Paternidades de hoy en día: afectivas, responsables y equitativas
La lucha por la igualdad ha sido clave para impulsar un cambio en la manera de ser padre. El periodista Carles Francino, el chef Quique Dacosta, el ministro Alberto Garzón, el músico Yotuel Romero, el actor Juanjo Ballesta y los ‘instagramers’ Vicente Molina y Óscar Lendinez cuentan sus experiencias.
El periodista Carles Francino se funde en un abrazo con sus tres hijos. Hay 30 años de diferencia entre el nacimiento del primero, el actor Carles Francino (40), y el de los dos pequeños, Iván (10) y Lucía (8), así que el presentador radiofónico ha sido testigo de la evolución de la paternidad en las últimas décadas. Celebra los cambios: “Por ejemplo, a las reuniones del colegio van más padres, o los permisos de paternidad, antes inexistentes [y desde enero de 2021 equiparados a los de maternidad]”. Pero siente que aún hay conversaciones machistas. “Espero que eso cambie con la generación de m...
El periodista Carles Francino se funde en un abrazo con sus tres hijos. Hay 30 años de diferencia entre el nacimiento del primero, el actor Carles Francino (40), y el de los dos pequeños, Iván (10) y Lucía (8), así que el presentador radiofónico ha sido testigo de la evolución de la paternidad en las últimas décadas. Celebra los cambios: “Por ejemplo, a las reuniones del colegio van más padres, o los permisos de paternidad, antes inexistentes [y desde enero de 2021 equiparados a los de maternidad]”. Pero siente que aún hay conversaciones machistas. “Espero que eso cambie con la generación de mis hijos”.
FOTOGALERÍA: Padres contemporáneos con sus hijos: Quique Dacosta, Carles Francino, Alberto Garzón...
Javier de Domingo, psicólogo, profesor en el Instituto Europeo de Salud Mental Perinatal y padre de tres hijos, recuerda que en el pasado la figura del hombre se veía asociada al rol de cuidador hacia afuera: búsqueda de alimento y abrigo, protección ante la amenaza externa… “La adrenalina es la hormona que se activa ante la depredación y a partir de ella se ha construido el modelo de paternidad heredado”.
Con ese modelo, cifrado sobre los cimientos de una masculinidad tradicional que sitúa al hombre como figura autoritaria, dominante y responsable de la manutención familiar, han crecido muchos padres de hoy, como Francino. “Es un modelo rancio que delega mucho en las mujeres y que reniega de la afectividad entre padres e hijos”, dice rotundo el presentador de La ventana (Cadena SER). “En mi casa éramos ocho hermanos y a ninguno de los varones se nos exigió hacer ni la cama. Eso era tarea de mis hermanas. Mi padre era un hombre cómplice y humilde, pero no demostraba los afectos. Entonces nadie cuestionaba que las cosas fueran así”. A sus 63 años, Francino friega los platos, prepara el desayuno por las mañanas, lleva a los niños a las extraescolares cuando puede y, sobre todo, abraza mucho a sus hijos y a su mujer, Gema. “Pero he tenido que cambiar”, reconoce. “Fue una elección y estoy muy contento con ella”.
La emancipación de la mujer y las sucesivas olas feministas han gestado a fuego lento la aparición de estas nuevas masculinidades que rompen con los estereotipos. Cada vez más hombres como Francino se suman a la lucha por la igualdad de género. Campañas como el #HeForShe de las Naciones Unidas contribuyen a generar este cambio lento, progresivo y de gran calado. Al reconocer a la mujer como igual en lo laboral, en lo social, en lo público y en lo privado, muchos hombres empiezan a asumir con equidad los compromisos de pareja, desde las tareas del hogar hasta el cuidado de los hijos, tal y como exponía a principios de siglo el profesor Rafael Montesinos, de la Universidad Autónoma Metropolitana de México, en La paternidad: expresión de la transformación masculina (2004). Es un comienzo, aunque todavía queda un largo camino por delante para construir esa “nueva cultura para los géneros” de la que habla el investigador.
El chef Quique Dacosta, con tres estrellas Michelin en el restaurante que lleva su nombre y una gran proyección internacional en la alta cocina, tiene desde hace cinco años la custodia compartida de sus dos hijos, Noa (12 años) y Ugo (9). “Cuando tomas la determinación de separarte, te das cuenta de que eso implica otra separación aún más dolorosa, la de tus hijos”, expone. Al principio, los niños vivían con su madre y pasaban temporadas con Dacosta. “Cuando el trabajo me permitía estar en Dénia”, cuenta. Era muy “inestable” y decidió reorganizarse para pedir la custodia compartida. Desde entonces viven una semana con él y otra con su madre. “El día que se van con ella se hace un vacío indescriptible. Pero la penitencia de no tenerlos hace que los aproveche más cuando están. Ese tiempo de calidad es lo que necesitas como padre para conocerlos y entenderlos”, dice el chef, de 49 años y que recibió el pasado 2020 la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. “Obviamente, querría tenerlos todos los días, pero la compartida es lo más equitativo”. Su caso es cada vez menos excepcional. En los últimos cinco años se han duplicado los acuerdos de este tipo (suponen más del 37%).
El actor Juanjo Ballesta, que acaba de separarse de la madre de su hijo, Juanjo, de 14 años, cuenta que en su caso el niño vive con él. “Juanjito ve a Vero [su madre] los fines de semana”. Según los últimos datos, en un 4% de las separaciones con niños la custodia la tienen los padres, una cifra que se aproximaba a cero hace apenas una década. En el caso de Ballesta, la decisión la tomaron velando por el interés de su hijo. “Mi casa está en medio del campo, en el pueblo; tenemos una oveja que se llama Copo y es un ambiente muy sano para él”, cuenta el protagonista de películas como El Bola (Goya al mejor actor revelación en 2000) o 7 vírgenes (Concha de Plata en 2005). “Además, mi ex trabaja entre semana y yo tengo más facilidad para organizarme. Pero ella lo ve siempre que quiere y al revés. Ha sido la mujer de mi vida y es la madre de mi hijo, por eso no entiendo otra forma de hacerlo”.
Ese respeto y responsabilidad compartida entre ambos progenitores, juntos o separados, es una de las bases de la nueva paternidad. El músico cubano Yotuel Romero tuvo con 24 años a su primer hijo, Yotuel. Se separó cuando el niño apenas tenía 3 años y con el tiempo se casó y formó una familia con su actual esposa, la cantante española Beatriz Luengo. Pero siempre lo tuvo claro: “Los hijos son una responsabilidad entre dos. Bea y yo nos fuimos a una casa que estaba al lado de la de mi expareja para estar cerca”. El rapero creció sin una figura paterna. “Mi padre huyó de la isla [Cuba] a Estados Unidos en los ochenta, cuando yo era un chaval”. También él salió de su país a los 18 años rumbo a Francia. “Europa me enseñó que el diálogo es la base de todo y eso es lo que he intentado transmitirle a mis hijos”. La comunicación es para el artista el pilar de la crianza. Así ha forjado su relación con Yotuel, de 20 años, y con el que acude a esta sesión de fotos. La conexión entre ellos se hace evidente en cuanto entran por la puerta. Se miran con complicidad, ríen y rapean juntos. “Nos lo contamos todo. Y aunque ahora vivimos lejos [Yotuel y Beatriz Luengo se han mudado con su hijo D’Angelo, de 7 años, a Miami y esperan una niña en abril], no hay distancia si hay comunicación”. La paternidad es para el cantante de Orishas la oportunidad de dar a sus hijos lo que él nunca tuvo. “He sido el padre que me hubiera gustado tener”.
La corresponsabilidad es una elección racional y voluntaria llevada a cabo por una parte de la población masculina. Esa decisión consciente ha permitido a la ciencia reformular uno de los argumentos que tradicionalmente han ubicado a las madres como las responsables del cuidado de los hijos: el vínculo biológico. Las mujeres producen oxitocina ya durante el embarazo, el parto y la lactancia. Esta hormona activa una región del cerebro, la amígdala, que genera en la madre la sensación de gran recompensa. La doctora Ruth Feldman, del Centro de Neurociencia Social del Desarrollo IDC Herzliya (Israel), descubrió en un estudio científico realizado en los noventa del siglo pasado que esa activación de la oxitocina en las madres continuaba durante la crianza y se extendía a los bebés. Cuando jugaban con ellos, ambos, madre e hijo, producían oxitocina.
Consciente del cambio social de principios de este siglo, con padres más presentes en la vida familiar, la doctora Feldman dirigió en 2001 la primera investigación para estudiar esa relación de la oxitocina en los padres implicados en la crianza y profundizar así en el vínculo entre los hombres y sus bebés. El estudio se realizó con 80 parejas con padres comprometidos. Detectó que los niveles de oxitocina eran tan elevados como en las madres: “Vimos que cuanto más interactúa el padre con el bebé, más le toca, alimenta o cuida, más se activa su sistema de oxitocina, aunque su amígdala solo se activaba en una cuarta parte”, explica en el documental Bebés, de Netflix. “La paternidad, por tanto, es biológica y tan profunda como la maternidad”. Para Javier de Domingo, este estudio deja claro que las supuestas diferencias que biológicamente se atribuía a cada género y en las que se sustentaba el reparto de roles tradicional no son reales. La oxitocina, los afectos son inherentes al ser humano. Han sido cuestiones organizativas, sociales y culturales las que impusieron unos roles que alejaron al hombre de su propia naturaleza. “Al dar el paso hacia una paternidad consciente, corresponsable y afectiva, reconectamos con ella. Pero para eso tenemos que desprendernos de la conducta heredada del patriarcado y reconstruir nuestra paternidad desde cero, basada en el afecto y en las necesidades del bebé como centro”.
El ministro de Consumo, Alberto Garzón, de 35 años, recuerda perfectamente la responsabilidad que sintió cuando cogió por primera vez a su hija Olivia en brazos. Su mujer, Anna, sufrió una cefalea pospunción tras el parto (un problema con la anestesia) y estuvo en la cama sin poder moverse durante 10 días. “Tuve que hacerme cargo de la niña al 100%, salvo para la lactancia, que se la tenía que poner al pecho a su madre”. No le es fácil explicar con palabras el vínculo que creó con la pequeña. Pero cuenta que trastocó su mundo, su cuerpo y su mente.
“Los hombres ahora aprendemos sobre acompañamiento emocional y participamos en prácticas promovidas por la Organización Mundial de la Salud, como el piel con piel, el porteo o el colecho [dormir con ellos], generadoras de oxitocina”, explica Javier de Domingo, que está escribiendo un libro sobre la psicología del padre. Garzón y su mujer han optado precisamente por esa crianza con apego. “En mi caso, por el ejemplo de mis padres, siempre he entendido la corresponsabilidad como algo evidente. Sin embargo, esta filosofía a la hora de criar, pensada desde las necesidades del bebé, creo que sí es un cambio generacional en la forma de ser padres”, dice el político. “La implicación emocional es tan grande que me parece imposible que no cambien también otras cuestiones físicas como el deseo sexual. Esto es algo de lo que muchos hombres no hablan, porque parece que va en contra de la figura del macho alfa, pero me parece un error no tratarlo con naturalidad. Cuando pasa esa fase, evidentemente todo se restablece, pero me parece difícil creer que un padre implicado, activo y corresponsable no pierda el apetito sexual”. Javier de Domingo recuerda que hay estudios que muestran que “los hombres que portean y colechan reducen sus niveles de testosterona”.
De acuerdo con la investigación de la doctora Feldman, los padres cuidadores experimentan cambios hormonales que les incitan a cuidar, aunque la amígdala cerebral se activaba solo una cuarta parte y no por completo como en las madres. Pero la lucha por la igualdad de derechos de las personas homosexuales y bisexuales ha abierto la puerta a otro nuevo tipo de paternidad: la de las familias homoparentales, muchas de ellas constituidas por dos hombres. España fue el tercer Estado del mundo en regularizar el matrimonio entre personas del mismo sexo con la ley de julio de 2005. El sistema legal favoreció así la formación de familias homoparentales como la de Óscar Lendinez (39 años) y Vicente Molina (42). La pareja se casó en 2009, tienen dos hijos adoptados de 6 años y de 17 meses y llegan a la sesión de fotos desde Valencia. El pequeño corretea por cada rincón del espacio mientras su hermano, Sergio, juega con el móvil de uno de sus papás.
Esta nueva realidad social llevó a la doctora Feldman a dar un paso más en su investigación, poniendo en marcha en 2010 un estudio con familias homoparentales formadas por dos papás. “Lo hicimos con 48 parejas que habían recurrido a la gestación subrogada, porque tenían que ser padres que estuvieran con el bebé desde su nacimiento”, explica. Lo que descubrieron superó sus expectativas y abre la puerta a nuevas investigaciones sobre el vínculo de la crianza más allá de la genética y del género. “Cuando los padres son los cuidadores primarios, su amígdala cerebral se activa al 100%, como en las madres”. Esto significa que no importa si se es padre o madre, ni si se es padre biológico o no. “Es una elección ser padre de ese bebé”. También lo fue para Óscar Lendinez y Vicente Molina cuando decidieron adoptar. “Mi instinto paternal era innato”, cuenta Molina. El proceso fue más largo de lo deseado, pero también menos complicado de lo que habían imaginado. “En España es relativamente sencillo adoptar, pero en el extranjero apenas es legal en tres países”, dicen. “Nuestra paternidad nos limita en ciertos aspectos, como los viajes, ya que en muchos lugares es un delito ser homosexual. Pero en España no hemos vivido ninguna discriminación”. Comparten sus experiencias a través de su cuenta de Instagram nuestro.hilo.rojo (70.000 seguidores). En ella hablan, por ejemplo, del vínculo. “Yo no puedo decir que quise a mi hijo desde el momento en que lo vi. En 48 horas recibes una llamada, te leen un expediente y te dicen que ese es tu hijo. El sentimiento y el verdadero vínculo se crea con el tiempo”. Reconocen que durante los seis años que estuvieron esperando (cuatro de silencio y dos de papeleo, entrevistas de idoneidad, etcétera) hubo momentos en los que les asaltaban dudas sobre cómo conectarían con el niño. Pero pensaban que eso podía pasarle también a un padre biológico. “Y una vez que llegó Sergio a casa, todas esas dudas se disiparon. Tuve claro que llegaríamos a crear ese vínculo. Es como cuando te enamoras. Óscar y yo no tuvimos un flechazo. Primero fuimos amigos y luego llegó el amor. Recuerdo que nuestro primer hijo, Sergio, llegó a casa en febrero. Y un día en verano, no recuerdo qué hizo o qué me dijo, y de pronto pensé: ‘¡Ostras! Cómo te quiero. Esto es lo que se siente. Esto es ser padre”.