Vuelve el público
Broadway reabrió en septiembre y en España ya hay conciertos masivos. Los espectáculos en vivo buscan su lugar tras pasar lo más duro de la pandemia
Decenas de personas se agolpaban el pasado 14 de septiembre al atardecer en los alrededores del teatro Richard Rodgers de Nueva York, una estampa que no se veía desde el 12 de marzo de 2020, cuando todos los espectáculos de Broadway fueron suspendidos por la pandemia. Era la primera función de Hamilton, uno de los musicales más exitosos de la última década, después de un año y medio de silencio. De pronto, de una de las puertas de servicio emergió el creador de la obra, Lin-Manuel Miran...
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Decenas de personas se agolpaban el pasado 14 de septiembre al atardecer en los alrededores del teatro Richard Rodgers de Nueva York, una estampa que no se veía desde el 12 de marzo de 2020, cuando todos los espectáculos de Broadway fueron suspendidos por la pandemia. Era la primera función de Hamilton, uno de los musicales más exitosos de la última década, después de un año y medio de silencio. De pronto, de una de las puertas de servicio emergió el creador de la obra, Lin-Manuel Miranda, megáfono en mano: “¡Hola, Nueva York! ¡Broadway ha vuelto!”. El delirio se desató en la calle y fue in crescendo cuando los intérpretes de Hamilton y de otras producciones cercanas que también regresaban ese día (Chicago, Wicked y El rey león) rodearon a Miranda para cantar juntos el icónico tema New York, New York, coreados por el público. Espectadores y artistas, por fin, abrazándose de nuevo.
La reapertura de Broadway se convirtió en una celebración con gran eco en la prensa internacional porque ponía punto final a un largo proceso vivido a lo largo de 2021 en todo el mundo: el regreso paulatino del público a los teatros, los escenarios de ópera, los auditorios, los museos, los cines. Con excepción de España, donde solo estuvieron cerrados durante los meses de confinamiento total en 2020, los recintos culturales se mantuvieron cerrados la temporada pasada y empezaron a reabrir tímidamente en primavera, en un goteo agónico. Desde principios de año, grandes figuras de la escena internacional venían reclamando en distintos manifiestos la vuelta a la actividad mientras en Francia crecía el movimiento de ocupación de teatros enarbolando los buenos resultados del ejemplo español y adoptando su lema: la cultura es segura. Excepto la pequeña revuelta que se vivió una noche en el Teatro Real de Madrid por falta de distancia entre espectadores, no se detectó ningún brote en los patios de butacas ni siquiera en los momentos más agudos de la pandemia. Eso sí, con mascarilla y aforos limitados, pues el salto al aforo completo no se dio en España hasta septiembre.
Mucho más difícil está resultando el regreso de los grandes conciertos. En agosto de 2020 se celebró un recital experimental en Leipzig (Alemania) con 1.700 espectadores para determinar el riesgo de transmisión de la covid en conciertos multitudinarios y los investigadores concluyeron que lo conveniente en estos casos es que el público estuviera sentado, con mascarilla y distancia de seguridad. Algo difícil de sostener cuando lo que pide el cuerpo es bailar y dar botes en grupo. El 27 de abril de este año se realizó otra prueba piloto en Barcelona con una actuación de la banda Love of Lesbian ante 5.000 personas con mascarilla, pero bailando sin distancia de seguridad y tras someterse a un test de antígenos a la entrada. Solo se registraron seis contagios, y con ese antecedente y condiciones similares se celebraron algunos festivales en verano, aunque con extrema vigilancia. De hecho, la Generalitat de Cataluña lanzó una advertencia: 2.279 espectadores se contagiaron en los festivales Vida, Canet Rock y Cruïlla, que se desarrollaron en julio en esa comunidad.
La actividad en la música en directo se va recuperando poco a poco y este otoño ya se celebraron giras y conciertos masivos. Se espera también que en primavera vuelvan a celebrarse los festivales más multitudinarios… si la pandemia lo permite y el público se siente seguro. Recientes estudios han detectado más resistencia de los ciudadanos a ir al cine, a un concierto o al teatro. Por prudencia, por miedo o, simplemente, porque se ha perdido el hábito.