Suarez, una historia brillante
La prestigiosa firma joyera está de celebración y cumple 80 años en buena forma. Todo empezó en una pequeña tienda-taller de Bilbao y hoy la casa, ya en su tercera generación, tiene 62 puntos de venta y está inmersa en un proceso de apertura de mercados en México, Portugal y Arabia Saudí.
“Todas las familias felices se parecen; las desdichadas lo son cada una a su modo”. La frase perfecta que abre la novela Anna Karenina (León Tolstói, 1878) bien podría servir para contar la historia de la familia joyera Suárez, aunque esta vez el final sea feliz. La saga que empezó en 1943 con una tienda-taller de 20 metros cuadrados en la zona antigua de Bilbao ha conseguido colocar un apellido, Suarez, sin especial pedigrí ni compuestas resonancias, en la cima de la alta joyería.
En 2024 la casa cumple 80 años y cuenta con su tercera generación de joyeros, pero su historia quedó trágicamente marcada por el accidente de tráfico donde murieron sus fundadores, Emiliano Suárez Faffián y su esposa, Sara. “Fue el 2 de noviembre de 1974″. Benito Suárez, copresidente del Grupo Suárez y segunda generación de la familia, aún recuerda con precisión la fecha de la muerte de sus padres. Desde ese día él y su hermano Emiliano, ambos en la veintena, asumieron el negocio familiar.
“Parece que mi abuelo sabía que iba a morir joven”, reflexiona Juan Suárez, nacido en 1984 y actual CEO de la marca, “porque mi tío y mi padre empezaron a trabajar con 13 y 15 años, y se iban sacando los cursos del colegio con clases y exámenes en casa. Mi padre y mi tío llevan 50 años viajando por el mundo buscando la materia prima perfecta al mejor precio posible, y yo he ido con ellos desde los 14 años para ayudarlos. Ahora lo estamos haciendo con mis sobrinos”.
Cuenta Benito que, tras la inesperada muerte de sus padres, él y su hermano siguieron haciendo lo que habían aprendido desde pequeños. “Viajábamos personalmente para buscar la selección más exclusiva de la materia prima, visitábamos París para ver las tendencias y luego adaptarlas a nuestro negocio. En ese momento éramos muy jóvenes y consideramos cambiar la localización de la tienda”. Sin salir de Bilbao, en 1975 se fueron del barrio antiguo a la calle de Ercilla, y tres años después abrieron en la calle del Correo. Visto con los ojos de hoy, Benito afirma que aquello fue “un gran acierto”.
La emblemática tienda de Serrano, 63 en Madrid se abrió en 1982. “Fue la razón por la que soy el único de mi quinta que ha nacido en Madrid”, razona Juan, que en 2022 fue nombrado CEO del grupo después de cofundar y pasar una década en Aristocrazy, la otra marca del grupo. La tercera generación tiene la misión de llevar adelante lo que ellos llaman “la promesa de Suárez”. A saber: una manufactura exquisita que combina artesanía con tecnología, una materia prima de altísima calidad y un diseño estilizado, a veces atrevido, pero de fácil lectura.
En las oficinas de Suarez, una planta por encima de la emblemática tienda del número 63 de Serrano, encontramos al gemólogo de la casa, Javier Bernuy. Lleva 40 años acompañando a Benito Suárez por el mundo buscando rubíes, esmeraldas y zafiros. Las big three llaman a las tres piedras más caras del mercado. “Hemos estado en todo el mundo, en lo más lejano de Asia, en la India, en Hong Kong, y en Bangkok, que es donde está el mercado más importante”. Una de las frases preferidas de Benito, que fue, por cierto, karateca de élite, es: “Lo mejor no te lo traen, hay que ir a buscarlo”.
Así que tres o cuatro veces al año se van por el mundo a comprar piedras preciosas. “Para este oficio se requiere gusto y buen ojo para ver belleza en la piedra bruta”, dice Bernuy, que sostiene que el mercado de rubíes, zafiros y esmeraldas funciona como el de las frutas: “Vas, miras, tocas, negocias el precio y compras. El diamante en cambio lo canalizamos a través de la Bolsa de Amberes, aunque compremos en Sudáfrica, Nueva York o Hong Kong, porque es más seguro”.
Suarez siempre ha presumido de no trabajar con intermediarios: “Eran obsesiones que ya estaban en la cabeza de mi abuelo”, confirma Juan. “Nuestros clientes finales se benefician de los buenos precios que saquemos, y más de una vez hemos comprado demasiado bien”, avisa el gemólogo. “¿Cómo se reconoce un buen material? Te tiene que decir algo la piedra. Es como con las personas, se le ve en los ojos”, zanja.
Asegura el experto de Suarez que la piedra tiene vida, habla con la luz y el color, pero luego hay que coger la lupa para comprobar la calidad, y ver si tiene o no “inclusiones”. Así se conoce en el mundillo a las pequeñas impurezas de una piedra preciosa. Lo más bello que ha encontrado ha sido un corazón de zafiro de 20 quilates. “Era de un azul que te llenaba los ojos, lo encontré en Bangkok. Ves algo así, miras el precio, piensas en los potenciales clientes y decides si te la llevas o no. Tampoco tiene sentido comprar una piedra enorme que luego no se pueda montar en una joya”.
Una vez hecha la compra se certifica cada piedra y se hace una importación con los controles de aduana correspondientes y toda la mercancía asegurada. Suele tardar un mes en llegar a Madrid. En la sede de Serrano, 63 pasa entonces una cosa curiosa. “A la luz espectacular de Madrid las piedras lucen mucho más bonitas que en Bangkok, donde todo es gris y nublado”, cuenta el experto.
La joya queda entonces en manos del departamento de diseño, su creación puede nacer de la propia piedra preciosa que inspira una pieza única, o a la inversa, se buscan piedras para diseñar piezas especiales. Giovanna de Peverelli, en la casa desde 1991, guarda en su memoria y en sus archivos los encargos más exóticos, desde un amuleto protector con el arcángel Gabriel “con todos sus elementos” hasta pendientes para una novia con un lóbulo muy particular y un agujero muy pegado a la cara. De Peverelli llegó a Suarez mucho antes del diseño 3D y de los ordenadores, que hasta 2009 no llegaron a la mesa de los diseñadores. “Yo hacía mis prototipos y mis primeras pruebas con papel”, recuerda. Trabaja mano a mano con Rubén García, que entró a los 17 como artesano en la marca y ahora, con 62, dirige el departamento de diseño. Su misión es mantener “el estilo Suarez”, que él define como una joya estilizada, elegante y atemporal, con influencia art déco, de gran calidad y fácil de llevar. La llegada de la impresión 3D que Benito define como “el cambio más radical” en el proceso creativo de las joyas Suarez ayuda a desarrollar la idea y a ajustar la pieza con dimensiones reales.
La tercera generación de Suarez coge el timón de una empresa con 62 puntos de venta, cuyos mercados principales son España y México, y ahora se abre camino en Portugal y Arabia Saudí. Ver mundo es algo que siempre se le ha dado muy bien a la saga, que en su afán por crecer e internacionalizarse no quiere dejar de ser una empresa familiar. “El futuro puede dar muchas vueltas, pero preferimos por ahora la independencia y flexibilidad que supone seguir siendo familia. Queremos ser una alternativa disruptiva en la joyería de lujo y para eso hay que tomar decisiones rápidas y entre pocas personas”, dice Juan Suárez.
A los 80 años, Suarez tiene todo lo que hay que tener para entrar en la historia por la puerta grande. Desde haber firmado joyas para Sofía de Habsburgo, archiduquesa de Austria, hasta haber creado los anillos de compromiso de María Pombo. También tiene, por supuesto, una joya involucrada en un sonado caso judicial. En 2004, para anunciar el compromiso real, el entonces príncipe de Asturias regaló a su novia, Letizia Ortiz, una alianza de oro blanco y brillantes en baguette tasada en 3.000 euros. Los españoles pudimos apreciarla en los primeros planos que le dedicó la televisión. La Reina, que solía llevarla a diario, hace unos años dejó de usarla. Según se publica en el libro Urdangarin. Un conseguidor en la corte del rey Juan Carlos (2012), que cita a Diego Torres, entonces socio de Undangarin, ambos compraron la pieza en Barcelona a petición de Felipe, y fue pagada con una tarjeta de crédito de Nóos. En el largo listado de facturas del sumario de la trama no hay rastro del resguardo de esa compra. Ni la Casa Real ni la joyería han desmentido a Torres. No hay leyenda sin intriga, brillantes y dinero negro. Así también entra una casa de joyas en la historia.