Descifrando Gdansk, la ciudad de Polonia que cambió la historia y el mapa de Europa
Bañada por las aguas del mar Báltico y eclipsada a menudo por la fama de Cracovia, aquí espera un casco histórico igual de encantador y, además, una ruta por las calles y astilleros donde comenzó la II Guerra Mundial y nació el sindicato Solidaridad
Los caminos del destino, como los del Señor, son inescrutables. Y, además, son caprichosos y no pasan necesariamente por el centro. Una ciudad polaca de nombre enrevesado para un hispanoparlante, Gdansk (pronúnciese “guedañisq”), perdida en el norte del país, a orillas del mar Báltico, con pocas papeletas para haber sido determinante por su posición geográfica, se convirtió sin quererlo en el inicio de los dos grandes acontecimientos del siglo XX que cambiaron para siempre la historia y...
Regístrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
Los caminos del destino, como los del Señor, son inescrutables. Y, además, son caprichosos y no pasan necesariamente por el centro. Una ciudad polaca de nombre enrevesado para un hispanoparlante, Gdansk (pronúnciese “guedañisq”), perdida en el norte del país, a orillas del mar Báltico, con pocas papeletas para haber sido determinante por su posición geográfica, se convirtió sin quererlo en el inicio de los dos grandes acontecimientos del siglo XX que cambiaron para siempre la historia y el mapa de Europa. Como les gusta decir a los polacos, aquí empezó todo.
Pero vayamos al principio. Gdansk es una preciosa ciudad portuaria que creció en los siglos XVII y XVIII gracias al comercio de grano y ámbar y a su pertenencia a la Liga Hanseática, una especie de club comercial de ciudades portuarias del Báltico. Se calcula que por su puerto pasaba un tercio de todo el centeno que se consumía en el Viejo Continente. Comerciantes locales, alemanes, escoceses, escandinavos y neerlandeses levantaron magníficas casas de estilo hanseático, con fachada muy estrecha, fondo alargado y gabletes ricamente ornamentados, como solía ser habitual en esta zona de Europa porque los impuestos se pagaban por metro de fachada.
El resultado de aquellos siglos de esplendor es hoy un casco histórico de postal. Una de las ciudades medievales, góticas y renacentistas más bonitas de Europa. Eclipsada para el mercado turístico por la fama de la vecina Cracovia. “Esto se debe a que durante la II Guerra Mundial Cracovia apenas resultó dañada, mientras que Gdansk, que era un puerto estratégico, quedó arrasada por los bombardeos”, me cuenta Ewa Stępińska, la guía que me acompaña. “Se decidió reconstruir la ciudad tal cual era, pero el proceso fue muy largo, piensa que en la década de los setenta había aún barrios enteros en ruinas. Por eso el turismo llegó antes a Cracovia que a Gdansk”.
Hoy, pasear por Ulica Długa, la calle Larga, cómo se llama la avenida principal del casco histórico que hace también las veces de plaza Mayor (curiosamente, en la vieja Gdansk no hay plazas tal y como las concebimos), salir por la puerta de Oro o por la puerta Verde al canal del río Motława —lleno siempre de terrazas y buen ambiente— o deambular por sus muchas calles peatonales es una delicia para el viajero. Este se ve envuelto en un urbanismo encantador (reconstruido, pero encantador) de casitas de colores pastel sobre las que sobresalen dos construcciones: la mayor grúa medieval de madera que se conserva en Europa y la segunda mayor iglesia construida en ladrillo de todo el continente, la concatedral de Santa María.
Dicho esto, volvamos a la historia. El primer gran acontecimiento que empezó en Gdansk fue nada menos que la II Guerra Mundial. Por resumir, el tratado de Versalles que puso punto final a la Gran Guerra (1914-1918) estableció las fronteras de una nueva Europa resultante del conflicto. Estas incluían una Polonia libre e independiente que incluiría a Gdansk. Pero la realidad se impuso: tras siglos de ocupación por parte de Prusia primero y de la Alemania imperial, el 80% de la población de Gdansk era alemana y solo el 15% polaca. Por lo que se adoptó una solución salomónica (y errada, como se vería poco después). Gdansk se convirtió en Ciudad Libre o estado semiautónomo gestionado por la Liga de las Naciones, reservando un corredor alrededor para que la nueva Polonia independiente tuviera una salida al mar. Una solución que no contentó ni a unos ni a otros, pero mucho menos a Hitler, que con la excusa de recuperar Gdansk inició el 1 de septiembre de 1939 la invasión de Polonia que derivaría en la mayor carnicería de la historia: una guerra mundial en la que morirían entre 40 y 50 millones de personas.
El segundo hecho histórico que tiene a esta ciudad portuaria polaca como origen y que volvería a cambiar el mapa de Europa tiene que ver con esta puerta metálica que ve en la foto de abajo.
¿La reconoce? Aparecía en las noticias y en los telediarios de los años ochenta un día sí y otro también. Es la puerta número 2 de los astilleros Lenin de Gdansk, donde los obreros liderados por un tal Lech Walesa plantaron cara al gobierno comunista polaco. Después de décadas de huelgas y protestas sociales reprimidas siempre con violencia por la dictadura comunista, el 14 de agosto de 1980 el astillero Lenin de Gdansk se declaró en huelga. Para evitar otra matanza como la de 1970, cuando los obreros que salían de los astilleros fueron masacrados por la policía, Walesa y el resto de los líderes decidieron encerrarse en los astilleros y hacer una huelga de ocupación. Fueron días convulsos y complejos, pero el estallido de las reivindicaciones aquí provocó una avalancha de solidaridad en el resto de grandes empresas estatales, astilleros y puertos polacos que paralizaron el país.
Los huelguistas de los astilleros Lenin redactaron 21 demandas, que plasmaron en una tabla y que han hecho historia. Básicamente, pedían el establecimiento de sindicatos independientes del poder político, la liquidación de la censura, el reconocimiento del derecho a la huelga, la eliminación de las represiones por las condiciones políticas y la excarcelación de los presos políticos.
Todo esto se explica detalladamente mediante miles de documentos, fotografías y objetos (entre ellos, la famosa tabla de las 21 reivindicaciones) en el Centro Europeo de Solidarnosc, el modernísimo museo y centro de investigación construido en los solares del antiguo astillero y que está enfocado a recordar la historia de aquel agosto de 1980, la creación del sindicato Solidarnosc (Solidaridad) y el periodo de ley marcial que le siguió. El museo abrió en 2012 y es obra de cuatro arquitectos polacos, que lo concibieron como una gran estructura de acero corten, cuya oxidación y color recuerda a la de los barcos que se construían antiguamente aquí. Los fondos salieron de la Unión Europea y del Ayuntamiento de Gdansk. Es una visita imprescindible para conocer la ciudad y la historia reciente de Europa.
En la plaza de acceso, junto a la puerta número 2, se alza el monumento de las Tres Cruces, dedicado a los muertos por la represión de las huelgas de 1970. Aunque el edificio central del museo es de nueva construcción, se ha conservado la antigua Sala de Seguridad e Higiene del Trabajo del astillero, porque en ella tuvieron lugar las negociaciones de los huelguistas con la comisión gubernamental y en ella se firmaron los históricos acuerdos del 31 de agosto de 1980. Se conserva la mesa alargada y parte del atrezo; a la derecha, una gran foto en blanco y negro documenta el histórico momento. En ella se ve a un jovencísimo Lech Walesa firmando los Acuerdos de Agosto con un enorme bolígrafo de juguete con la imagen del Papa Juan Pablo II; a su lado, un circunspecto Mieczyslaw Jagielski, viceprimer ministro comunista polaco, con cara de no estar muy convencido de que el gobierno que representaba tuviera intención alguna de respetar los acuerdos, como así ocurrió.
En el edificio principal, exposiciones multimedia con películas, documentos y fotografías de la época, canciones de las huelgas, grabaciones originales de las negociaciones y otros elementos van dirigiendo al visitante por diversas estancias en las que se recuerda también las penurias, la falta de libertad y la represión de la época comunista y la lucha democrática de los polacos por la libertad, cuya recuperación no fue ni fácil ni inmediata. Tras la firma de los acuerdos de agosto vinieron 16 meses de ley marcial en la que el gobierno títere de la Unión Soviética trató de volver al viejo régimen. Pero ya fue imposible. Las ansias de un nuevo orden de los polacos se permearon también a otros países del telón de acero, en especial tras la publicación del manifiesto Mensaje a las naciones de la Europa del Este, promulgado durante el congreso nacional de Solidarnosc reunido en el gimnasio Oliwia de Gdansk en septiembre de 1981.
El resto de la historia es conocida: en 1989, con Mijaíl Gorbachov en el poder, la Unión Soviética implosiona y el telón de acero cae. Todos los analistas coinciden en que Gdansk y los astilleros Lenin fueron la primera ficha de ese dominó que empezó a caer el 31 de agosto de 1980 y que terminó con la caída del comunismo.
Gdansk es pequeñita y se ve en un día. Pero alrededor hay otros lugares de interés. Como Sopot, la ciudad-balneario del Báltico con enormes playas, hoteles decimonónicos y el mayor muelle de madera de Europa: 515 metros. A 45 minutos, en un afluente del Vístula, se levanta el gigantesco castillo de Malbork, la mayor fortaleza del mundo construida en ladrillo. Y con un par de horas de conducción se alcanza la península de Hel, una manga de arena de 35 kilómetros de largo por apenas 100 metros de ancho en su parte más angosta, con interminables pinadas y arenales, donde los polacos van de veraneo y a comer en sus afamados restaurantes. El final perfecto para un viaje a una ciudad casi desconocida por la que, sin embargo, circuló la historia más reciente del continente europeo.
Suscríbete aquí a la newsletter de El Viajero y encuentra inspiración para tus próximos viajes en nuestras cuentas de Facebook, Twitter e Instagram.