Ida y vuelta
Pero ella debió de decirse: “Esto tiene más gracia que la realidad, esta imagen dará, por estúpida, lugar a risas, y las risas generan simpatía y audiencia y, en consecuencia, votos”
Las campañas electorales compiten en infantilismo. Los candidatos, salvo excepciones, no debaten sobre la bondad de sus programas; se limitan a lanzarse puyas que juzgan ingeniosas, como compañeros de pupitre de primaria, o se provocan mutuamente acusando al otro de haber comenzado la disputa.
Isabel Díaz Ayuso es la primera de la clase en la realización de estas prácticas. Ajena a todo sentimiento de vergüenza, es capaz de asegurar que es de noche cuando es de día, o de atribuir al adversario las malas artes en las que ella se ejercita sin pausa. Si se hubiera dedicado al periodismo, l...
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Las campañas electorales compiten en infantilismo. Los candidatos, salvo excepciones, no debaten sobre la bondad de sus programas; se limitan a lanzarse puyas que juzgan ingeniosas, como compañeros de pupitre de primaria, o se provocan mutuamente acusando al otro de haber comenzado la disputa.
Isabel Díaz Ayuso es la primera de la clase en la realización de estas prácticas. Ajena a todo sentimiento de vergüenza, es capaz de asegurar que es de noche cuando es de día, o de atribuir al adversario las malas artes en las que ella se ejercita sin pausa. Si se hubiera dedicado al periodismo, la realidad no le habría estropeado nunca un reportaje. Aquí la vemos visitando a un maniquí en el complejo hospitalario del 12 de Octubre de Madrid. Caben pocas posibilidades de que no se diera cuenta de la presencia del fotógrafo. Una política del montón le habría dicho que la retratara consolando a un enfermo de verdad, pues abundan en esas instalaciones. Pero ella, que es discípula de Esperanza Aguirre, a la que conoce bien por haber llevado la comunicación de su perro, debió de decirse: “Esto tiene más gracia que la realidad, esta imagen dará, por estúpida, lugar a risas, y las risas generan simpatía y audiencia y, en consecuencia, votos”.
Tal vez fue ella la que, dirigiéndose al periodista gráfico, le pidió que la inmortalizara confortando al muñeco de atrezo que nos trae a la memoria las incubadoras falsas que le ponían a su predecesora en la inauguración de las maternidades. La llaman irónicamente Ida, pero deberían llamarla Venida porque ella vuelve cuando los demás van.