Cómo derrotar a los ladrones de energía

Concentramos nuestra atención en recuperar fuerzas cuidando la alimentación o realizando deporte, pero en ocasiones resulta más eficaz centrarse en lo que nos desgasta

Cuando nos sentimos fuertes, no hay nada que nos frene. Da igual las sorpresas que nos depare el día. Sin embargo, si nuestra energía es baja, la motivación se convierte en una extraña y la jornada puede convertirse en un auténtico suplicio. La respuesta está en nosotros mismos, y la solución, en muchas ocasiones, pasa por cambiar nuestros hábitos. Y tú, ¿te encuentras con fuerzas para hacer aquello que deseas?

A veces no tenemos la energía suficiente para cumplir nuestros objetivos y ni siquiera conocemos el motivo. ...

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Cuando nos sentimos fuertes, no hay nada que nos frene. Da igual las sorpresas que nos depare el día. Sin embargo, si nuestra energía es baja, la motivación se convierte en una extraña y la jornada puede convertirse en un auténtico suplicio. La respuesta está en nosotros mismos, y la solución, en muchas ocasiones, pasa por cambiar nuestros hábitos. Y tú, ¿te encuentras con fuerzas para hacer aquello que deseas?

A veces no tenemos la energía suficiente para cumplir nuestros objetivos y ni siquiera conocemos el motivo. Nuestra energía diaria depende de dos variables: lo que nos pone las pilas menos aquello que nos desgasta. Así de fácil (y de difícil de conseguir). Habitualmente concentramos nuestra atención en recuperar fuerzas cuidando la alimentación o realizando deporte, pero en ocasiones resulta más eficaz centrarse en lo que nos desgasta. El libro Vitamina X. Cómo subir tu nivel de energía para mejorar tu vida, del cual soy coautora, explica que estos ladrones de energía pueden ser de cuatro tipos: desgaste físico, emocional, mental o de propósito.

Para reducir nuestros ladrones de energía, lo primero que debemos hacer es identificar lo que queremos conseguir, si una agenda más relajada, un nuevo trabajo o tener una familia. Una vez que sepamos lo que buscamos tenemos que preguntarnos si existen ladrones de energía en nuestra vida y cómo nos influyen. Después, hay que definir un plan de acción para neutralizarlos. Veámoslos con más detalle para reconocerlos:

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— Desgaste físico. Es la sensación de estar desfondando. En esta situación, el cuerpo no nos responde como quisiéramos. No depende de la edad que tengamos ni de nuestra salud, sino de cómo nos mantenemos. Los ladrones de energía física se esconden en la comida basura; en las largas horas delante de los dispositivos electrónicos, que después nos impiden dormir; y en la vida sedentaria. Muchas veces el desgaste físico también está asociado al deterioro emocional. El cuerpo siempre paga el pato. Lo hace, por ejemplo, cuando pasamos una época difícil y nos tranquilizamos con una bolsa de patatas frente al televisor. Independientemente del origen, vale la pena preguntarse si tenemos algún ladrón escondido en nuestros hábitos físicos.

— Desgaste emocional. En esta circunstancia se agazapan sensaciones pegajosas como el miedo, la desconfianza, la falta de humor o la existencia de personas a nuestro alrededor que nos agotan. Debemos prestar atención a lo que nos ocurre y en qué momento nos sucede. Nos puede pasar en compañía de viejos amigos que no se alegran de que nos vayan bien las cosas o con compañeros de trabajo entre los que reina la envidia. Tomar conciencia nos sirve para poner una distancia prudencial, si podemos, o para comenzar a contemplar estas conversaciones de un modo más amable.

— Desgaste mental. En este apartado se encuentran los pensamientos que nos alejan de alcanzar nuestros objetivos. Los pensamientos obsesivos, la queja, la búsqueda de culpables y las conversaciones o noticias que nos dejan en peores circunstancias de las que partíamos pueden ser consideradas como ladrones de energía mental. Una vez más, la toma de conciencia ofrece las claves necesarias para adoptar medidas que nos ayuden a evitarlo.

— Desgaste de propósito. Este desgaste es, posiblemente, el más silencioso de todos. Y el que más mina nuestra energía. Nace cuando creemos que nos falta un proyecto vital, no nos sentimos realizados o nuestra vida carece de sentido. Los propósitos no tienen por qué ser tan grandiosos como transformar el mundo. Pueden ser más modestos: basta con cambiar mi mundo, mi realidad. Lógicamente, cuando uno no encuentra esa fuerza, el ladrón aparece en forma de desazón, y la mejor manera para reducirlo es la creación de un propósito. Entonces, debemos preguntarnos cómo queremos ser recordados y qué tipo de decisiones vamos a poner en marcha.

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