilitación de patrimonio industrial. En ella me reciben Joana de Belém, responsable de comunicación, y Miguel Royo, arquitecto y poeta, que seguidamente me guían por la exposición O que faz falta, que repasa la influencia de la arquitectura en los últimos 50 años de Portugal y cómo esta ha transformado y descentralizado el país. En los archivos, donde se custodian más de 50.000 diseños originales, el arquitecto José Fonseca me muestra joyas de Lucio Costa, Le Corbusier o Souto de Moura.

Ante la casa de Siza, Miguel Royo me advierte de tres reglas: ventanas verticales porque es lo que permitía la piedra, uso de azulejos para revestir la fachada y dos entradas. En el recibidor explica: “Eran clientes difíciles por ser familia, esa intimidad dificultaba la toma de decisiones. En 1961 Siza estaba muy influenciado por Alvar Aalto. Esta casa le permitió experimentar. La casa es un boceto de lo que vendrá después”.

Todas las lámparas y el mobiliario son originales de Siza. El de la cocina no puede ser más funcional. La escalera es sencilla y minimalista y anuncia el Siza de líneas limpias y materiales eficaces. Arquitecto precoz, queda claro que esta casa fue el campo de pruebas de un genio. En el salón, gracias al hormigón, pudo expandir las ventanas y cambiar las reglas de la fachada principal.

Como queda cerca vamos a ver la primera obra oficial de Siza, las 4 casas de Matosinhos (con influencia de Le Corbusier y de Adolf Loos), luego la Casa do Chà, en Leça, y por último las piscinas de Marés, obra cumbre que realiza por encargo del Ayuntamiento en la que inventa un imaginario de luces y sombras, de alturas y rampas, de anticipación, de muros construidos siguiendo la línea de las rocas de la costa, con un gran tanque, extraordinario, que se adapta a ellas como un guante. Una obra genial.

Nuno Sampaio, director de Casa da Arquitectura, explica que la casa familiar de Siza es más significativa que nunca: “Acoger residencias artísticas y visitas guiadas representa una oportunidad rara de acceder a la dimensión más privada de una arquitectura que revela no solo el diseño del arquitecto, sino también su forma de habitar, desde una perspectiva más personal”. Según él, ofrecer residencias en este contexto es profundamente simbólico, porque permite que otros creadores comprendan cómo Siza pensó el día a día. Fascina observar cómo los grandes arquitectos diseñan una casa, porque ahí se revelan sus prioridades, su manera de entender la domesticidad, la intimidad y su propia noción de confort.

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