El gaitero escocés que hace del césped del Deportivo Alavés algo glorioso
John Stewart es el responsable del terreno de juego en Mendizorroza. Fue elegido mejor cuidador de la liga española de fútbol en 2019.
Cada vez que John Stewart atraviesa el terreno de juego de un campo de fútbol, lo siente bajo sus pies como si se tratara de un organismo vivo, que se comunica con él. Un césped que se ha congelado y que cruje, por ejemplo, le advierte de que hay riesgo de que la hierba se quiebre. Uno más duro de lo aconsejable puede traducirse en un mayor número de lesiones. Uno encharcado suele dificultar el rebote de la pelota. Y cuando un césped es denso y enferma en mitad del invierno, a veces, demora en recuperarse meses.
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Cada vez que John Stewart atraviesa el terreno de juego de un campo de fútbol, lo siente bajo sus pies como si se tratara de un organismo vivo, que se comunica con él. Un césped que se ha congelado y que cruje, por ejemplo, le advierte de que hay riesgo de que la hierba se quiebre. Uno más duro de lo aconsejable puede traducirse en un mayor número de lesiones. Uno encharcado suele dificultar el rebote de la pelota. Y cuando un césped es denso y enferma en mitad del invierno, a veces, demora en recuperarse meses.
La búsqueda del césped perfecto entre los cuidadores de la liga española es como la de la piedra filosofal en la Edad Media. Un horizonte imposible incluso para alguien que se crio en un país donde la visita de jardines es considerada una actividad típica, y que después ha logrado adaptarse al estadio de Mendizorroza y a una ciudad como Vitoria, donde es complicado lidiar con el clima. Stewart sabe que un césped no es un jardín para ser admirado, sino que está ahí para aguantar las entradas uno contra uno de los defensas y los tacos de las zapatillas. “Y eso es algo a lo que uno, como cuidador, tiene que acostumbrarse”, advierte. El objetivo: que el tapete verde que parece una alfombra antes del silbido inicial se mantenga casi igual cuando se acaba el partido.
John Imrie Stewart, el responsable de que el césped del club Deportivo Alavés haga honor al sobrenombre del equipo —el Glorioso—, nació en diciembre de 1969 en Falkirk, una ciudad escocesa a medio camino entre Glasgow y Edimburgo. Su padre, un policía con cuatro hijos al que le hubiera gustado dominar la gaita, le apuntó a clases de este instrumento a los once años. John ha tocado en bodas, festivales y competiciones de bandas, y en países como Canadá y Arabia Saudita. Fue gaitero en el Abierto de Golf de Estados Unidos de 1999, en un campo que luego lo contrataría como parte del equipo de mantenimiento. Y se profesionalizó en esos menesteres unos meses más tarde, en su tierra, en una universidad que ofrece un campo de golf para las prácticas del alumnado.
Antes de recabar en el mundo del fútbol y en Mendizorroza, Stewart despidió con el sonido de su gaita a dos de los golfistas más queridos por los aficionados. En 1999, tocó Amazing Grace en honor de Payne Stewart después de que este muriera a los 42 años en un accidente aéreo. Lo hizo en el hoyo que lo consagró, el número 18 de Pinehurst, en Carolina del Norte. Y cuando se murió Severiano Ballesteros, el golfista cántabro que comenzó de niño entrenando en la playa, eligió tocar Las verdes colinas de Tirol y Cuando la batalla ha terminado. En aquella ocasión, Stewart, el hombre que es capaz de esperar pacientemente en verano a que la hierba se fortalezca, escogió dos marchas guerreras para que la comitiva que llevaba las cenizas de Seve no se ralentizara más de la cuenta. Él le llama timing a su capacidad de anticiparse a los acontecimientos. Y se define como un trabajador obsesivo que mira la aplicación del tiempo tres o cuatro veces al día, que suele decirte al instante si habrá un aguacero mañana a la tarde o en un par de semanas, y al que le cuesta conciliar el sueño cuando hay una tormenta a la vista.
A este escocés que tiene una mirada azulada e inquieta y un flequillo en apariencia rebelde, pero que siempre acaba encontrando su sitio, no le gusta que lo identifiquen como jardinero. Él prefiere términos como greenkeeper, el guardián de lo “verde”, o groundsman, el que se ocupa del suelo. “Un jardinero es alguien que ha aprendido el nombre y las características de decenas de plantas —se explica—. Y yo apenas manejo un puñado de variedades”. Stewart ha elegido dos tipos de semilla para Mendizorroza: la ryegrass, que reacciona bastante bien cuando hace frío, y la Poa pratensis, de crecimiento más lento pero con una buena tolerancia al pisoteo. Es, además, la persona que sabe cuándo pinchar el terreno para airearlo; o cuándo cepillarlo, como un peluquero, para aprovechar mejor la luz; o qué hacer con la sombra.
Stewart está amarrado a un trabajo donde uno se mancha las manos y que tiene muy poco de azar y mucho de planificación y experiencia, pero a la vitoriana que hoy es su pareja la conoció de casualidad, en los sanfermines, la fiesta donde correr te puede salvar la vida. El greenkeeper, que luego decidió probar suerte con ella en España, tiene ahora una hija a la que no le interesa el fútbol y un hijo que sí lo disfruta y que a veces le toma el pelo y le dice que otros campos de fútbol están más bonitos que el suyo. El cuidador escocés ha hecho instalar una cámara de monitoreo en Mendizorroza para evaluar el estado del césped desde su móvil y evitar imprevistos. Aunque estamos acostumbrados a las historias de futbolistas que trastabillan fuera de los estadios, como Maradona o Garrincha, lo cierto es que la mayoría de los tropiezos tienen lugar dentro del terreno de juego, y el césped debe estar preparado para amortiguar la caída del ídolo.
Los grandes triunfos que han marcado a Stewart no suelen aparecer ni en el marcador electrónico ni en los grandes titulares de prensa. El greenkeeper que vio cómo el Alavés regaló pedazos del césped de Mendizorroza a los seguidores del club en 2016 —antes de emprender un cambio de rumbo— todavía recuerda cómo salvó un Alavés-Atlético de Madrid el año pasado, tras una nevada copiosa, gracias a una cuadrilla de paleadores que se encargó de despejar el terreno de juego. Se encarga de un césped cien por cien natural con la ayuda de un equipo de personas que entiende que no puede fallar nada durante una contienda.
En 2019, ganó el premio al Mejor Groundsman del año. Y aunque dispone de menos recursos que otros clubes más emblemáticos, como el Real Madrid, que ha llegado a usar halcones para alejar las palomas de las semillas, siempre se las ingenia para reinventarse. Utiliza mantas térmicas para subir la temperatura si hiela; y un producto que es “como la pastilla de los lavavajillas”, que rompe la tensión del agua cuando llueve mucho; y unos microorganismos que se ocupan de la materia orgánica y que él compara con el viagra porque revitalizan el suelo; y una segadora tan afilada que decapita la hierba a la altura reglamentaria, con un corte limpio. En su casa, sin embargo, no hay ni jardín, ni césped ni maquinaria especializada. Allí solo tiene una planta de piso que está en la terraza como si fuera un trofeo invisible en mitad de un desierto; que cuida y que riega desde hace más de una década; y que no se le ha muerto.