Las heridas del asesinato de Marie Trintignant siguen abiertas 20 años después
Un libro resucita uno de los crímenes más célebres de la Francia reciente: la muerte de la popular actriz francesa a manos de su amante, la estrella del rock Bertrand Cantat
Durante la noche del 26 al 27 de julio de 2003, en la habitación de un hotel de Vilna, la capital lituana, el cantante francés Bertrand Cantat molió a golpes a la actriz Marie Trintignant. Trasladada a Francia, la popular intérprete de cine y teatro moriría cinco días después a sus 41 años en un hospital de Neuilly-sur-Seine como consecuencia de las lesiones provocadas por su amante. Según los posteriores exámenes médicos, Cantat infligió a su víctima un total de 19 puñetazos. El impacto popul...
Durante la noche del 26 al 27 de julio de 2003, en la habitación de un hotel de Vilna, la capital lituana, el cantante francés Bertrand Cantat molió a golpes a la actriz Marie Trintignant. Trasladada a Francia, la popular intérprete de cine y teatro moriría cinco días después a sus 41 años en un hospital de Neuilly-sur-Seine como consecuencia de las lesiones provocadas por su amante. Según los posteriores exámenes médicos, Cantat infligió a su víctima un total de 19 puñetazos. El impacto popular provocado en Francia por el asesinato fue inmenso, ocupando durante semanas portadas de revistas y diarios y arranques de informativos de radio y televisión.
Cantat, que fue detenido, juzgado en Lituania y sentenciado a ocho años, condena que acabaría cumpliendo en gran parte en una prisión francesa, era una auténtica estrella en su país. Lo que comúnmente suele denominarse un fenómeno de masas, como líder del grupo de rock Noir Désir, una de las bandas más populares de Francia. También era un indisimulado portavoz de los movimientos ligados a la izquierda ecologista e internacionalista. En cuanto a Marie Trintignant, hija del gran actor Jean-Louis Trintignant y de la guionista y directora Nadine Trintignant, era una de las actrices más populares de Francia gracias a su belleza inquietante, sus contrastadas dotes interpretativas y sus trabajos a las órdenes de directores de alcurnia como Claude Chabrol, Alain Corneau, Ettore Scola, Leos Carax, Jacques Doillon o su propia madre. Precisamente, la víctima se encontraba en Vilna participando en el rodaje de un telefilme sobre la escritora francesa Colette dirigido por Nadine Trintignant.
La muerte brutal de la actriz provocó unas heridas nunca del todo cicatrizadas ni en el entorno de la asesinada, ni el de su asesino, ni en la gran familia del cine francés, ni en los medios judiciales, ni en los medios de comunicación… ni en la ilimitada capacidad de generar morbo por parte de ciertas cabeceras y de ciertos personajes. Ahora, Désir noir (deseo negro), el libro de la periodista Anne-Sophie Jahn, vuelve a reabrir esas heridas.
La tesis de su investigación es clara: Cantat, que desde hace cosa de ocho años reanudó su carrera —eso sí, con recurrentes anulaciones de conciertos y protestas en las puertas de los locales donde actuaba—, se benefició de un clima de omertà perpetrado desde las filas del mundo musical y periodístico que hoy, años después y con el fenómeno MeToo por medio, no habría sido posible. Tesis apoyada por la cantante y ex primera dama francesa Carla Bruni, quien, en una entrevista en el semanario Le Point, declaraba: “Hubo una indulgencia mediática con respecto a Cantat, en aquella época un icono de la izquierda, y eso se debe a la orientación política de los medios y del ámbito de la cultura”.
En su libro, Jahn cita al entorno de Bertrand Cantat, incluido su hermano Xavier, que llegó a hablar en su día de “una beatificación de Marie Trintignant perpetrada por el microcosmos cinematográfico” y de “alguien desequilibrado y violento que consumía drogas y alcohol”.
Pero sobre todo, la periodista sitúa como un sutil telón de fondo del relato a Krisztina Rády, esposa de Bertrand Cantat en el momento de los hechos y madre de sus dos hijos, Alice y Milo. Rády defendió el honor de su esposo durante el juicio de Vilna: “Nunca levantó la mano ni contra mí ni contra nadie”, aseguró. En su anterior libro, Los siete pecados capitales del rock, Anne-Sophie Jahn ya había avanzado que aquel testimonio favorable resultó clave para que Cantat fuera condenado a ocho años en vez de a quince como pedía el fiscal lituano. Sin embargo, en privado, ante el escritor, guionista y director Samuel Benchetrit —exmarido de Marie Trintignant— Rády habría confesado que Cantat llevaba años sometiéndola a violencias físicas y psicológicas. Krisztina Rády se suicidó el 10 de enero de 2010. La encontraron ahorcada en la casa de Burdeos que había vuelto a compartir con Bertrand Cantat.