Anna Castillo, reina de la ficción: “Los ‘castings’ hacen mucho daño. Nunca eres suficiente”
Lleva una década siendo la actriz del momento. Ahora se corona con la serie ‘Su Majestad’, una sátira sobre la monarquía en la que encarna a una heredera al trono de España frívola y altiva. También prepara un ‘remake’ de ‘Mi querida señorita’ y su desembarco en el cine europeo
Estadio Metropolitano de Madrid. Final de la Copa del Rey de fútbol. El Barcelona y el Girona están a punto de disputarse el título. El rey de España y su hija la princesa de Asturias van a presidir el encuentro, pero la heredera al trono no quiere salir del baño. Sufre un ataque de nervios. “Hay que ir yendo”, le ordena el monarca. “No puedo”, dice ella. “Claro que puedes”, insiste el jefe del Estado. “No entiendo cómo puedes tú”, replica la princesa, atrincherada en un pequeño cubículo. Fuera hay 70.000 hinchas preparados para pitarles. “Hay que salir”, insiste el padre. La joven pregunta:...
Estadio Metropolitano de Madrid. Final de la Copa del Rey de fútbol. El Barcelona y el Girona están a punto de disputarse el título. El rey de España y su hija la princesa de Asturias van a presidir el encuentro, pero la heredera al trono no quiere salir del baño. Sufre un ataque de nervios. “Hay que ir yendo”, le ordena el monarca. “No puedo”, dice ella. “Claro que puedes”, insiste el jefe del Estado. “No entiendo cómo puedes tú”, replica la princesa, atrincherada en un pequeño cubículo. Fuera hay 70.000 hinchas preparados para pitarles. “Hay que salir”, insiste el padre. La joven pregunta:
—¿Pero por qué nos pitan?
—No nos pitan a nosotros, pitan al himno.
—No, no, no, claro que nos pitan a nosotros.
—Pitarían a cualquiera en nuestro lugar.
—Ya, pero es que solo hay un rey en España y eres tú.
—Y solo hay una heredera al trono, que no se atreve a salir ahí porque no quiere que la abucheen.
Al final, la princesa sale y ocupa su posición en el palco real. Comienza a sonar el himno de España. Los abucheos son atronadores. Las cámaras de televisión se posan en la heredera. Sonríe. Intenta mantener el tipo, pero entre dientes masculla: “Hijos de puta”.
La escena anterior podría ocurrir en la vida real, pero es pura ficción. Son los primeros minutos de Su Majestad, la nueva comedia satírica de Borja Cobeaga (Superlópez, Pagafantas) y Diego San José (Vota Juan, Celeste). Anna Castillo (Barcelona, 31 años) es la protagonista de la serie producida por 100 Balas (The Mediapro Studio) y Sayaka Producciones, que se estrena el 27 de febrero en Prime Video. La actriz encarna a la princesa Pilar, una imaginaria futura reina de España a la que todos tildan de irresponsable, frívola, altiva, insolente, vaga e inútil. No está preparada para ocupar el trono, pero se verá obligada a quedarse al frente de la institución tras un escándalo de corrupción que salpica a su padre, el rey Alfonso XIV. Tendrá que demostrar al mundo, y a sí misma, que el puesto no le queda tan grande como dicen. Su secretario, interpretado por Ernesto Alterio, la ayudará en ese proceso.
“Normalmente me dan papeles muy amables, pero con Su Majestad me puedo desquitar un poco. Hacer de Pilar suponía poder estar en contacto con la altivez, con la vaguería, con la frivolidad, cosa que me divertía mucho”, explica Castillo tras una mañana de fotos con El País Semanal. Es menuda —mide 1,60 metros—, alegre y cercana. Tiene una voz aniñada y habla deprisa. Es difícil echarle más de veintipico. También es difícil imaginarla interpretando a la mala. “Ya, nunca me van a ver como un personaje de moralidad dudosa. No lo consigo. Y mira que tengo bicho. Me encantaría hacer de una buena villana y justificarla hasta el final”, reconoce. Con esta serie va bien encaminada. Su personaje a veces cae bien y a veces cae muy mal. Eso es lo que le gustó de este papel, sus incoherencias y contradicciones.
Es la primera vez que una serie de televisión española se atreve a retratar a la monarquía en clave de comedia o sátira. Es todo un atrevimiento en un país como España, donde el Centro de Investigaciones Sociológicas no pregunta a la ciudadanía sobre la Corona desde abril de 2015. “Una monarquía es una manera muy útil de desgranar un país. El hecho de que un país tenga monarquía cuenta mucho sobre ese país. La comedia tiene un matrimonio muy bonito con este tipo de estamentos sagrados”, apunta Diego San José, cocreador de la serie. “Pero Su Majestad no está basada en hechos reales. Esta es una dinastía inexistente”, aclara Borja Cobeaga, la otra mitad de ese dúo de guionistas que en 2015 creó la popular película Ocho apellidos vascos. Ambos forman el equipo de guion junto al escritor José Antonio Pérez Ledo. Cobeaga también firma la dirección junto a la cineasta Ginesta Guindal (Élite, Vida Perfecta, El Vecino).
“Yo no soy monárquica. Nunca lo he sido”, afirma Castillo. “Creo que la crítica en esta serie no es hacia una monarquía concreta, es más hacia la institución en general, a lo tradicional, a lo antiguo que sigue existiendo en este país y en muchos otros”, añade. Puede que Su Majestad no sea una sátira de la monarquía española, pero ahí están todos los símbolos de la monarquía patria: la bandera rojigualda, la Marcha Real, los palacios de Patrimonio Nacional donde vivieron los Borbones hasta la Segunda República y un rey corrupto a la fuga que se parece un poco a Juan Carlos I.
El personaje de Anna Castillo también se parece a algún miembro de la familia del Rey, pero la actriz se niega a dar nombres. “No quiero follones”, se disculpa. Cuando la princesa Pilar aparece en escena, es difícil no pensar en Victoria Federica y Felipe Froilán de Marichalar, los sobrinos díscolos de Felipe VI. La actriz está convencida de que la serie no pasará inadvertida en La Zarzuela. “Creo que los Reyes [Felipe VI y doña Letizia] la verán porque son gente que está enterada de lo que se hace en España en cuanto a ficción… Me da la sensación de que Letizia está más enterada, pero igual es una cosa de los dos”, dice. “Me encantaría que la viera Leonor. No sé qué va a pensar, la verdad, pero me encantaría”.
—La princesa Leonor no eligió ser princesa. ¿Usted cuándo eligió ser actriz?
—Yo tampoco lo elegí. De alguna manera mi cuerpo lo decidió por mí antes que yo. Desde muy pequeña siento que actuar es lo más divertido del mundo.
En su casa de la infancia, en el barrio de Porta, en el distrito barcelonés de Nou Barris, no había ningún artista, pero un día, con seis años, le dijo a su madre: “Quiero ser actriz, como Julia Roberts”. Había visto mil veces las comedias románticas noventeras de Roberts —Pretty Woman, La boda de mi mejor amigo, Notting Hill— y soñaba con ser como ella. Su madre le respondió: “Vale, yo no sé cómo lo vamos a hacer, pero lo vamos a conseguir”.
Con siete años, Anna empezó a recibir formación artística. Con 12 entró en el grupo musical sp3, donde cantaba y bailaba. “Hacíamos algunos bolitos y ya”, recuerda. Empezó a actuar de verdad con 14 o 15 años, cuando se incorporó a Club Super3, una serie de la Televisió de Catalunya que le dio popularidad allí. Hizo sus estudios de bachillerato de Artes Escénicas en los Salesianos de Horta y en esa misma época también debutó en el musical A, de Nacho Cano.
Los primeros años fueron difíciles. Se presentó a muchas pruebas y recibió muchos “no”. “Los castings hacen mucho daño”, señala. “Cuando tienes 16, 17 o 18 años, tantos ‘no’ te hacen mucho daño. Nunca eres lo suficientemente guapa, lo suficientemente talentosa o lo suficientemente buena…, nunca eres suficiente. Eso te va comiendo, más a esa edad. Es una putada. Llegué a decirme: no voy a hacer esto. No me compensa. Lo dejo”.
Pero no lo dejó. Y un día su teléfono empezó a sonar con ofertas de trabajo. En 2011, con casi 19 años, se mudó a Madrid y se incorporó a la quinta y última temporada de la exitosa serie Doctor Mateo. De ahí saltó a otro éxito, Amar es para siempre, la serie de sobremesa de Antena 3 que estuvo 12 temporadas en pantalla. Estuvo dos años y medio trabajando todos los días con actores profesionales. “Ahí es donde aprendí a actuar”, reconoce.
Algunos actores reniegan de sus primeros papeles en las series de sobremesa, un tipo de ficción tan bien valorado por el público como denostado por la crítica. Ella está muy orgullosa de esa etapa. “Hay muchos prejuicios sobre el género. Se le da muy poco valor y poco prestigio. Supongo que porque la gente que lo ve son mujeres mayores. El público femenino en general da muy poco prestigio y eso es una cosa que me cabrea mucho porque básicamente somos la mitad de la población”, dice.
En 2013, el mismo año en el que entró en Amar es para siempre, también empezó a actuar en una pequeña obra de teatro, un musical underground que contaba la historia de dos adolescentes que descubrían su sexualidad y su pasión por el reguetón y el electrolatino en un campamento de verano cristiano. Ella interpretaba a Susana, una de las protagonistas. La obra, que mezclaba temas de Whitney Houston, Presuntos Implicados y canciones religiosas, se convirtió en un éxito de público y en un fenómeno cultural. La obra era La llamada, escrita y dirigida por Javier Ambrossi y Javier Calvo.
Castillo interpretó a Susana desde 2013 hasta 2016. El papel la lanzó a la fama. Una década después se la sigue recordando por su personaje, al que volvió a dar vida en la película, en 2017. “Cuando empezamos a hacer La llamada, no sabíamos que se iba a convertir en algo tan icónico. Ocurrió lo mismo con Paquita Salas [otra de las creaciones de los Javis en la que la actriz formó parte]. Me gusta que me sigan vinculando a Susana”, dice.
“Anna es todoterreno. Es igual de buena en comedia que en drama. Eso la hacía perfecta para el papel de Pilar”, explica Borja Cobeaga, cocreador de Su Majestad. “Hizo un capítulo en Vamos Juan y todos flipamos con ella. Todos alucinamos al ver cómo curra y cómo imprime verdad a diálogos que tú has escrito en tu casa. Los dice ella y parece que está improvisando. Es lo más bonito que le puede pasar a un guionista, que no se reconozca que ha escrito el guion”, señala Diego San José. “Cuando surgió la posibilidad de hacer Su Majestad, Borja y yo dijimos: ‘Tiene que hacerla Anna’. Me gusta cuando la gente se olvida del título de una serie y dice: ‘¿Estás viendo la serie de tal actor?’. Me gusta escribir series donde el protagonista tiene tal entidad que acaba siendo el cartel. Con Anna ocurre eso”, añade el guionista.
En pleno bum de La llamada, Castillo protagonizó la película El olivo, de Iciar Bollain, con la que ganó un Premio Goya a mejor actriz revelación. Desde entonces no ha parado de trabajar en cine y televisión. Ha encadenado un éxito tras otro. Paquita Salas, Estoy vivo, Arde Madrid… En 2023 protagonizó la distopía Nowhere, de Albert Pintó, una de las cintas de habla no inglesa más vistas de la historia de Netflix. En 2024 coprotagonizó Escape, de Rodrigo Cortés, junto a Mario Casas.
Ahora, cuando hace un casting, la tratan distinto. “La gente ya me conoce y yo conozco a la gente que me hace las pruebas. Hay un respeto, un cuidado, un cariño”, dice. Sabe que tiene suerte y que es una privilegiada. “Lo soy, porque los castings siguen siendo muy complicados. Hace poco, una amiga mía que es actriz y que tiene mi edad me dijo: ‘Tía, acabo de hacer una prueba y me he sentido como si tuviera 16 años’. Eso es una putada”, reconoce.
Por ahora su teléfono no deja de sonar. Acaba de empezar a rodar el remake de Mi querida señorita junto a la actriz intersexual Elisabeth Martínez, Nagore Aranburu y Paco León, entre otros. La cinta se inspira en la mítica película de Jaime de Armiñán de 1972, considerada la primera incursión del cine español en el tema de la identidad de género. El largometraje original llegó a competir por el Oscar a la mejor película de habla no inglesa, recibió elogios de Frank Capra, Billy Wilder y George Cukor e inspiró a Dustin Hoffman para hacer su papel en Tootsie. Esta nueva versión, dirigida por Fernando González Molina, está adaptada a la mirada a los tiempos actuales: cuenta con guion de Alana S. Portero, autora del superventas La mala costumbre, y está producida por Los Javis para Netflix.
Mi querida señorita será una reivindicación de la intersexualidad y el colectivo LGTBIQ+, temas muy actuales ahora que una nueva ultraderecha internacional persigue la diversidad. Es un proyecto muy personal para la actriz. “Yo soy orgullosamente bisexual. Me gusta formar parte de la lucha del colectivo y mientras pueda darle visibilidad, lo haré”, explica. Todavía hay pocos referentes bisexuales en la industria. “Sigue existiendo mucha bifobia. Creo que la gente necesita que te definas en un lugar concreto. No quiero meterme en follones, pero creo que molesta que no puedan etiquetarme”.
Como activista y mujer progresista, le sorprendió que el año pasado el Congreso Federal del PSOE borrara la Q+ de las siglas LGTBIQ+, eliminando las referencias al término queer, paraguas que cubre las orientaciones sexuales o identidades de género más allá de lesbianas, gais, transexuales e intersexuales. Lo achaca a falta de información. “Yo misma no entendía lo que significaba queer y el plus. Cuando me explicaron que engloba a quienes no se identifican en las otras letras, pensé: la Q+ es perfecta”.
Desde 2023 sale con el actor Álvaro Mel, con el que protagonizó Un cuento perfecto, la exitosa serie de Netflix basada en el best seller de Elísabet Benavent. Desde entonces, su vida privada despierta interés en la prensa del corazón. “Cuando estoy en mi mejor momento como actriz, parece que interesa más mi vida privada que mis proyectos profesionales. Eso me jode”, lamenta. “Pero lo he provocado yo. No es casualidad. He publicado con muy poco pudor mi vida en las redes y eso hace que la gente se interese. Pero no quiero renunciar a compartir lo que me apetezca en Instagram”.
A veces lleva mal el interés mediático. A veces esa atención le genera tensiones en su vida privada. Lleva una década yendo a terapia para gestionarlo. “Voy y vengo, pero siempre vuelvo a terapia”, dice. En abril viajará al Reino Unido para rodar Life and Flowers and Other Things, película de Pelayo de Lario en la que compartirá cartel con Aitana Sánchez-Gijón y la actriz británica Emily Barber. Será su primer papel en inglés y su primera incursión en el cine europeo.
No es muy común que le vaya tan bien a alguien tan joven. Mucho menos en España, donde la mayoría de los jóvenes de su edad no pueden pagar un alquiler ni comprarse una casa. “Mi generación no se puede independizar, ni construir una familia ni comprarse un lugar en el mundo. Eso es una gran putada”, dice. Vuelve a admitir que es una privilegiada. “Yo tuve la suerte de poder comprarme un piso. No tengo este problema, pero toda la gente a mi alrededor, la que se dedica a esto y la que no, lo está pasando muy mal por el tema de la vivienda”.
Por ahora no sabe qué se siente si el teléfono no suena, aunque a veces piensa en ello. “Todos caemos en ese pensamiento en algún momento”. Es consciente de que su oficio es cíclico. “El mensaje que me mando es: tranquila, Anna, algún día te van a dejar de llamar, pero no te van a dejar de llamar para siempre”.