Un extraño destino

El lodo invadió durante las horas más dramáticas de la dana cuartos de estar, dormitorios, cocinas, baños…, y cuando el nivel del agua volvió a bajar, dejó marcado en las paredes de las casas la altura máxima que había alcanzado. “Hasta aquí llegó el agua”, era la frase más repetida. Estas imágenes fueron tomadas los días posteriores en Paiporta

Marcas del nivel del agua por la Dana de Valencia en una casa de PaiportaRaúl Belinchón

“Hasta aquí llegó el agua”, decían las víctimas de la dana a las cámaras de la tele al tiempo de señalar con el dedo índice el límite entre lo normal y lo insólito. El agua les había llegado al cuello, a la nariz, a los ojos… Lo decían como comparando su altura con la estatura del desastre, lo repetían con la extrañeza del que no acaba de creérselo, como si relataran un sueño que se hubiera introducido obstinadamente en la vigilia con la brutalidad con la que ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

“Hasta aquí llegó el agua”, decían las víctimas de la dana a las cámaras de la tele al tiempo de señalar con el dedo índice el límite entre lo normal y lo insólito. El agua les había llegado al cuello, a la nariz, a los ojos… Lo decían como comparando su altura con la estatura del desastre, lo repetían con la extrañeza del que no acaba de creérselo, como si relataran un sueño que se hubiera introducido obstinadamente en la vigilia con la brutalidad con la que el lodo había irrumpido por sorpresa en sus cuartos de estar, en sus dormitorios, en sus cocinas, en sus baños…

—Hasta aquí llegó el agua.

Marcas de lodo y humedad que llegan hasta las fotos, los quicios de las puertas, los carteles, los calendario y hasta a los relojes ahora detenidos en el tiempo de un instante que todavía dura ©Raúl BelinchónRaúl Belinchón
Marcas de lodo y humedad que llegan hasta las fotos, los quicios de las puertas, los carteles, los calendario y hasta a los relojes ahora detenidos en el tiempo de un instante que todavía dura ©Raúl BelinchónRaúl Belinchón
Marcas de lodo y humedad que llegan hasta las fotos, los quicios de las puertas, los carteles, los calendario y hasta a los relojes ahora detenidos en el tiempo de un instante que todavía dura ©Raúl BelinchónRaúl Belinchón
Marcas de lodo y humedad que llegan hasta las fotos, los quicios de las puertas, los carteles, los calendario y hasta a los relojes ahora detenidos en el tiempo de un instante que todavía dura ©Raúl BelinchónRaúl Belinchón
Marcas de lodo y humedad que llegan hasta las fotos, los quicios de las puertas, los carteles, los calendario y hasta a los relojes ahora detenidos en el tiempo de un instante que todavía dura ©Raúl BelinchónRaúl Belinchón
Marcas de lodo y humedad que llegan hasta las fotos, los quicios de las puertas, los carteles, los calendario y hasta a los relojes ahora detenidos en el tiempo de un instante que todavía dura ©Raúl BelinchónRaúl Belinchón
Marcas de lodo y humedad que llegan hasta las fotos, los quicios de las puertas, los carteles, los calendario y hasta a los relojes ahora detenidos en el tiempo de un instante que todavía dura ©Raúl BelinchónRaúl Belinchón
Marcas de lodo y humedad que llegan hasta las fotos, los quicios de las puertas, los carteles, los calendario y hasta a los relojes ahora detenidos en el tiempo de un instante que todavía dura ©Raúl BelinchónRaúl Belinchón
Marcas de lodo y humedad que llegan hasta las fotos, los quicios de las puertas, los carteles, los calendario y hasta a los relojes ahora detenidos en el tiempo de un instante que todavía dura ©Raúl BelinchónRaúl Belinchón
Marcas de lodo y humedad que llegan hasta las fotos, los quicios de las puertas, los carteles, los calendario y hasta a los relojes ahora detenidos en el tiempo de un instante que todavía dura ©Raúl BelinchónRaúl Belinchón
Marcas de lodo y humedad que llegan hasta las fotos, los quicios de las puertas, los carteles, los calendario y hasta a los relojes ahora detenidos en el tiempo de un instante que todavía dura ©Raúl BelinchónRaúl Belinchón
Marcas de lodo y humedad que llegan hasta las fotos, los quicios de las puertas, los carteles, los calendario y hasta a los relojes ahora detenidos en el tiempo de un instante que todavía dura ©Raúl BelinchónRaúl Belinchón
Marcas de lodo y humedad que llegan hasta las fotos, los quicios de las puertas, los carteles, los calendario y hasta a los relojes ahora detenidos en el tiempo de un instante que todavía dura ©Raúl BelinchónRaúl Belinchón
Marcas de lodo y humedad que llegan hasta las fotos, los quicios de las puertas, los carteles, los calendario y hasta a los relojes ahora detenidos en el tiempo de un instante que todavía dura ©Raúl BelinchónRaúl Belinchón
Marcas de lodo y humedad que llegan hasta las fotos, los quicios de las puertas, los carteles, los calendario y hasta a los relojes ahora detenidos en el tiempo de un instante que todavía dura ©Raúl BelinchónRaúl Belinchón
Marcas de lodo y humedad que llegan hasta las fotos, los quicios de las puertas, los carteles, los calendario y hasta a los relojes ahora detenidos en el tiempo de un instante que todavía dura ©Raúl BelinchónRaúl Belinchón
Marcas de lodo y humedad que llegan hasta las fotos, los quicios de las puertas, los carteles, los calendario y hasta a los relojes ahora detenidos en el tiempo de un instante que todavía dura ©Raúl BelinchónRaúl Belinchón
Marcas de lodo y humedad que llegan hasta las fotos, los quicios de las puertas, los carteles, los calendario y hasta a los relojes ahora detenidos en el tiempo de un instante que todavía dura ©Raúl BelinchónRaúl Belinchón
Marcas de lodo y humedad que llegan hasta las fotos, los quicios de las puertas, los carteles, los calendario y hasta a los relojes ahora detenidos en el tiempo de un instante que todavía dura ©Raúl BelinchónRaúl Belinchón
Marcas de lodo y humedad que llegan hasta las fotos, los quicios de las puertas, los carteles, los calendario y hasta a los relojes ahora detenidos en el tiempo de un instante que todavía dura ©Raúl BelinchónRaúl Belinchón
Marcas de lodo y humedad que llegan hasta las fotos, los quicios de las puertas, los carteles, los calendario y hasta a los relojes ahora detenidos en el tiempo de un instante que todavía dura ©Raúl BelinchónRaúl Belinchón
Marcas de lodo y humedad que llegan hasta las fotos, los quicios de las puertas, los carteles, los calendario y hasta a los relojes ahora detenidos en el tiempo de un instante que todavía dura ©Raúl BelinchónRaúl Belinchón
Marcas de lodo y humedad que llegan hasta las fotos, los quicios de las puertas, los carteles, los calendario y hasta a los relojes ahora detenidos en el tiempo de un instante que todavía dura ©Raúl BelinchónRaúl Belinchón
Marcas de lodo y humedad que llegan hasta las fotos, los quicios de las puertas, los carteles, los calendario y hasta a los relojes ahora detenidos en el tiempo de un instante que todavía dura ©Raúl BelinchónRaúl Belinchón
Marcas de lodo y humedad que llegan hasta las fotos, los quicios de las puertas, los carteles, los calendario y hasta a los relojes ahora detenidos en el tiempo de un instante que todavía dura ©Raúl BelinchónRaúl Belinchón
Marcas de lodo y humedad que llegan hasta las fotos, los quicios de las puertas, los carteles, los calendario y hasta a los relojes ahora detenidos en el tiempo de un instante que todavía dura ©Raúl BelinchónRaúl Belinchón
Marcas de lodo y humedad que llegan hasta las fotos, los quicios de las puertas, los carteles, los calendario y hasta a los relojes ahora detenidos en el tiempo de un instante que todavía dura ©Raúl BelinchónRaúl Belinchón

Llegó hasta el calendario y hasta los relojes deteniendo el tiempo en un instante que todavía dura, que quizá no deje de durar el resto de sus vidas. Allá donde la pintura o el papel de las paredes se levantó por efecto de la humedad, quedaron abundantes escaras, es decir, porciones de tejido necrosado que evocaban las heridas de la piel. Dolían tanto, de hecho, como si las llagas, en vez de en las paredes, se abrieran en sus cuerpos. Sobre los azulejos, protegidos por la capa de vidrio que los caracteriza, el lodo había dejado escaras de feísimo aspecto, tan feo que podrían confundirse asimismo con el producto de un anómalo proceso digestivo. Nos sorprendió el gusto de la calamidad por la abstracción, pues acabó con todo lo figurativo, incluidas las existencias de las gentes que habitaban aquellas habitaciones profundamente realistas, incluso decididamente costumbristas. Cuesta alcanzar el significado último de tantas sombras dejadas por doquier, como al dictado de un extraño destino.


Sobre la firma

Más información

Archivado En