Opinión

Vendido al menor postor

Mediante el mecanismo de subastas a la baja, los Gobiernos de América Latina reducen al máximo el coste que supone la transición a fuentes de energía renovables

Chronis Yan (Unsplash)

¡Adjudicado! Hace unos meses, el Gobierno colombiano anunció que el país habría conseguido, mediante subasta pública, pasar de 50 MW a más de 2.200 MW de capacidad instalada para el 2022, 44 veces la actual. El proceso fue un éxito: siete empresas presentaron sus mejores ofertas en una subasta de energía renovable no convencional en Colombia en octubre pasado.

Como en toda subasta, los diferentes pujantes tratan de mejorar las ofertas de los demás participantes sin anticipar como serán las ofertas de los otros. Sin embargo, cuando se trata de comprar energía sucede a la inversa y son las ofertas más bajas las que se consideran las más competitivas. De esta forma, los diferentes Gobiernos de América Latina consiguen reducir al máximo el coste que supone al consumidor o erario llevar a cabo la transición a fuentes de energía renovables.

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Como Colombia, los países de la región están apostando por las subastas para incrementar la participación de renovables en sus matrices de generación. Mediante este tipo de competencias públicas se ha logrado que las inversiones en proyectos de energía renovables no convencionales —solar fotovoltaica y eólica— estén asegurando que la región se mantenga a la vanguardia del desarrollo energético sostenible. Para 2040, se proyecta que alrededor del 70% de la generación eléctrica en la región provendrá de este tipo fuentes limpias.

América Latina ha sido pionera en subastas de fuentes renovables. Brasil, por ejemplo, lideró la adopción de este método de licitación en 2005. Desde entonces, el país ha realizado 42 subastas con un contrato total de 95 GW de nueva capacidad, de los cuales 54 GW corresponden a fuentes renovables.

Uruguay realizó ya en 2007 su primera subasta. Ahora destaca como uno de los primeros países del mundo con mayor participación de fuentes eólicas o solares en la generación de electricidad. En la otra costa del continente, en el paraíso de la energía solar, Chile realizó las primeras subastas en el año 2006. Según la clasificación Climatescope 2019 de BloombergNEF, el país es considerado el segundo más atractivo del mundo para las inversiones en energía limpia, solo después de la India.

Este método de asignación de contratos para renovables no es el único; algunos países desarrollados experimentaron con la fijación de precios. España y Alemania son algunos de los que utilizaron un mecanismo conocido como tarifas de alimentación (feed-in tariff, en inglés) como una forma de promover las fuentes renovables no convencionales.

Este mecanismo, aunque exitoso en términos de expansión de capacidad, se mostró altamente costoso para el consumidor o exigió altos subsidios del Gobierno, dada la ausencia de competencia en la formación de precios y el compromiso para preestablecer un costo o rentabilidad.

Al contrario de estos países, América Latina evitó esos costes al optar por un mecanismo económicamente más eficiente y conveniente para los consumidores: las subastas. Actualmente, al menos 15 países de la región tienen experiencia en la realización de subastas de energía renovable y Latinoamérica es un ejemplo, a nivel global, en la implementación de estos exitosos mecanismos de asignación de suministro eléctrico.

América Latina ha sido pionera en subastas de fuentes renovables

Inicialmente, las subastas despertaron ciertas suspicacias en la industria, que temía que la competencia condujera a precios muy bajos y que desalentara las inversiones. Sin embargo, este proceso demostró ser competitivo y transparente. A pesar de la reducción significativa en los precios de la energía, la seguridad aportada por los contratos a largo plazo ha atraído a un gran número de inversionistas interesados a nivel global. Además, la competencia fomenta la innovación en la ejecución del contrato y en su financiación.

Las subastas proveen diferentes beneficios tanto para los inversores como para los consumidores y los Gobiernos. Por ejemplo, para los inversores, los contratos tienen la ventaja de proporcionar estabilidad de ingresos y proteger contra los efectos de los cambios en la regulación o en el diseño del mercado eléctrico. Reducen el riesgo de ingreso. Además, las cuentas por cobrar de transacciones a largo plazo pueden usarse como garantía para obtener financiación en condiciones más atractivas.

Para los Gobiernos, las subastas permiten la adquisición de nuevas plantas aún en la fase de proyecto, lo que sirve como un poderoso mecanismo para garantizar la seguridad del suministro futuro. Asimismo, se evita el gasto excesivo en subsidios costosos y en crear barreras a la competencia.

Y finalmente, para el consumidor, las subastas hacen posible que la expansión de las fuentes renovables no se traduzca en un aumento desproporcionado de las tarifas energéticas, ya que la competencia y el avance tecnológico han hecho que las fuentes eólicas y solares sean más baratas que las tecnologías con combustibles fósiles.

Sin embargo, es peculiar que América Latina, normalmente acusada de ser refractaria al uso de instrumentos de mercado, haya sido la precursora del uso de un proceso competitivo como medio para promover las fuentes renovables. Después de 14 años de la primera subasta brasileña, la práctica está hoy muy extendida en el mundo.

El éxito de esta política se debe fundamentalmente a tres factores: la posibilidad de controlar el ritmo de desarrollo de las fuentes renovables, la transparencia en la realización de los procesos y la competitividad del proceso de contratación con precios más bajos.

La apuesta de América Latina por las subastas sin duda ayudará a incrementar la inversión en energías renovables, pero también contribuirán al proceso de descarbonización de la región y con ello, a la lucha contra el cambio climático. De esta forma, sus habitantes respiran un aire más limpio y pagan tarifas competitivas en su consumo eléctrico.

Mauricio T. Tolmasquim es investigador visitante en el Banco Interamericano de Desarrollo. Ariel Yépez es el jefe de la División de Energía del Banco Interamericano de Desarrollo.

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