Diez bellos jardines europeos perfectos para refugiarse del calor

De Italia a Noruega pasando por Francia o España, cada uno de estos vergeles presume de algo que le hace único, ya sea por cultivar plantas de ambos extremos del mundo o sumergir al visitante en los escenarios que inspiraron a Monet

Los jardines del castillo de Villandry, en el valle del Loira (Francia).Alamy Stock Photo

No hace falta ser un buen jardinero ni entender nada de plantas: estos 10 jardines europeos son una visita turística para disfrutar con todos los sentidos. Los hay mediterráneos, casi árticos o alpinos; más o menos artificiales; más o menos urbanos; ubicados en lagos o en plena montaña… Todos estos lugares tienen algo especial y están diseñados para crear un entorno especialmente bello que nos conecta con la naturaleza.

A lo largo de los siglos, los artistas se han inspirado en la belleza de...

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No hace falta ser un buen jardinero ni entender nada de plantas: estos 10 jardines europeos son una visita turística para disfrutar con todos los sentidos. Los hay mediterráneos, casi árticos o alpinos; más o menos artificiales; más o menos urbanos; ubicados en lagos o en plena montaña… Todos estos lugares tienen algo especial y están diseñados para crear un entorno especialmente bello que nos conecta con la naturaleza.

1. Un jardín renacentista para jugar entre fuentes (Villa d’Este, Tívoli, Italia)

A lo largo de los siglos, los artistas se han inspirado en la belleza de Villa d’Este, un jardín renacentista en Tívoli (Italia): Fragonard, Corot y Turner lo pintaron o dibujaron, Sassoon escribió un poema en su honor y el sonido de sus fuentes y cascadas inspiró a Liszt a componer tres famosas obras para piano. Todo son pruebas de la inmensa belleza que evoca este jardín del siglo XVI, declarado patrimonio mundial por la Unesco en 2011.

Después de que el cardenal Ippolito II d’Este fracasara en su intento de convertirse en papa en 1549, se mudó de Roma a la pequeña ciudad de Tívoli para asumir el cargo de gobernador. Para compensar el desprecio de no ser papa, Ippolito decidió poner en marcha un proyecto ambicioso y magnífico ante el que todos se maravillarían. El arquitecto papal y amante de la antigüedad romana Pirro Logorio fue designado para encargarse del diseño del jardín: empezaron los trabajos en 1550 y duraron unas dos décadas. Y así fue como nació el impresionante jardín de la Villa d’Este. Al visitarlo hoy es imposible no asombrarse ante las empinadas terrazas y las numerosas fuentes de agua, el murmullo melódico que producen te sigue a lo largo de la Avenida de las Cien Fuentes.

Vista de las fuentes de Villa d'Este, en la localidad italiana de Tívoli.AleksandarGeorgiev (Getty Images/iStockphoto)

Las estadísticas son alucinantes. Los jardines cuentan con más de 50 fuentes, 64 cascadas y cientos de caños, chorros y cuencas. Trabajando con un ingeniero hidráulico, Logorio trajo tierra para crear terrazas e incluso mandó construir un acueducto. Como esto no fue suficiente para proporcionar el agua necesaria, solicitó que se desviara un afluente del río Aniene y se canalizara hacia el jardín. La presión natural del río obligó a los chorros de agua a brotar 12 metros en el aire desde las fuentes e incluso impulsó un mecanismo de 144 tubos en la Fuente del Órgano, una maravilla tecnológica que sigue sonando. El mayor logro de Logorio fue ocultar toda la tecnología utilizada, de modo que el agua se mueve como si estuviera diseñada para hacerlo por naturaleza, una ilusión tan inteligente como mágica. Además, hay estatuas clásicas por todas las terrazas y fuentes, que representan dioses griegos y romanos, dragones, delfines, esfinges y leones.

Tivoli está a unos 35 kilómetros al este de Roma y el mes más colorido para visitar el jardín es mayo, cuando florecen las rosas y las glicinias, o en verano, cuando la neblina que producen las fuentes lo convierten en un delicioso refugio del calor.

2. El jardín botánico más septentrional del mundo (Tromsø, Noruega)

El Círculo Polar Ártico no es un lugar fácil para una planta. Durante tres meses en invierno, el sol nunca se asoma por el horizonte. Durante tres más en verano, se olvida de ponerse. Cualquier planta lo suficientemente valiente como para intentar crecer aquí debe hacer frente a uno de los climas más extremos de la Tierra. Por eso la mayoría ni siquiera lo intenta. Excepto en el Jardín Botánico Ártico-Alpino de Tromsø. Este oasis se encuentra a 1.700 kilómetros al norte de Oslo y está cubierto de nieve durante gran parte del año y, sin embargo, ofrece una profusión de colores florales que recuerdan más a un día de verano.

Detalle de algunas de las plantas del el Jardín Botánico Ártico-Alpino de Tromsø (Noruega).Alamy Stock Photo

Se necesitan muchos cuidados para mantener un jardín tan al norte. Se han seleccionado plantas de todo el mundo por su resistencia: del Himalaya, los Andes, Nueva Zelanda, las Islas Malvinas, Tayikistán, Taiwán, Marruecos, Afganistán, Lesoto, México... De hecho, se dice que hay una planta de todos los continentes aquí, incluido el espécimen de la obra maestra del jardín, la rara amapola azul del Himalaya y la colección de genciana más grande del mundo. Es uno de los pocos vergeles del mundo donde las plantas más al norte y más al sur de la Tierra florecen juntas. También se encuentran hierbas resistentes como la salvia, el romero, el eneldo y los alliums y las plantas perennes antiguas, que proporcionan un vínculo en el tiempo con los pueblos indígenas de Noruega, los sámi, y también con los vikingos, quienes usaban las plantas nativas de Noruega en medicinas tradicionales y remedios caseros.

Desde su apertura en 1994, se ha convertido en uno de los hitos turísticos de Tromsø. En verano, la gente del pueblo pasea por los senderos, hace pícnics o se para para tomar un café y gofres en la acogedora cafetería revestida de madera. En invierno, cuando la nieve y el hielo cubren el suelo, la ubicación en la cima de la colina del jardín ofrece fabulosas vistas invernales de los fiordos circundantes. Y si tiene la suerte de visitarlo en una noche muy oscura y despejada, es posible incluso disfrutar de una exhibición de auroras boreales.

Tromsø tiene vuelos directos desde Oslo y las principales ciudades europeas, pero también se puede llegar a bordo del ferri Hurtigruten. El jardín, a unos cuatro kilómetros del centro de la ciudad, muestra sus mejores colores en pleno verano (mediados de junio a mediados de julio), pero la primavera (marzo a mayo) y el otoño (septiembre a noviembre) también son muy agradables. De noviembre a febrero es la temporada alta para ver auroras boreales.

3. Para disfrutar del olfato y de la vista (Grasse, Francia)

Caminar en mayo a través de los prados cubiertos de flores del Museo Internacional de la Perfumería, en la localidad provenzal de Grase, es una alegría para el olfato. El aroma de las rosas centifolia es poderoso y embriagador y no es de extrañar que esta rosa haya sido durante mucho tiempo la musa más preciada para los famosos perfumistas de esta parte del sur de Francia. Sus jardines, diseñados en 2010, despliegan flores y plantas de 800 especies que se han utilizado en la industria del perfume de la ciudad desde el siglo XVI, cuando el curtidor local Galimard perfumó ingeniosamente un par de guantes para disimular el desagradable hedor del cuero. A principios del siglo XX, Grasse era el mayor productor mundial de materias primas para perfumería, y los jardines, alrededor de un canal en Mouans-Sartoux, al sureste de la ciudad, son un increíble popurrí de esas flores que hacen que las esencias de Grasse sean tan famosas. Las casas de moda de alta costura como Christian Dior y Chanel aún extraen esencias para sus perfumes.

Entrada del Museo Internacional de la Perfumería, en la localidad provenzal de Grase (Francia).Alamy Stock Photo

Todo el jardín está cuidado al máximo, con detalles como la pérgola de metal y mimbre cubierta de rosas que evoca las cestas de los recolectores de flores que todavía recogen más de 16,000 flores al día; o la pérgola de madera que recuerda a las cabañas donde tradicionalmente se secan kilo tras kilo de flores de jazmín blanco nacarado. A lo largo del Parcours Olfactif (el sendero olfativo), organizado por familias olfativas, se puede inhalar profundamente para sentir el exuberante cóctel de aromas con notas cítricas, amaderadas, florales, afrutadas, almizcladas, ambarinas y especiadas. Y en la sección de aromáticos son las notas herbáceas frescas y revitalizantes las que nos llegan a través de las diferentes variedades de salvia, tomillo, menta, hinojo, romero que nos hacen pensar en unas vacaciones de verano en Provenza.

Para llegar a este aromático jardín hay que ir a Grasse, en Provenza, y de allí a la estación de tren de Mouans-Sartoux (siete minutos). El mejor momento para visitarlo es desde abril a junio, cuando el campo de rosas está en su mejor momento, junto a los jazmines, violetas, nardos y lavandas púrpuras.

4. Un paseo a la sombra por la historia (Trsteno, Croacia)

Los fans de Juego de tronos lo entenderán: ni las maravillosas vistas al mar desde el pabellón del Trsteno Arboretum les disuadieron de organizar el espantoso final de Joffrey Baratheon. Pero la utilización del Trsteno Arboretum como escenario para la famosa serie de HBO no es lo más interesante desde este enclave en la costa croata. A finales del siglo XV, un noble de la cercana Dubrovnik construyó aquí una villa de verano y la rodeó de jardines diseñados según los ideales del Renacimiento italiano. Una inscripción que data de 1502 resume su filosofía: “Visitantes, contemplad las huellas de manos humanas, cuyas excelentes habilidades han domesticado la naturaleza salvaje”. A solo 17 kilómetros de la famosa ciudad amurallada, el recinto ocupa una terraza con vistas sobre el Adriático, que se extienden sobre las islas Elafiti. La familia Gučetić-Gozze mantuvo la propiedad durante 450 años, hasta que pasó a ser propiedad estatal en 1945.

Fuente de Neptuno en el Trsteno Arboretum, en la ciudad croata de Trsteno.Alamy Stock Photo

Hoy se puede disfrutar del arboreto, en donde incluso en los calurosos días de verano la vegetación te rodea rápidamente, como un dosel, hasta llegar a la sólida villa de piedra y un pabellón en lo alto del acantilado. A las especies acumuladas a lo largo de estos siglos, se suman las últimas en llegar: las palmeras exóticas y las plantas suculentas, una pasión personal de uno de los condes del siglo XIX. Lo mejor son las asombrosas vistas al mar, pero hay mucho de lo que disfrutar: el eje principal del jardín continua por una pequeña capilla del siglo XVI y una fuente barroca del XVIII, con su Neptuno, sus ninfas y sus delfines, todo alimentado por un acueducto que continúa a través de una magnífica arboleda hasta el arroyo que corre por la parte superior de la finca. El Tresteno Arboretum se extiende hacia el oeste para incorporar un prado, un olivar histórico y un jardín que se agregó a principios del siglo XX, con escalones que conducen al mar. Salpicado de estatuas, glorietas y terrazas, forman un cuadro mediterráneo atemporal.

Para llegar, hay autobuses a Trsteno desde Dubrovnik. La mejor época es la primavera, cuando la villa se llena de rosas y de glicinias en flor. En verano, los senderos sombreados y la brisa marina lo convierten en una pausa deliciosa y refrescante en un viaje por la costa croata.

5. El jardín de un pintor para encontrar inspiración (Giverny, Francia)

Hay jardines en los que uno siente que estás entrando en una pintura. El jardín de Monet en Giverny es tal vez el mejor ejemplo, sobre todo al contemplar el Jardín del Agua, cubierto por nenúfares y con los reflejos de los sauces, una imagen bien conocida por los aficionados al arte y los amantes de los jardines. Sin embargo, el jardín no siempre fue tan llamativo como hoy lo vemos. Cuando Monet se mudó aquí en 1883 con sus dos hijos (de su difunta esposa), más su amante y sus seis hijos, se encontraron en una casa sencilla con un huerto. El artista inmediatamente se puso a trabajar transformando el exterior, reemplazando la mayoría de los árboles del huerto con marcos de metal para agarrar rosas trepadoras, creando así el Clos Normand. Este espacio se cuidó y planificó al detalle, pero Monet se permitió dejar un cierto efecto salvaje. En altura se entremezclan las rosas trepadoras y clemátides con los cerezos, manzanos y albaricoqueros japoneses, mientras que los caminos de grava a nivel del suelo están bordeados por parterres llenos de tulipanes, lirios, amapolas orientales, narcisos y peonías, e invadido por capuchinas. Luego compró un terreno al otro lado de la vía férrea y construyó el Jardín del Agua, un espacio que sería una fuente constante de inspiración para él hasta su muerte en 1926. El conjunto es un verdadero cuadro lleno de color y armonía.

El jardín de Monet, en su casa en la localidad de Giverny (Francia).Alamy Stock Photo

Al Clos Normand se llega pasando por debajo del túnel que conecta con el Jardín del Agua, una forma casi de cuento para llegar a un lugar que se ha hecho legendario. Aquí se aprecia la influencia del arte y diseño japonés en Monet; los nenúfares, el puente de estilo japonés, el bambú, los rododendros y el sauce llorón que cubre el agua crean un juego de luces que permitió al artista reproducirlo en múltiples ocasiones.

Vernon es la estación de tren más cercana a la casa de Monet, desde donde, en temporada, un autobús lanzadera conecta con el jardín. Caminar o alquilar una bicicleta es otra opción para el trayecto de 6,5 kilómetros, en parte siguiendo el río Sena. Para ver los nenúfares hay que ir en junio y julio.

6. Un oasis urbano con aromas moriscos (Sevilla, España)

En medio de Sevilla, protegido por altos muros almenados, se esconde una de las joyas verdes de la ciudad: los jardines del Alcázar, de los más extraordinarios de España y que empezaron a cultivarse hace más de mil años. A un paso del tráfico, se refugian esbeltas palmeras, cítricos aromáticos, jazmines o hierbas aromáticas que hacen que pasear por aquí se convierta en un escape del bullicio urbano. Los jardines con influencia islámica, renacentista o romántica y los edificios reales que rodean han ido creciendo a través de los siglos. Hoy ocupan seis hectáreas y contienen más de 187 especies de plantas, desde madreselvas hasta higueras.

Los antecedentes de los jardines se encuentran en la media docena de patios contiguos a los edificios palaciegos que datan de época islámica (anterior a 1248) pero que fueron profundamente transformados a partir del siglo XVI. Son espacios íntimos en torno a fuentes y refrescados por el agua y las sombras, que invitan a redescubrir la belleza de la Sevilla mudéjar. Los árabes alimentaron la idea de que los jardines ornamentales debían reflejar el cielo en la tierra. Los cristianos heredaron esta noción y la ampliaron. Hoy, después de siglos de ser cuidados por sucesivos paisajistas y horticultores, eno han perdido nada de su magia.

Vista de la Galería de Grutesco, en el Jardín del Estanque del Real Alcázar de Sevilla.Alamy Stock Photo

Uno de los elementos más escenográficos es la Galería de Grutesco, una galería elevada adornada con pórticos creados en el siglo XVII a partir de una antigua muralla almohade. Llama la atención el Jardín de las Damas construido durante el Renacimiento sobre una antigua huerta morisca. Aunque los huertos originales han desaparecido, quedan más de 1.000 naranjos, incluido uno que supuestamente tiene 600 años. Detrás del Jardín de las Damas hay un pabellón de azulejos construido en el siglo XVI para honrar el matrimonio de Carlos V con Isabel de Portugal. En su lado sur, se extiende un intrincado laberinto y un jardín inglés, más salvaje, con sus robles robustos y sus pavos reales.

El Alcázar está en el centro de Sevilla, en el barrio de Santa Cruz. Se puede visitar todo el año, pero el momento más tranquilo es tal vez el invierno. Quienes vayan a finales de febrero verán florecer los naranjos; en abril verán cómo los jazmines tiñen de blanco el vergel y en otoño, la floración de los famosos árboles de seda lo envuelve en colores fucsia.

7. Un jardín renacentista, a la francesa (Villandry, Francia)

Para descubrir toda la riqueza de la aristocracia francesa del Renacimiento y sus exquisitos gustos, es imprescindible un viaje por el valle del Loira, donde llaman la atención tanto sus castillos como sus exquisitos jardines. Terminado en 1536, el Château de Villandry fue el último gran palacio de recreo que se construyó a orillas del Loira. El castillo es famoso por sus espléndidos salones, pero son también excepcionales sus jardines ornamentales, nacidos de la noción renacentista de que un jardín es la extensión de un interior noble. Villandry era simplemente una torre medieval enclavada entre un bosque y el pueblo del mismo nombre cuando Jean Breton, el ministro de finanzas del rey, adquirió la propiedad en 1532. Después de supervisar la construcción del cercano Château de Chambord para Francisco I, Breton sabía bastante sobre arquitectura renacentista y jardines.

Los jardines de estilo renacentista en el Château de Villandry (Francia).Alamy Stock Photo

Pasear por Villandry hoy permite disfrutar de sus magníficos jardines formales (jardines a la francesa, como se les conoce en todo el mundo), que cubren cuatro terrazas, todas meticulosamente recreadas desde 1908 en adelante para ver cómo se veían en el siglo XVI. Siguiendo las normas del diseño renacentista, los jardines ornamentales se contemplan maravillosamente desde los salones de recepción del ala sur del castillo. El más llamativo es el Jardin d’Amour (el jardín del amor), cargado de simbolismo: un maravilloso paseo entre macizos de flores geométricos cuyos tulipanes primaverales rosas, blancos y rojo sangre, begonias veraniegas y una deslumbrante mezcla de bojes cincelados representan todas las caras del amor.

No falta una huerta decorativa, donde miles de lechugas rojas y verdes, coles moradas y negras y otras verduras forman un deslumbrante tablero de ajedrez de colores y formas. Y las hierbas aromáticas y las plantas medicinales encienden todos los sentidos en el medieval Jardin des Simples (el dedicado a las plantas medicinales).

El castillo de Villandry está a 16 kilómetros al suroeste de Tours, la gran ciudad que le queda más cercana. Savonnières, 5 kilómetros al noreste, es la estación de tren más cercana. Las flores están en su mejor momento de floración de abril a octubre, aunque el jardín tiene color y encanto en cualquier época.

8. Un parque acuático renacentista (Salzburgo, Austria)

A simple vista, Hellbrunn es un palacio de ensueño de color amarillo pastel que se refleja sobre la superficie inmóvil de un estanque. Como tantos otros, no falta un anfiteatro romano de mosaicos y estatuas clásicas que lanzan agua por sus bocas. Pero la sorpresa llega cuando uno se sienta en torno a una gran mesa de piedra para descansar o escuchar al guía, y de repente se ve empapado por los chorros de agua que surgen a su alrededor. Todo el mundo se sobresalta, chilla, se ríe… y sale empapado. Una especie de parque acuático que lleva cuatrocientos años sorprendiendo a los visitantes.

Chorros de agua escondidos en uno de los espacios del palacio de Hellbrunn, en Salzburgo (Austria).Alamy Stock Photo

Los curiosos jardines del palacio de Hellbrunn fueron una creación del gobernante de Salzburgo, el príncipe-arzobispo Markus Sittikus, que se inspiró en los jardines italianos que había visitado y en 1612 supervisó personalmente la creación de estas fuentes de fantasía. Caminando entre los jardines cubiertos por rosas, lavandas o pensamientos se encuentran fuentes por todas partes, pero hay cinco lugares concretos en los que los visitantes son atraídos hacia grutas en las rocas, llenas de estatuas de mármol, estuco dorado, frescos y mosaicos. Aquí, los guías se colocan discretamente para poner en acción los chorros ocultos utilizando el sistema original de agua de 400 años de antigüedad que fluye desde las colinas cercanas. En la Gruta de Neptuno, los chorros salen disparados inesperadamente del suelo y las estatuas de aspecto inocente de repente rocían a los espectadores. La Gruta de la Corona cuenta con un arco de agua que cae en cascada de las paredes. Con estos jardines tan innovadores Markus Sittikis pretendía divertir a la gente pero también demostrar a los invitados su inmensa riqueza y poder. Y, por supuesto, cada gruta tiene un asiento seco reservado para el mismísimo Príncipe-Arzobispo. Hay otros lugares muy curiosos como Bird Call Grotto, donde el gorjeo de los pájaros no proviene de una grabación sino del ruido de las tuberías de agua, y en el asombroso Teatro Mecánico hay 142 marionetas impulsadas por agua que giran de un lado a otro.

Las fuentes con truco son solo una pequeña parte de la extensa propiedad de Hellbrunn, que también incluye jardines de estilo inglés y francés, zonas verdes para pícnics y practicar deporte, rincones tranquilos para la meditación y un teatro de piedra donde se han realizado conciertos desde 1617.

Hellbrunn está a 25 minutos del centro de Salzburgo. Los jardines del palacio están abiertos todo el año, y aunque son muy bonitos bajo una capa de nieve, las fuentes de agua no funcionan de noviembre a febrero.

9. El jardín inglés por excelencia (Kent, Inglaterra)

Cuando la poetisa Vita Sackville-West y su esposo, el diplomático y cronista Harold Nicolson, compraron el castillo de Sissinghurst en 1930, era una ruina en el campo de Kent sin ningún jardín digno de mención. La pareja tardó años en quitar la maleza antes de poder plantar algo. El diseño general fue concebido por Harold y las plantaciones por Vita, quien hizo famoso Sissinghurst a través de sus columnas de jardinería para el periódico The Observer, llamadas In Your Garden. El jardín se abrió al público o por primera vez en 1938 y, junto con la propiedad, han sido parte del National Trust desde 1967. Un equipo se encarga de que se respete el plan de Vita y Harold haciendo las revisiones y actualizaciones necesarias.

La torre isabelina de ladrillo rojo del palacio de Sissinghurst, en Kent (Inglaterra).Geography Photos (Universal Images Group via Getty)

La mejor manera de apreciar el diseño de Sissinghurst es subir a la parte superior de la torre isabelina de ladrillo rojo en su centro: fue aquí donde Vita tenía su estudio de escritura. Se obtiene una gran vista de los espacios del jardín, principalmente delimitados con bloques de colores y temáticas, además de elementos más naturalistas como el huerto y el prado. De vuelta al nivel del suelo, solo hay que explorar entre los setos recortados y las viejas paredes de ladrillo: hay más de 200 especies en el jardín de rosas, una colección muy inglesa, que se combina con el aroma de la madreselva y crea una especie de tapiz floral bordado. El llamado Jardín Blanco, muy imitado posteriormente, fue un audaz proyecto de Vita, en el que solo permitió cuatro colores: blanco, verde, gris y plata. Su idea era crear simplicidad pero añadiendo la espectacularidad a través de la mezcla de muchas formas y texturas diferentes.

Una de las partes más atractivas de Sissinghurst es su huerto de viejos árboles frutales de Kent. En primavera se llena de narcisos y en verano el prado se llena de flores silvestres. Y aunque todo resulta de lo más british, queda espacio también para un paisaje mediterráneo de cipreses, higueras y alcornoques que brotan de la grava con destellos de amapolas rojas. También se encuentra Delos, un jardín completado en 2021 pero basado en un proyecto de la década de 1930 de Vita y Harold, cuando la pareja intentó, sin éxito, recrear lo que habían encontrado en la isla griega del mismo nombre. Hoy podemos disfrutar del paisaje bañado por el sol de las Cícladas en plena Inglaterra.

El jardín está Cranbrook, Kent, y la estación de tren más cercana es Staplehurst, a unos 10 kilómetros al norte de Sissinghurst. La mejor época para ir es marzo-abril, aunque el jardín de rosas es espectacular de mayo a agosto.

10. Jardines barrocos en el lago Maggiore (Isola Bella, Italia)

En medio del lago Maggiore, al norte de Italia, la Isola Bella se alza como un enorme barco verde con el fondo de los picos alpinos nevados. Si todos los lagos italianos son espléndidos, este lo es todavía más, y se hace difícil imaginar que hace menos de 400 años la isla no era mas que un peñasco rocoso. En 1632 fue cuando Carlo III Borromeo inició las obras de una ambiciosa mansión rodeada de jardines que nombró en honor de su esposa Isabella. Durante 40 años trabajó en este proyecto, que fue rematado por su hijo Vitaliano hacia 1671. El resultado fue el increíble conjunto que hoy se puede disfrutar: los jardines ocupan las tres cuartas partes de Isola Bella, y parecen aún más grandes desde el agua, casi irreales.

Vista aérea de los jardines barrocos del Palazzo Borromeo en Isola Bella, en lago Maggiore (Italia).Feng Wei Photography (Getty Images)

Una vez en tierra, después de recorrer el palacio, una escalera conduce entre altos setos a la pieza central de los exuberantes jardines: el Teatro Massimo, que se parece más a una iglesia que a un vergel. Este edificio barroco sobre el que se apilan las 10 terrazas del jardín está salpicado de arcos en forma de gruta y estatuas mitológicas. La gran estructura piramidal está rematada por una imagen heráldica de un unicornio (símbolo de la familia Borromeo) y unida por una serie de escaleras y caminos de grava, flanqueados por vegetación trepadora.

Aunque la impresión general es barroca, en los jardines hay mucha simetría clásica en su césped bien recortado bordeado por setos de corte bajo y macetas estratégicamente ubicadas. Hay flores por todas partes, algunas en parterres, otras en macetas o trepando por las paredes de las terrazas. Florecen las glicinias lila en abril, las rosas rojas y rosadas en mayo y las azaleas fucsias en junio. Algunas de las plantas son tan antiguas como el palacio y hay un tejo europeo que se cree que fue plantado en 1700, un alcornoque que data de alrededor de 1800 y un alcanforero de la década de 1820.

Para llegar a Isola Bella hay que ir a las ciudades de Stresa y Verbania Pallanza, junto al lago, desde donde cada media hora salen ferris a la isla. Los mejores meses para visitar el jardín son mayo y septiembre, menos concurridos y con las mejores flores. El palacio y los jardines están cerrados en invierno.

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