Quinndy Akeju: “Muchos creen que darle derechos a unos supone quitárselos a otros”

Esta enfermera y activista al frente de la asociación Afrocolectiva lucha por una España en la que se pueda ser negro, tanto si se es inmigrante como si no, sin ser un ciudadano de segunda

Quinndy Akeju posa en BIlbao.Gianfranco Tripodo

Fue complicado quedar con Quinndy Akeju (Zaragoza, 24 años). Después de un primer contacto, dejó de responder a llamadas y mensajes. Pero no fue por desinterés: estaba demasiado ocupada parando la deportación de Youssef el Mahmoudi, un activista saharaui de 21 años que llevaba ...

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Fue complicado quedar con Quinndy Akeju (Zaragoza, 24 años). Después de un primer contacto, dejó de responder a llamadas y mensajes. Pero no fue por desinterés: estaba demasiado ocupada parando la deportación de Youssef el Mahmoudi, un activista saharaui de 21 años que llevaba más de dos semanas retenido en el aeropuerto de Bilbao. Akeju, que representaba a su organización Afrocolectiva, y varias activistas más lograron, in extremis, que el piloto se negara a despegar el avión que deportaría a El Mahmoudi a Tánger. La victoria de las activistas fue retransmitida por redes sociales, las personales de Akeju y también en Afrocolectiva, un medio de comunicación que ella define como de deconstrucción afrofeminista, antirracista y panafricanista y que tiene 172.000 seguidores en Instagram y más de 3,4 millones de likes en TikTok.

Akeju, nacida en Zaragoza de padres nigerianos y criada por una madre soltera que tiene dos hijos más, ahora vive en Bilbao, donde también lidera Follow The Party Bilbao, una comunidad que a través del baile transmite la cultura africana. Ella misma da clases de distintas danzas de origen afro y participa como bailarina en festivales. “Ahora a todo el mundo le gustan los ritmos afro, pero no se puede desligar la cultura de las personas, no puedes tomar solo el ritmo y olvidarte de la gente”, defiende. Akeju se define como nigeriana y yoruba, un pueblo originario de África Occidental, y en sus redes vierte gran parte de las experiencias de racismo social e institucional que ha vivido a lo largo de su vida por haber sido, en muchas ocasiones, la única persona negra en la sala. Podría parecer que con una agenda tan apretada no le queda tiempo para nada más, pero, en realidad, la mayor parte de su día lo dedica a cuidar de los demás ejerciendo de enfermera en el Servicio Vasco de Salud (Osakidetza).

¿Por qué eligió estudiar Enfermería?

Siempre quise ser enfermera, pero en primero de bachillerato entendí que Enfermería era la ciencia de cuidar. Eso que nos permite sobrevivir en un mundo en el que las cosas van mal. He crecido entre madres cuidadoras, mujeres cuidadoras, y aunque mi madre no sea enfermera, aprendí muchas cosas de cuidado de ella. ¿Sabes? Las hijas de migrantes no nos podemos permitir no ser buenas estudiantes. Tenemos que estudiar para tener un buen trabajo.

¿Cómo fue ese primer día de trabajo?

Con mi título de la Universidad de Burgos, una universidad española, vine a Bilbao y, bueno, me dijeron que no podía trabajar porque no tenía la nacionalidad.

Creía que la nacionalidad solo hacía falta para opositar.

La persona de recursos humanos se equivocó. Cuando yo llamé me dijo que yo no podía trabajar en el sistema público de salud. Sentí una impotencia increíble y pensé: a ver, ¿qué está pasando aquí? Hay una cosa de la que la gente no se da cuenta sobre el racismo y es que el racismo no es solamente este odio activo contra las personas racializadas. Es también cuánto de ese desconocimiento o de esas discriminaciones hemos interiorizado hasta el punto de que ni siquiera nos cuestionamos cuando estamos en posiciones de poder. Ni siquiera nos cuestionamos por qué a ciertas personas se las deja fuera. Esta mujer, que trabaja en recursos humanos del hospital, en ningún momento se paró a pensar: “Es una persona extranjera, igual puede trabajar, voy a mirarlo”. No, dijo: “Sin nacionalidad no puedes trabajar”. Eso hace que a mí se me excluya de una oportunidad que soy legítima de tener. Es un error administrativo.

Dice que es extranjera y migrante, pero en realidad ha nacido en Zaragoza.

Extranjera burocráticamente. Nací de padres nigerianos y heredé su nacionalidad porque en España rige la norma ius sanguinis [criterio jurídico por el que la nacionalidad se transmite en función del país de origen de los padres y no en el que hayas nacido] y no la ius soli [por la que, al nacer en determinado país, este te considera automáticamente ciudadano, como en EE UU]. Y aunque no sea inmigrante, era extranjera de papeles, tenía un NIE [número de identificación de extranjeros] que me tenía que renovar en Extranjería. Yo flipé el día que me dijeron que si no llegaba a renovarlo, me podían deportar a un país que no había pisado en mi vida, a Nigeria.

¿Nunca ha ido a Nigeria?

Nigeria es un país que no conozco porque no podíamos ir por motivos económicos. Mi madre nos sacó adelante a mí y a mis dos hermanos con trabajos muy precarios y no podía comprar unos billetes para viajar. Bueno, he dicho que no conozco el país, pero eso no es así. No he pisado Nigeria, pero conozco el país porque he crecido abrazada por la cultura nigeriana y esa cultura me ha salvado de muchas crisis identitarias.

¿Ha tenido crisis de identidad?

Cuando las personas racializadas crecemos en un mundo o en una sociedad que es mayoritariamente blanca, creces en la escuela siendo la única negra, creces yendo por la calle siendo de las pocas negras, siempre hay ciertas discriminaciones que todos los días te van picando, picando, picando, hasta que te llega al tuétano. Por ejemplo, el tema del bullying por racismo.

¿Sufrió bullying en la escuela?

Sí.

¿Qué le decían?

De todo. “Negra de mierda, vuelve a tu país…”. Críos, críos diciendo vuelve a tu país, porque los niños saben que hay una razón por la que decirle a alguien “tienes color caca” está mal y lo hacen. Recuerdo que me tiraban de las trenzas, hacían como si yo fuera un caballo y cuando no llevaba el pelo trenzado me llamaban micrófono y todo el mundo me lo tocaba.

“No me toques el pelo”, ya lo dijo Emma Dabiri.

Sí, la gente no se da cuenta de que la objetificación de una persona pasa por eso. No tienes derecho a tocarle el pelo a alguien solo porque te parece interesante.

¿Hay protocolos antirracistas en las escuelas?

Faltan muchos protocolos antirracistas en los colegios, y no solo protocolos antirracistas, hace falta también un cambio en el currículo didáctico para educar activamente en valores antirracistas. Porque el racismo se hace activamente, de la misma manera, se tiene que hacer activamente el antirracismo. Luego a medida que vas creciendo también está el factor de que tú como una persona negra, como una mujer negra, tu palabra no vale lo mismo que la de tus compañeros de clase porque te parece que no podemos ser inteligentes, tenemos que ser excepcionalmente inteligentes.

¿Tenía que demostrarlo?

Sí, sí. Hay una creencia de que las personas ya sean migrantes o racializadas tenemos que ser excepcionales para ser aceptadas. No podemos ser mediocres. Tenemos que ser superexcepcionales para ser vistos.

Quinndy Akeju. ©Gianfranco Tripodo ----PIEFOTO---- Quinndy Akeju posa en Bilbao. Gianfranco Tripodo

¿De dónde vienen esas creencias?

Un factor muy importante es el colonialismo, porque de allí viene casi todo. El colonialismo hace el racismo y el primer brazo característico del racismo es la deshumanización. Empiezan a decir que somos vagos, que no trabajamos, que vivimos de las pagas, de las ayudas, del Estado, que además está un poco en contraposición con esa otra creencia que también dice que robamos el trabajo. Este estereotipo es superprevalente en nuestra sociedad porque también les interesa a muchas formaciones políticas, sobre todo de la derecha y de extrema derecha, que quieren que la sociedad piense que el problema de todo lo que está pasando, la crisis económica, es culpa de las personas migradas.

Una cabeza de turco.

Y esa sociedad polarizada empieza a creer que la migración hay que pararla. Pero no es algo que se pueda parar. La migración es un derecho reconocido en el artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Pero ahora quieren que la gente crea que es un privilegio reservado solo a ciertas personas que dependiendo de su origen o su color de piel tienen derecho a migrar. Mira, hay muchas personas que piensan que los derechos son como un pastel que está dividido en trozos y si se reparte, ellos se quedan con menos. Pero eso no es así. Que yo tenga derecho a migrar a ti no te quita ningún derecho.

Este año se cumplen 32 años de la llegada de la primera patera a Canarias.

Y van a seguir llegando en esas condiciones deplorables y perdiendo, literalmente, la vida en el mar.

El mayor sistema de disuasión migratorio español es la valla de Ceuta y Melilla.

Hasta el día de hoy, el Estado español no ha asumido su responsabilidad en la masacre de la valla de Melilla [en junio de 2022 murieron, oficialmente, 23 personas].

¿Ha cambiado algo después de esa masacre?

Para el movimiento antirracista ha habido algo, mucha tristeza pero también más fuerza para seguir adelante. Para nosotros no es indiferente que hayan matado a esas personas que además huían de una guerra. Se podía haber hecho de otra forma, y lo sabemos porque ha pasado con Ucrania. El claro ejemplo de cómo es un racismo institucional: un racismo sistémico que deshumaniza por el color de piel y por el origen, porque Ucrania está mucho más lejos que el continente africano. Ya ni siquiera vamos a hablar de continente africano, porque hay ciudades del Estado español que están en él. Hay países del continente africano, por ejemplo, antiguas colonias españolas, que tienen el mismo currículo escolar que aquí. Cuando las personas migrantes ucranias llegaban aquí se regularizaron en tiempo exprés. Me alegro mucho. Es que así es como tendrían que hacer las cosas.

¿Hay más racismo institucional o social?

No me gusta hablar de más o menos porque uno es el caldo de cultivo del otro. Como la ley de extranjería o como las perfilaciones raciales que hace la policía.

¿Le ha parado la policía por ser negra?

Varias veces. Recuerdo una, cuando vivía en Burgos. Volvía a las tres de la madrugada de estudiar en la biblioteca. No conseguí taxi y volvía andando. Recuerdo que llovía. Empezó a seguirme un coche de la policía y pusieron las luces. Me paré. Me pidieron la documentación. Dieron mis datos por un walkie-talkie a la centralita y me devolvieron el NIE. Les pregunté que por qué me habían parado: “Porque puedes estar robando o algo”.

¿Se lo dijeron tal cual?

Me estaba empapando y llevaba la mochila llena de libros. Pero las personas racializadas somos todas sospechosas hasta que se demuestre lo contrario.

¿Qué sintió cuando recibió la nacionalidad?

Dos sensaciones: por una parte, alegría. Nací aquí y he vivido toda mi vida aquí y hasta entonces no podía opositar o votar. Esto segundo era muy importante para mí porque siempre veíamos con mi madre y mis hermanos los debates electorales aunque no pudiéramos votar. Y, claro, sentí una alegría inmensa, pero por otro lado también pensé: ¿cuántas personas en mi misma situación viven aquí y siguen sin tener estos derechos? Por otra parte, por la ley de extranjería y como no hay convenios entre España y Nigeria, tuve que renunciar a mi nacionalidad nigeriana.

¿Cómo vivió ese momento?

¿Es necesario? Jurar bandera, decirlo todo en voz alta… Es violento.

¿Se siente española?

Antes hablamos de la crisis de identidad. Mira, hubo un momento que yo pensaba que era de aquí, pero claro, vives rodeada de mensajes que te dicen que no eres de aquí. En los anuncios no sale gente como tú, no hay médicos como tú o enfermeras y la sociedad te va desplazando y todo el rato te preguntan de dónde eres, y tú piensas que te preguntan por tu barrio y dices: “Nací en Zaragoza, en Las Fuentes”. Y te dicen: “No, no, de dónde eres de verdad”. Claro, entiendes que te están preguntando: “¿Por qué eres negra?”. Porque sigue habiendo una idea en el imaginario de que los negros o los africanos no podemos nacer aquí o hablar bien castellano. Al final, mi sentimiento de pertenencia ha acabado ligado a África.

¿Ha ido a peor el discurso racista con los años?

Ahora es más explícito. Siempre ha habido discurso racista, pero ahora no se cortan porque tienen en Vox un respaldo institucional y en algunos medios también.

Por primera vez en la historia, la selección española de fútbol tiene a dos jugadores hijos de migrantes y afrodescendientes. ¿No ayuda eso a normalizar la situación? ¿A combatir el racismo de algún modo?

Y antes de que vinieran ya estaba Ana Peleteiro o Salma Paralluelo. Sí, sí sirve, pero las personas de los ámbitos deportivos también sufren mucho racismo. Cuando Lamine Yamal salió a celebrar con la selección española haber ganado la Eurocopa, hubo gente que le cantó: “Lamine Yamal, come jamón”. ¿Sabes qué pasa? La representación, si no hay medidas institucionales, si no hay acciones detrás o una educación social detrás, no va a ninguna parte.

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