Manolo Blahnik: “¡Estos 50 años me han parecido 50 días!”
El diseñador de zapatos más famoso del mundo dice que en el futuro le gustaría fabricar menos piezas y que se reparen una y otra vez . Cumple medio siglo de oficio, todavía aislado por la pandemia, y sigue trabajando y dibujando con efervescencia y pasión.
Cuando Manolo Blahnik habla es difícil distinguir la ficción de la realidad. No porque mienta, sino porque en su relato mezcla sus recuerdos con los de sus películas favoritas, y las referencias a una biografía ciertamente cinematográfica se salpican aquí y allá con citas culturales tan sentidas que parecen vivencias propias.
Manolo nació en La Palma hace 79 años, hijo de una palmera y un checo. Y entre plataneros y revistas de moda importadas de Argentina se forjó un carácter exuberante que salió de la isla para...
Cuando Manolo Blahnik habla es difícil distinguir la ficción de la realidad. No porque mienta, sino porque en su relato mezcla sus recuerdos con los de sus películas favoritas, y las referencias a una biografía ciertamente cinematográfica se salpican aquí y allá con citas culturales tan sentidas que parecen vivencias propias.
Manolo nació en La Palma hace 79 años, hijo de una palmera y un checo. Y entre plataneros y revistas de moda importadas de Argentina se forjó un carácter exuberante que salió de la isla para estudiar Derecho en Ginebra y que, tras pasar por París y Nueva York y afincarse en Londres, le convirtió en el zapatero más famoso del mundo. La voz de Blahnik, como su cabeza, tiende a ir una velocidad más rápida que la de los demás. En una conversación a mediados de febrero, al otro lado del teléfono, su charla brota torrencial y expansiva, como siempre son las suyas.
Lamento que esta conversación no pueda producirse en persona, pero tengo entendido que lleva dos años guardando distancia social por la pandemia y que no ha visto ni a su familia ni a su equipo.
Sí, he pasado estos dos años de pandemia encerrado en mi casa de Bath [Inglaterra]. No he visto a nadie. Sufrí una pulmonía muy severa antes de todo esto y, por tanto, soy una persona muy vulnerable al virus y debo protegerme. En estos últimos meses han muerto muchos amigos de covid, como André Leon Talley. Estoy esperando que me pongan la cuarta dosis de la vacuna, pero no me siento aún lo suficientemente tranquilo para salir. Estoy un poco en una prisión, llevo dos años encerrado aquí a excepción de unos días que me fui solo a Canarias para estar con los perros. Tengo siete en mi casa de La Palma.
¿Cómo ha vivido este encierro?
Siempre he sido un poco solitario y no necesito mucho más que mis libros, pero echo de menos ir a la oficina y ver a la gente. He estado dibujando sin parar y trabajo todo el tiempo con estas nuevas tecnologías. Ayer pasé cinco horas en un zoom con la fábrica, explicando colores y detalles. Me desespera. Me puse muy nervioso y no pude dormir por la noche. La verdad es que he vivido todo esto con angustia y mi manera de evadirme ha sido soñando. Me creo una realidad que no tiene nada que ver con la que estamos sufriendo. He estado releyendo La montaña mágica, de Thomas Mann, gracias al libro de este año de Colm Tóibín sobre su vida [The Magician], y me impresionó lo que una obra puede seguir evocando casi un siglo después de ser escrita. Ahora mismo estoy muy metido en los escritores europeos de los años treinta. Aunque ya lo he leído todo en realidad y siento que ahora solo estoy releyendo.
¿Dónde encuentra la inspiración para seguir trabajando sin salir de casa?
¡De muchas maneras! Me inspira charlar con Mary Beard sobre las perlas que llevaba Calígula en un retrato, por ejemplo. Ella es una de mis amistades telefónicas, personas con las que me paso horas hablando, y esas conversaciones me aportan muchísimo. También FlixOlé, que una amiga me recomendó y donde veo todas las películas de Marifé de Triana y Paquita Rico. Me apasiona ver toda esa historia del cine español, y de España, así como la filmografía de José Isbert o de Bardem. Leer a Dostoievski y ver películas españolas es mi premio después de esas frustrantes horas en Zoom. También me encantan las telenovelas mexicanas de Kate del Castillo.
¿Qué tal se arregla con las nuevas tecnologías?
Utilizo mucho Spotify. Me encanta escuchar a Natacha Atlas y tengo todas las canciones de las cupletistas españolas, como Juanita Reina. En realidad, es como si viviera en Huelva y escuchara la radio antigua. Estos inventos modernos me sirven para recrear un tiempo pasado. La pandemia me ha servido para revivir mi juventud y crear mi propia realidad gracias a la tecnología. Aunque odio los e-mails y no me interesa Instagram.
Estos dos años de confinamiento no han sido muy favorables para vender zapatos de fantasía y tacones altos. ¿Se ha visto afectado su negocio?
Esa no ha sido, al menos, nuestra experiencia. Por supuesto, en estos años se han vendido tacones bajos y zapatos planos, pero también modelos muy altos. Seguimos vendiendo en “el cielo”, que es como yo llamo a internet. Cuando tuvimos las tiendas cerradas aumentaron las ventas a través de esa vía. Pero, en cualquier caso, estos años han sido un horror. Ha sido muy difícil trabajar. Entre el Brexit y el Zoom me van a volver loco. El Brexit me parece una estupidez, algo realmente inmundo. Y vamos a tener muchos problemas en las aduanas, con los materiales y los suministros
¿Todo lo que ha ocurrido va a cambiar nuestra mentalidad?
Me interesa mucho la conversación actual sobre circularidad. Quiero que reparemos y cuidemos más las cosas que tenemos. De verdad, creo que, después de lo que ha sucedido, la gente va a comprar menos y de más calidad. Y en el futuro me gustaría hacer menos zapatos, pero divinos. De una calidad fabulosa. Me encantaría que la gente viniera una y otra vez a que les reparáramos las suelas y los tacones. Me gustaría que terminara el consumo desaforado y sin límites y viviéramos de una manera más civilizada. Pero yo soy muy anticuado y puede que esto no sea más que una utopía.
Aunque se describe como un solitario, Manolo Blahnik ha llevado una vida extraordinaria a la altura sus diseños. Existencia y obra han quedado retratadas en abundantes libros monográficos y en el documental Manolo: The Boy Who Made Shoes for Lizards (Michael Roberts, 2017). En cualquiera de esos repasos aparecen sus elaborados bocetos, pinturas llenas de vida a través de las que su gusto por el color, por las plantas y por el arte se convierte en zapatos. Y son miles de originales diseños los que su febril imaginación ha pergeñado desde aquel primer modelo Warsuma ideado para un desfile del diseñador Ossie Clark en 1971 y así llamado en honor de la modelo Amina Warsuma. Medio siglo de oficio que se celebró en 2021 con una colección conmemorativa que tiñe de dorado algunos de esos modelos, tan emblemáticos y rotundos que nunca ha dejado de producirlos. Y que hoy se venden en más de 300 puntos de venta repartidos por más de 30 países y en sus 21 tiendas. Una colección retrospectiva que solo se permitía una nueva creación. “Una bota en la que he incorporado un recuerdo de mi madre. Ella tenía una cadena de oro muy pesada con campanitas y el nombre de mi padre, mi hermana y el mío. Hacía tanto ruido que en el teatro una mujer le pidió que se la quitara”, recuerda con cariño.
La compañía que lleva su nombre siempre ha sido una cuestión familiar. Hoy está en manos de Kristina Blahnik, sobrina de Manolo y arquitecta de formación que ejerce como consejera delegada desde 2013. Su primera colaboración con la empresa, de la que entonces se encargaban su madre, Evangelina, y su tío, fue el diseño del espacio en la exposición retrospectiva que el Design Museum de Londres dedicó a Blahnik en 2003. Desde la incorporación completa de Kristina, en 2009, la marca ha pasado de 10 empleados a 186. Y su mano se nota en proyectos como el archivo virtual, inaugurado el año pasado también en el marco de la celebración del 50º aniversario. Un espacio que hereda el espíritu de las exposiciones organizadas en el Museo Hermitage de San Petersburgo, el de Artes Decorativas de Madrid o The Wallace Collection en Londres, entre otros. Pero con voluntad de permanencia y al que cualquiera puede acudir para conocer las historias que se esconden tras sus diseños, fiel reflejo de la voracidad cultural de Manolo Blahnik. La voz de la comisaria Judith Clark descubre varias galerías temáticas protagonizadas por más de 130 de esos bocetos, algunos inéditos. Criaturas a las que su creador siempre bautiza con un nombre evocador y juguetón. Como el zapato Nuzianta, de 2014, inspirado en el cuadro de María Luisa de Parma del Museo del Prado. O más bien en el lazo en forma de gola que la futura reina de España luce en la pintura de Mengs, muy a la moda de la séptima década del siglo XVIII. O las babuchas de 1978 que no solo revelan su fascinación por los ballets rusos, sino también que este amor se manifestó tan pronto como para bautizar a su primer perro, siendo un niño en La Palma en los años cuarenta, con el nombre del célebre bailarín Nijinski.
¿Ha paseado por la exposición digital?
No he visto la exposición virtual porque no me gusta mucho ver mis cosas, ni a mí mismo. Encontraba simpático cuando en el aeropuerto alguien me preguntaba qué tal iba el negocio, pero nunca quise ser famoso. La exposición se ha adaptado a este formato por la pandemia, íbamos a hacerla en el Victoria and Albert.
¿Qué siente al mirar atrás a 50 años de carrera?
¡Estos 50 años me han parecido 50 días! El tiempo ha pasado a toda velocidad y me lo he pasado muy bien.
¿Y al mirar al futuro?
Hemos comprado la fábrica donde producimos en Italia, así que ahora ya controlamos todo el proceso. Hemos invertido mucho en eso, y también en una fundación que va a ayudar a jóvenes diseñadores a través de varias becas anuales de estudios con las mejores escuelas de arte de Londres. Además, se centrará en proyectos de salud mental y de ayuda a los perros. Tenemos un espacio para la fundación que todavía no he podido conocer. Y me gusta pensar que en ese local podré reencontrarme con mis amigas, como Penelope Tree, para tomar el té.
¿Qué consejos les da a los jóvenes?
En primer lugar, que conozcan la historia. Cuando yo mismo era joven, debía de ser en los años sesenta, fui a una conferencia de Visconti con Anna Piaggi y ella siempre recordaba que me atreví a preguntarle por qué utilizaba trajes de época en sus películas. “Sin la tradición, no somos nada”, me contestó él. Y eso es lo que yo pienso exactamente. Sin conocer lo que fuimos, no podemos crear nada nuevo. ¡Hoy hay jóvenes que no saben quién fue Faye Dunaway! Mi segundo consejo es que tengan una pasión loca por aquello a lo que se dediquen y que hagan lo que les dé la gana, pero que tengan oficio y respeten la artesanía.
Usted nació y vivió en La Palma hasta que se marchó a la Universidad de Ginebra a estudiar Derecho. Y mantiene su casa familiar en la isla. ¿Le asustó la erupción del volcán de Cumbre Vieja?
Precisamente estaba en La Palma cuando el volcán rompió. Aunque mi casa está en otra parte de la isla, sentí los techos moverse y crujir. Esa zona siempre fue peligrosa. Recuerdo visitarla con mi abuela y ver las fumarolas. Cuando era niño y mis abuelos de Praga estaban de visita, se rompió el volcán anterior, el de San Juan [en 1949], y nos acercamos a verlo. Tal vez por eso esta vez no me impresionó la destrucción, pero sí la tragedia humana. Me impactaron las lágrimas de la gente, la muerte y pérdida de animales. Eso me puso muy nervioso. La gente venía a ver el volcán como si fuera un espectáculo, pero para mí no lo era. Rehusé ver la televisión y no me hizo ninguna gracia lo que ocurrió.
El año pasado cerró su tienda en Madrid, que funcionaba desde 2005. ¿Abrirá otra?
Sí, estamos viendo dónde. No me gusta nada no tener un espacio en España. Tal vez sea en Galería Canalejas, en Madrid. Es un lugar que me encanta y además está al lado de mi restaurante favorito, Lhardy.
¿Añora visitar el Museo del Prado, que tanto le gusta?
Tengo muchas ganas de ir al Museo del Prado, nunca he pasado tanto tiempo sin visitarlo. ¡Pero recuerdo perfectamente sus cuadros! Casi todos los calzados de los monjes de Zurbarán han caído en uno de mis tacones.
¿Qué es lo primero que quiere hacer cuando salga de su encierro?
Cuando esto termine, dedicaré dos semanas a ver todo el teatro que pueda, a ir a mis librerías favoritas y ver todas las películas nuevas en el cine, que es donde me gusta verlas. Tengo unas ganas tremendas de ver Madres paralelas. Penélope me convenció en Dolor y gloria, donde está fantástica. Trabaja divinamente con Pedro y la edad le está sentando muy bien.
¿Cómo se siente a punto de cumplir los 80?
Tengo una gran vitalidad, la heredé de mi madre, que vivió 98 años.