Zeyrek Çinili Hamam: regreso al futuro del baño turco en Estambul
La cultura del ‘hamam’ baño turco recobra su esplendor en esta joya arquitectónica rescatada de la ruina en la ciudad del Bósforo. Un relajante espacio de lujo que suma diseño y arte contemporáneo a un ritual con cinco siglos de antigüedad
Reabierto hace apenas un año, el Zeyrek Çinili Hamam, en Estambul, se ha convertido en uno de los lugares predilectos para asomarse al futuro de la antigua Constantinopla: celebridades como el actor James Franco y los artistas plásticos Jeff Koons y Olafur Eliasson se han rendido ya a sus encantos, y la revista Time lo incluyó en su lista World’s Greatest Places de 2024. Este icónico baño turco está situado cerca del que fuera monasterio bizantino del pantocrátor, hoy mezquita de Zeyrek, en el área declarada patrimonio mundial por la Unesco, y ha realizado su propio viaje en el tiempo para recobrar su esplendor. Darse un baño aquí es darse también un baño de historia. Fue construido entre 1530 y 1540, durante la llamada edad de oro del Imperio otomano, bajo el reinado de Solimán el Magnífico. Lo encargó al renombrado arquitecto Mimar Sinan el almirante Jeireddín Barbarroja, más conocido para la Europa cristiana de la época como el temible pirata Barbarroja, que impuso la supremacía turca en el Mediterráneo hasta la batalla de Lepanto, en 1571.
Concebidos originalmente como establecimientos gestionados por el Gobierno, los baños turcos cayeron en desuso en Estambul durante los siglos XIX y XX. Con la industrialización, los spas de estilo occidental en hoteles de lujo se impusieron como alternativa a los hamams públicos mal mantenidos. Muchos fueron cerrando; otros se privatizaron. En su etapa gloriosa, Zeyrek Çinili Hamam era el favorito de los escribas, una de las posiciones sociales más prestigiosas. Como tantos otros, había servido como centro neurálgico para reunirse, hacer negocios y conmemorar eventos sociales. También como espacio de libertad para las mujeres, que contaban con su propia sección de baño apartada de la de los hombres. Con el nacimiento de la República de Turquía, que cumplió su centenario en 2023, las mujeres dejaron de estar segregadas en el hogar y el hamam, accediendo a otros espacios públicos. A finales de los años ochenta, los hamams históricos parecían condenados a desaparecer.
Las glorias pasadas del Zeyrek Çinili Hamam habían quedado en una ruina al borde de la demolición, hasta que la cadena hotelera The Marmara Group, una de las más respetadas a ambos lados del Bósforo, emprendió la restauración de esta joya arquitectónica que ha durado 13 años. Este periodo no ha servido solo para devolverle prestancia. “También hemos querido emprender toda una búsqueda de los orígenes de la cultura del hamam y actualizarla. El éxito internacional de la película Hamam: el baño turco (1997) atrajo a muchos turistas a Estambul en su día en busca de esa experiencia y también lo reposicionó entre el público local. Pero ha sido la explosión wellness en los años recientes la que ha hecho que reaflore”, explican Koza Güreli Yazgan, directora de Zeyrek Çinili Hamam, y Anlam de Coster, su directora artística.
Recostarse en el mármol caliente de Mármara que precede al baño de espuma y contemplar la luz que asoma por las claraboyas estrelladas de la bóveda es entregarse a lo que el poeta Jean Cocteau definió en sus diarios como “un espacio donde se detiene el tiempo. El vapor envuelve todo, borrando los límites entre el cuerpo y el alma. Es un lugar de purificación, no solo del cuerpo, sino también de la mente. Allí, uno se siente parte de una tradición antigua, casi sagrada, donde el agua y el calor son los elementos que nos conectan con lo primitivo”. Ninguno de los numerosos pasajes sobre los baños turcos que ha legado la literatura de insignes viajeros como Gustave Flaubert, Mark Twain o André Gide logran encapsular la experiencia de entregarse a este ritual de abandono total y el masaje exfoliante de unas manos expertas.
En su nueva encarnación, este lugar es más que un simple baño turco. La visión de futuro de sus responsables suma diseño y arte contemporáneo al ritual tradicional otomano de hace cinco siglos. El artista griego Theodore Psychoyos ha esculpido el interior de sus salas calientes utilizando mármoles recuperados. Salones que, por cierto, han intercambiado su condición en un inteligente ejercicio de justicia poética: el más grande, tradicionalmente tomado por los hombres, ahora es el destinado a las mujeres. El influyente diseñador turcochipriota Hussein Chalayan ha confeccionado versiones actuales de los clásicos pestemal (toallas de algodón ligero) y nalin (zuecos), así como los uniformes de los trabajadores, que se pueden adquirir también en la tienda.
Durante la excavación, se descubrió en su subsuelo parte de una cisterna bizantina, hoy convertida en sala de exposiciones. A la recién clausurada muestra del pintor griego Alekos Fassianos le seguirán proyectos específicos de Anousha Payne (esta primavera) y Juliette Minchin (en otoño). “La reconstrucción de esta cisterna propició el hallazgo de objetos que se remontan al siglo V y deja a la vista una serie de pinturas talladas en sus paredes, que hemos conseguido conservar, sobre todo, de galeones. Los expertos las atribuyen a los esclavos que trajo Barbarroja, que dormían en la propia cisterna mientras la construían”, explica De Coster. Así maduraron la idea del museo sobre la cultura del hamam que completa la visita.
Fiel a su legado familiar, Koza Güreli aplica en este espacio expositivo las lecciones aprendidas de su padre, Ali Güreli, fundador de la feria de arte Contemporary Istanbul (del 17 al 20 de abril de 2025), y de su madre, la coleccionista Bike Gürsel. Recibe una pantalla digital que reconstruye los azulejos de Iznik a partir de los fragmentos originales. “Çinili significa azulejo. Los de Iznik, realizados con polvo de cuarzo, eran más propios de los palacios, y se convirtieron en la seña de identidad de este hamam. Muchos fueron desmantelados y han acabado en el Museo Británico, el Victoria & Albert o el Louvre”, explica la directora. También han recuperado los poemas en persa que adornaron las paredes de los baños en el siglo XVIII, con innegables tintes homoeróticos: “A cada paso, el polvo que se levantaba se convertía en un nido de amantes adoradores”. “Su cuerpo es como pura plata y mil desnudos en ruinas”. Se completa con la colección de artefactos de la familia Güreli, de cuencos a un espectacular desfile de zapatos tradicionales de baño adornados con perlas y nácar. Todo un viaje a los orígenes para liberar el estrés y profundizar en un ritual más allá del tiempo.