Vinos con pie franco

Este término que asoma en algunas etiquetas de vino alude a vides que no han sido injertadas, pero ¿hasta qué punto son especiales o merece la pena hacerse con una botella?

Cepas de más de 200 años en la bodega gallega Gerardo Méndez, en Rías BaixasBodegas Gerardo Méndez (EPS)

Situado a más de 900 metros de altitud en la provincia de Soria, el valle de Atauta ofrece una de las estampas más austeras de la Ribera del Duero: un mosaico de pequeñas viñitas azotadas por el viento, sobrevoladas por buitres y amenazadas por corzos, pájaros y jabalíes. Pero lo que ve un profesional como Jaime Quínola, enólogo de Dominio de Atauta, es un equilibrio casi perfecto entre altitud, clima, situación geográfica, complejidad de suelos y un valiosísimo patrimonio de cepas centenarias.

Estas plantas, algunas de las cuales pueden alcanzar el siglo y medio de vejez, escaparon de ...

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Situado a más de 900 metros de altitud en la provincia de Soria, el valle de Atauta ofrece una de las estampas más austeras de la Ribera del Duero: un mosaico de pequeñas viñitas azotadas por el viento, sobrevoladas por buitres y amenazadas por corzos, pájaros y jabalíes. Pero lo que ve un profesional como Jaime Quínola, enólogo de Dominio de Atauta, es un equilibrio casi perfecto entre altitud, clima, situación geográfica, complejidad de suelos y un valiosísimo patrimonio de cepas centenarias.

Estas plantas, algunas de las cuales pueden alcanzar el siglo y medio de vejez, escaparon de la filoxera, el insecto procedente de América que asoló el viñedo europeo entre finales del siglo XIX y principios del XX. Su propagación se frenó con el uso de pies de vides americanas inmunes a su ataque, sobre los que a partir de entonces se injertan las variedades europeas.

Casi todo el viñedo mundial sigue este patrón, con excepción de amplias zonas “libres de filoxera” en China, Chile o Argentina, algunas islas del Mediterráneo, el archipiélago canario y áreas muy concretas del continente europeo con suelos arenosos como los de Atauta, cuya textura impide que el insecto construya galerías para atacar las raíces de la planta. Allí donde se dan estas condiciones protectoras, muchos viticultores siguieron plantando sus viñas directamente, en pie franco, hasta bien entrado el siglo XX.

Toro, probablemente, posee la mayor extensión de viñedo sin injertar de la Península. El Consejo Regulador de esta denominación de origen situada entre las provincias de Zamora y Valladolid tiene contabilizadas unas 87 hectáreas de viña prefiloxérica, anterior a la llegada de la plaga a la zona entre 1908 y 1910, y estima que la gran mayoría de las que se plantaron hasta 1990 y que aún subsisten (algo más de 2.000) son de pie franco. Otros focos interesantes están en el sureste (destaca Jumilla, con unas 1.000 hectáreas, según los cálculos de esta DO) y Galicia, donde se conservan algunos ejemplos de viñedos viejísimos.

En la España interior, además de Atauta, los viñedos centenarios de verdejo de Segovia son un espectáculo de cepas cultivadas muy cerca del suelo y enmarcadas por bosques de pinos, otra especie que adora la arena. Para Almudena Calvo, directora técnica de Ossian, una de las bodegas de referencia en esta zona que cultiva 50 hectáreas de vides prefiloxéricas, el valor histórico de estas plantaciones es incalculable. También son plantas más sanas, prácticamente sin enfermedades de madera porque, al no haber injerto, la savia fluye libremente y sin bloqueos. Esto, precisamente, las hace más longevas.

La mayoría de los productores que trabajan con viñedos en pie franco notan la diferencia. “Los vinos suelen ser más estructurados, algo más grasos, densos y más largos”, señalan desde la firma segoviana Blanco Nieva (DO Rueda), una de las primeras bodegas en España en utilizar el término “pie franco” en una etiqueta en la cosecha de 1999. José María Vicente, de Casa Castillo, que elabora su famoso Pie Franco con el viñedo más antiguo de su finca de Jumilla desde la añada de 1998, cree que tiene monastrelles más complejos, pero sin alcanzar la nitidez y pureza de los que salen de sus cepas no injertadas. “Son viñedos y uvas con una concentración de matices difícil de igualar en el resto de vinos”, añade el joven Juan Antonio Ponce, a quien la singularidad de su PF, elaborado con un viejo viñedo de bobal, le ha ayudado a hacerse un nombre en una zona menos conocida como Manchuela (Castilla-La Mancha). No muy lejos de allí, en Tomelloso (Ciudad Real), el enólogo Elías Montero ha puesto en valor una uva tan denostada como la airén al reflejar en el blanco Las Tinadas Pie Franco la excelencia de una viña plantada sin portainjerto en 1950.

De vuelta a Soria, la amplia colección de tintos parcelarios de Dominio de Atauta, así como los vinos top que elabora con viñas de esta zona el francés Bertrand Sourdais, el que fuera primer enólogo de la bodega, figuran entre las etiquetas más exclusivas del país. Quien tiene una buena viña en pie franco (y sabe sacar lo mejor de ella), tiene un tesoro.

Galicia: Do Ferreiro Cepas Vellas

2019. Blanco. Rías Baixas. Bodegas Gerardo Méndez. 100% albariño. 13%. Precio: 28 euros.
La familia Méndez tiene un documento de 1790 en el que se recoge la existencia de la casa con un viñedo que habría sobrevivido hasta nuestros días y que es todo un espectáculo de cepas retorcidas cultivadas en emparrado. La parcela empezó a embotellarse por separado en la cosecha de 1995. El vino tiene una profundidad y un nervio característicos que le permiten evolucionar muy bien en botella. La añada de 2019, de perfil clásico y fresco en la zona, y aún con mucho brío, es perfecta para guardar.

Castilla-La Mancha: PF

2019. Tinto. Manchuela. Bodegas y Viñedos Ponce. 100% bobal. 13%. Precio: 15 euros. Juan Antonio Ponce fue uno de los primeros productores en echar por tierra la percepción de que la bobal solo podía dar tintos rústicos y astringentes, y la viña de pie franco de más de 90 años que está en la base del PF fue determinante en este sentido. La de 2019 es una añada rica en matices, con una nariz muy expresiva y frutal (mora, ciruela roja, arándanos) sobre un fondo fino terroso que le da personalidad. Un tinto sabroso, fresco, con estructura y carácter, pero elegante a la vez. La relación calidad-precio es imbatible.

Murcia Casa Castillo Pie Franco

2018. Tinto. Jumilla. Bodegas Casa Castillo. 100% monastrell. 14,5%. Precio: 70 euros.
Esta marca icónica de los tintos mediterráneos españoles se elabora con una parcela de ocho hectáreas plantada en 1942 por el abuelo del actual dueño y donde se practica una viticultura de secano. Destaca la amplitud y opulencia del vino en boca, su punto terroso que le da mucha autenticidad, pero bien arropado por fruta roja y negra y notas de monte bajo. La añada de 2019, que sale al mercado a finales de marzo, más fresca y abierta, estará lista para beber antes. La de 2018 tiene un perfil más serio y de guarda.



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