Todos podemos ser migrantes

No nos quitan nada, sólo los vemos en las colas de los hospitales, en los trabajos que no queremos y en los beneficios sociales que casi todos tenemos a nuestra disposición

Un grupo de inmigrantes se dirige a Estados Unidos. AP

Preguntados sobre el tema de la migración, la gran mayoría respondería hablando de las cigüeñas, grullas, golondrinas y demás aves en su recorrido de miles de kilómetros buscando espacios más cálidos.

Pocas personas, ante semejante interpelación, se animarían a hablar de todas esas personas que también recorren miles de kilómetros, en este caso, huyendo de penurias extremas o simplemente para evitar la muerte, aunque para lograrlo tengan que jugar con ella. A pesar de que éstas se producen todos los días y aquellas una vez al año.

Con las aves nos ponemos el traje de los domingos...

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Preguntados sobre el tema de la migración, la gran mayoría respondería hablando de las cigüeñas, grullas, golondrinas y demás aves en su recorrido de miles de kilómetros buscando espacios más cálidos.

Pocas personas, ante semejante interpelación, se animarían a hablar de todas esas personas que también recorren miles de kilómetros, en este caso, huyendo de penurias extremas o simplemente para evitar la muerte, aunque para lograrlo tengan que jugar con ella. A pesar de que éstas se producen todos los días y aquellas una vez al año.

Con las aves nos ponemos el traje de los domingos en cuanto a protección, cuidamos sus charcas incluso mejor que las nuestras y las recibimos cual hijas pródigas. A esas personas que son como nosotros, que tienen las mismas necesidades y derechos, pero nada de lo que tenemos la suerte de disfrutar —en muchos casos por ley—, la mayoría de las veces no nos molestamos ni si quiera en contemplarlos, a no ser que nos los muestren en una pantalla, sentados cómodamente con un refresco y palomitas. Ahí nos ponemos estupendos, sensibles y hasta nos dignamos a comentar el problema mientras llegamos a casa.

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Después, que no nos hablen de socorrer a personas que huyen de guerras, de dictaduras salvajes, de religiones mal interpretadas, del terrorismo institucionalizado, en definitiva, de personas que solo quieren para ellos y sus familias la décima parte de lo que nos sobra a nosotros y, aún así, la mayoría, se deja convencer de que vienen a quitarnos todo.

No nos quitan nada, solo los vemos en las colas de los hospitales, en los trabajos que no queremos y en los beneficios sociales que casi todos tenemos a nuestra disposición. Pero nos molesta que lo hagan ellos.

¿Migrante? Algo que nadie puede asegurar que nunca será y que nadie quiere ser.

Esta tribuna es una colaboración de un lector en el marco de la campaña ¿Y tú qué piensas?. EL PAÍS anima a sus lectores a participar en el debate. Algunas tribunas serán seleccionadas por el Defensor del Lector para su publicación.

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