Alterconsumismo
Coordinado por Anna Argemí

Ciudades en movimiento hacia otras economías y otros consumos

Reflexión a dos voces sobre los retos sociales y medioambientales del nuevo urbanismo municipal

Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla o Zaragoza han desarrollado estrategias integrales de impulso de la ESS(c) Kois
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Durante las últimas décadas las políticas económicas urbanas han transitado de la ciudad del consumo al consumo de ciudad, que diría Lefebvre. Un proceso que sintetizaría el paso de una gestión tradicional a formas de empresarialismo urbano, en las que las instituciones públicas para ser eficientes debían parecerse al mercado y aliarse con las grandes corporaciones siguiendo fórmulas de colaboración público-privadas, construirse una marca para competir por inversiones internacionales, atraer turismo y megaeventos o hiperespecializarse en el sector servicios. El resultado ha sido un aumento de la desigualdad social interna de las ciudades, donde la crisis ha ido literalmente por barrios, así como la concentración del 70% de los impactos ambientales en una superficie que supone el 2% del territorio.

El modelo económico condiciona el modelo de ciudad, por lo que imaginar una ciudad que transite hacia la sostenibilidad y la justicia social resulta indisociable de reformular las prioridades de la economía convencional en el entorno urbano. Una compleja tarea que supone desfinanciarizar, democratizar y diversificar las economías; priorizando la satisfacción de necesidades, generando empleo local, apoyando a los colectivos más vulnerables, atendiendo a los cuidados y la reproducción social, así como manteniendo compromisos ecológicos fuertes, que permitan avanzar hacia un metabolismo social más territorializado.

En nuestro contexto y al calor del 15M, el municipalismo emergió como un actor privilegiado para la innovación y la experimentación; asumiendo que las políticas públicas locales son determinantes a la hora de acelerar, acompañar, consolidar o bloquear las imprescindibles dinámicas de cambio. Fruto de este impulso se está desarrollando una nueva generación de políticas públicas municipales, que entre otras cuestiones han incorporado a la agenda temas como el consumo sostenible y el fomento de la economía social y solidaria (ESS).

La ESS sería un movimiento que aspira a democratizar la economía mediante la construcción de alternativas concretas, que generalmente están impulsadas por entidades y cooperativas que funcionan dentro de la economía convencional, pero desconectadas de sus lógicas, valores y prácticas. De forma pionera, distintos gobiernos locales se han comprometido activamente en legitimar, dar visibilidad y dotar de un valor estratégico a estas iniciativas.

Una nueva generación de políticas públicas municipales incorporan a la agenda el consumo sostenible y el fomento de la economía social y solidaria (ESS)

Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla o Zaragoza han desarrollado estrategias integrales de impulso de la ESS, que se traducen en la creación de oficinas de asesoramiento y acompañamiento; el fomento de ecosistemas a escala de barrio y de dinámicas de intercooperación como ferias y mercados sociales; el impulso de iniciativas que puedan dar saltos de escala y convertirse en prácticas inspiradoras (supermercados cooperativos, cooperativas energéticas, cooperativismo de plataforma…); el vínculo con la universidad y los circuitos de innovación empresarial; el apoyo a proyectos experimentales como puedan ser las monedas sociales con respaldo municipal; o la definición de cláusulas sociales y ambientales para la compra pública, una cuestión importante dado que una quinta parte de la actividad económica está directamente relacionada con el papel que decidan tener las administraciones a través de los bienes y servicios que contratan o consumen.

Unas estrategias que en el caso de Madrid, Barcelona y Zaragoza se refuerzan con el desarrollo de planes de impulso del consumo sostenible, en los que destaca la sensibilización y visibilización de una nueva cultura del consumo, los cambios normativos y el papel ejemplarizante otorgado a los gobiernos locales en relación a sus prácticas económicas, el apoyo a las iniciativas ciudadanas y su vinculación a los grupos vulnerables. Esto ha supuesto la aparición de espacios municipales ligados al consumo sostenible y el comercio justo, campañas institucionales de sensibilización, el fomento de la cultura de la reparación y el reciclaje, la promoción del software libre y el open data o las oficinas contra la pobreza energética...

Estrechamente ligadas a estas cuestiones emergen también las políticas urbanas alimentarias, orientadas a garantizar el derecho a la alimentación e impulsar transiciones hacia sistemas alimentarios más saludables, sostenibles y justos. Iniciativas orientadas a relocalizar y rediseñar desde perspectivas agroecológicas la forma en la que se alimentan las ciudades, generando alianzas con el medio rural. Madrid, Barcelona, Valencia, Vitoria, Zaragoza o Valladolid han impulsado estrategias alimentarias y han puesto en marcha espacios de coproducción de políticas públicas en colaboración con la sociedad civil. El resultado es el impulso a la protección de suelos agrarios y su actividad, el apoyo a los circuitos cortos de comercialización, la puesta en marcha de comedores escolares saludables y sostenibles, intervenciones en los mercados municipales de abastos y en los Mercados Centrales para apoyar las producciones locales y ecológicas o la creación de la Red de Ciudades por la Agroecología.

Por último, cabe destacar cómo se han ido desplegando una serie de iniciativas ligadas a las economías comunitarias, donde el énfasis se pone en la respuesta práctica, colectiva y participativa ante distintos retos ambientales. Experiencias como los huertos urbanos, la gestión ciudadana de espacios públicos, el compostaje comunitario… se orientan a reducir los umbrales de vulnerabilidad de las ciudades; pero su principal valor tiene que ver con la reconstrucción de vínculos sociales, el fomento de habilidades y conocimientos que permiten la autoorganización, la socialización en otras coordenadas culturales o la dimensión educativa de los procesos.

Desde el Foro de Transiciones, un espacio interdisciplinar donde confluyen personas de distintas sensibilidades del ecologismo, consideramos que los conocimientos y prototipos generados por las políticas orientadas a sentar las bases para nuevas economías urbanas y el consumo alternativo, por parciales, fragmentarias o inacabadas que puedan resultar, devienen imprescindibles. Y llegamos a esta conclusión tras analizar más de doscientas políticas públicas, con el propósito de sistematizar los avances y contradicciones que se han dado en las políticas municipalistas desde la óptica de las transiciones ecosociales. Un trabajo que se puede encontrar en la publicación de libre acceso Ciudades en movimiento.

Thoreau afirmaba que si has construido castillos en el aire, no has perdido el tiempo pues ahí es donde deben estar; posteriormente lo que toca es construirles cimientos. Un sistema socioeconómico alternativo no se improvisa, sino que exige que se implante a lo largo de un periodo prolongado de tiempo, de forma que se vaya ensayando su consistencia y su viabilidad. Y ese es el camino que han comenzado a explorar distintas ciudades. Un complejo itinerario que la economía convencional ve como superfluos ejercicios plagados de insuficiencias, carencias y sesgos; mientras que desde la ESS se perciben como innovadores procesos de experimentación local cargados de potencialidades.

Y es que las ciudades han dado pasos significativos en cuestiones sociales y de participación ciudadana, incorporando innovadores procedimientos en la toma de decisiones y nuevas temáticas a la agenda política, como los presentados en este artículo; pero han mostrado enormes insuficiencias a la hora de abordar de forma consistente y coherente la situación de excepcionalidad que plantea la crisis ecosocial. No hay un relato capaz de vertebrar un modelo de ciudad alternativo y de incidir sobre los imaginarios culturales, la sostenibilidad sigue constreñida como política sectorial y carecemos de una visión del municipalismo no localista, que conciba la biorregión como unidad de complejidad mínima para abordar las transiciones en materias energéticas, alimentarias y de adaptación ecológica de las actividades productivas.

Las ciudades se mueven pero ante los escenarios ecológicamente adversos conviene dedicar un tiempo a mirar la brújula, orientarnos y acelerar el paso.

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