Cuando la escritura creativa combate el turismo y al comercio en Málaga

El malagueño Pablo Bujalance es el impulsor del Taller de Mundos Posibles, un centro de escritura creativa en un barrio popular de su ciudad. Una trinchera creativa que trata de desmentir la interpretación de la cultura como mero acelerador de turismo y comercio

Pablo Bujalance, retratado en el aula donde imparte talleres de escritura creativa.LAURA LEON

Sostiene Pablo Bujalance (Málaga, 48 años) que es posible enamorarse de un lugar. Mantener una relación con el entorno en el que se reside, con sus gentes, comercios, arquitecturas. Es una sensación que le invade y celebra cada día al caminar por La Victoria, barriada al norte del casco histórico de Málaga que le tiene robado el corazón. Por allí pasea con ojos brillantes de pasión dirección a la panadería, el bar del desayuno, la frutería en la que comparte charlas con las vecinas, el artesano que arregla su...

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Sostiene Pablo Bujalance (Málaga, 48 años) que es posible enamorarse de un lugar. Mantener una relación con el entorno en el que se reside, con sus gentes, comercios, arquitecturas. Es una sensación que le invade y celebra cada día al caminar por La Victoria, barriada al norte del casco histórico de Málaga que le tiene robado el corazón. Por allí pasea con ojos brillantes de pasión dirección a la panadería, el bar del desayuno, la frutería en la que comparte charlas con las vecinas, el artesano que arregla sus zapatos. Es la vida que le inspira. La que transmite con palabras certeras en una conversación o en cualquiera de las muchas formas que tiene de comunicar: novela, teatro, poesía, música. O en los artículos periodísticos en los que analiza con precisión quirúrgica su ciudad desde hace 20 años en el diario Málaga Hoy. Y que, fruto de ese amor por la vida cotidiana en su vecindario, también ha materializado en el Taller de Mundos Posibles, una trinchera donde se imaginan otras realidades a partir de la escritura creativa en verso y prosa.

Bujalance tiene apellido de pueblo cordobés —provincia en la que se pierden sus raíces familiares— pero nació en Málaga. Tras licenciarse en Magisterio, probó un año en Pedagogía y acabó Periodismo. Comenzó a ganarse la vida tocando las cuerdas —guitarra, bajo o mandolina— en una banda de rock transgresivo que dejó por la poesía. Hoy la música le da equilibrio, terapia que incluye viajar tras sus ídolos, como hizo en diciembre, cuando acudió a París para rendirse a Paul McCartney. Escribe desde pequeño, aunque no se sintió parte del gremio hasta que entrevistó al argentino Juan Gelman al comienzo de la década de 2000. “De repente paró la entrevista y me dijo: ‘¿Tú eres escritor?’. Yo le respondí que escribía cosas, pero él me aseguró que solo un escritor le haría las preguntas que acababa de hacerle. Hasta entonces me había dado mucho pudor, pero desde entonces sí me reconozco escritor”, relata. Además de tres novelas y otros tantos poemarios, ha publicado cinco obras de teatro y acumula reconocimientos como el concedido por el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro. En 2022 fundó la Verdial Shakespeare Company junto al actor Antonio Zafra, compañía en la que crea espectáculos de y sobre el autor de Stratford-upon-Avon. “Morente decía de Lorca que cada vez escribe mejor. Y yo lo digo sobre Shakespeare”, asegura quien conoce al dedillo la obra del británico y apura hasta la última letra de cada ensayo que se publica sobre su figura. Cree que los personajes shakespearianos le han permitido entender mejor la conducta humana y eso le ayuda a sentirse menos solo.

La personalidad de Bujalance se refleja en su última aventura. El Taller de Mundos Posibles es una aventura familiar junto a su pareja, Manuela, y su hija, Irene, adolescente que escribe, dibuja y fotografía. La semilla germinó en un pequeño piso en 2021. Tras florecer y dar frutos, el pasado septiembre se mudó a una nueva, amplia y coqueta sede en uno de los pocos bajos comerciales que no ha sido transformado en piso turístico. Este milagro fue antes pizzería, academia de inglés, escuela de danza y guardería. Ahora es un envite —sin apoyo público, solo sufragado a partir de las cuotas mensuales de su alumnado— a contracorriente en una ciudad que utiliza la cultura con fines principalmente turísticos. Y donde lo tecnológico ha aterrizado sin tener demasiado en cuenta a los malagueños. La iniciativa ejerce de resistencia frente a un modelo que ha deshumanizado el cercano casco histórico, hoy casi un escenario de cartón piedra donde los visitantes pasean entre franquicias con los pocos vecinos que quedan, obligados a ser figurantes o marcharse. “El problema es la exclusión. Cuando todo se apuesta al turismo y la tecnología, la gente echa de menos otras cosas impulsadas por la propia ciudadanía que son respuesta a una necesidad que este modelo no atiende”.

Bujalance abre el taller, cerca del barrio de La Victoria, donde vive. LAURA LEON
Un momento de una de las sesiones de escritura creativa en el Taller de Mundos Posibles.LAURA LEON

Reivindica y defiende su entorno frente a la turistificación que, tras arrasar el centro, se extiende hacia otras áreas de la ciudad como una mancha de aceite. Su laboratorio de escritura hace de saco de tierra para detener el vertido. “Donde pones en marcha una iniciativa cultural revitalizas el entorno. Es algo que no se ha terminado de entender, quizá porque se mira desde un punto de vista mercantilista. No es rédito económico, es beneficio social”, afirma. Él hace ciudad desde La Victoria, un lugar sin playa que ni desborda patrimonio histórico, ni es pintoresco ni se llena de influencers. No es Triana, el Raval, Pedregalejo o el Cabanyal, pero sus calles aglutinan todo lo que se espera de un barrio: bloques de viviendas populares, fruterías donde a cada cliente se lo conoce por su nombre, bares de menú del día, cafeterías en las que pasar la tarde, vecinos que se saludan por la calle y te preguntan cómo estás. Se ubica en Málaga pero podría hacerlo en cualquier otra urbe mediana por sus ingredientes comunes, esos que integran la ciudad de los 15 minutos. Tan sencillos y complejos a la vez.

El escritor confiesa que le gusta leer las ciudades como un libro y en la suya encuentra demasiados capítulos que se alejan del teórico éxito que ha disparado su popularidad nacional e internacional. Contarlo en Málaga Hoy cada domingo le ha valido numerosas críticas. “Esa es la función del periodismo: si tenemos al emperador desnudo, hay que señalar que está desnudo”, dice, esta vez tirando de Andersen y apurando un caldito de pintarroja en el bar Pepe. Sus crónicas —donde igual celebra la apertura de una biblioteca que critica las infinitas lucecitas navideñas— son seguidas con pasión por quienes asisten a sus cursos de narrativa breve, novela, poesía o teatro. Se celebran en esa habitación luminosa repleta de libros donde huele a flores recién cortadas y café. Por ella han pasado ya 300 personas, aunque hay una docena que asiste a distancia. La más joven tiene 14 años, y la mayor, 82. Unos buscan el Planeta, otros el reconocimiento privado: “Hay quien quiere ser escritor, pero también personas que solo buscan escribir la historia de su familia. Lo más increíble es ver cómo la gente incorpora la escritura a su vida cotidiana. Cómo una madre que trabaja fuera por las mañanas y en casa por las tardes ahora es capaz de sacar un rato para ella sola y escribir”. Los relatos y poemas del alumnado han servido ya a la editorial Bulevar de los Libros para publicar cuatro recopilaciones bajo el título Astrocitos, mientras prepara una colección de autores surgidos de este lugar en el que antes amasaban pizzas y ahora se cocina con palabras para alimentar la cultura del barrio.

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