Tribuna

No perder por el camino a los niños ‘superdotados’

Los primeros años son clave para cimentar una vida productiva y saludable pero la atención al desarrollo infantil en América Latina y el Caribe sigue teniendo retos pendientes

Un grupo de alumnos de un colegio de Antigua y Barbuda.UNICEF/UN0345650/LeMoyne
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Quienes dicen que su hijo de dos años es un superdotado, no mienten. Durante los primeros años de vida es cuando más crece el cerebro, y las conexiones neurológicas se multiplican a una velocidad tal que no pueden sino provocar la admiración de quienes ven cómo los niños progresan día a día. Es algo que no se volverá a repetir en ningún momento de la existencia humana y, por ello, es el momento clave para potenciar las habilidades y la capacidad de aprender, y para sentar los cimientos de una vida productiva y saludable. Es, también, cuando los niños empiezan a observar y a asimilar las normas sociales y de convivencia. Lo que sucede en los primeros años de vida afecta la niñez, la juventud y la vida adulta en aspectos tan claves como, por ejemplo, el desempeño escolar, la productividad, la salud o la capacidad de regular las emociones.

En un esfuerzo por conocer el estado de la primera infancia en América Latina y el Caribe, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ha realizado en los últimos años un análisis extenso de los datos disponibles sobre la situación del desarrollo infantil, así como sobre la cobertura y la calidad de los servicios que se ofrecen en esta parte del mundo. Una de las principales conclusiones de estos estudios es que el nivel de riqueza, la educación y la calidad del ambiente en el que crecen los niños se encuentran directamente relacionados con sus niveles de desarrollo, siendo inferiores entre los más desfavorecidos. Es decir, los niños que crecen en hogares en mayor situación de desventaja tienen menos oportunidades de aprender y desarrollarse. Son, por ello, quienes más pueden beneficiarse de servicios que les expongan a entornos más estimulantes, a más lenguaje, más juegos o más interacciones sensibles y receptivas a sus necesidades.

Los países de América Latina y el Caribe han experimentado un importante crecimiento en la cobertura de sus servicios en centros infantiles, ya se trate de jardines de cuidado o de servicios de preescolar, pero es, todavía, insuficiente. Por otra parte, la expansión de esta cobertura no ha estado necesariamente focalizada en los niños más pobres, en especial en lo que se refiere a los niños de cero a tres años, y, más importante si cabe, la calidad de estos servicios tiene un amplio margen de mejora.

La calidad las interacciones entre niños y adultos, que han de ser cálidas, frecuentes, ricas en vocabulario y receptivas a las necesidades de los menores, es un requisito imprescindible para que los programas de desarrollo infantil consigan resultados positivos, con independencia de que tengan lugar en centros institucionales o en el hogar. Unos servicios de baja calidad pueden perjudicar el desarrollo y mejorarlos pasa necesariamente por la formación, motivación, retención y cuidado de quienes los dispensan, ya que los servicios de desarrollo infantil son intensivos en recursos humanos.

Las interacciones entre niños y adultos han de ser cálidas, frecuentes, ricas en vocabulario y receptivas a las necesidades de los menores

Los servicios de desarrollo infantil tienen, en América Latina y el Caribe, un gran campo para expandirse. Se ha explotado poco la vinculación con otros servicios como, por ejemplo, las transferencias monetarias, y queda mucho por hacer en sistemas subsidiados que prioricen la atención de los más pobres. Junto a estos, existen desafíos más nuevos como el tránsito de servicios de atención en instituciones a hogares de acogida, algo prácticamente inexistente en nuestra región y que ya es habitual a nivel internacional.

La mejora de la calidad requiere también repensar el tema de los recursos humanos. Es imperativo cuidar a los cuidadores lo que implica aplicar políticas que no repliquen esquemas de empleo precario y, a la vez, prestar mayor atención a los procesos de selección de personal, a los planes de formación, incentivos, remuneraciones y perspectivas de crecimiento profesional para atraer y retener a los profesionales más competentes en este área.

Finamente, pero no menos importante, las políticas públicas en la materia tienen que considerar indicadores poblacionales, tanto del desarrollo como de la cobertura, calidad y focalización de los servicios. Para ello es necesaria la medición periódica del desarrollo infantil y de la calidad de los servicios en las encuestas y sistemas nacionales lo que plantea el desafío añadido de fortalecer los marcos regulatorios y de gestión de la calidad.

Conseguir un crecimiento saludable en los primeros años de vida supone la confluencia de múltiples sectores. Si las atenciones en materia de la salud son importantes en lo referente a la salud materno-infantil o la nutrición, por ejemplo, no lo son menos las condiciones de la vivienda, de la comunidad o el acceso a agua y saneamiento. Solo una visión holística permitirá avanzar en la dirección correcta para que niños y niñas sienten en sus primeros años de vida los cimientos adecuados con los que alcanzar su pleno potencial en la vida adulta y se abra esa ventana única e irrepetible hacia un mejor futuro para América Latina y el Caribe.

María Caridad Araujo es economista principal de la División de Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo (BID)

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