Análisis

¿Qué le ha habrá hecho Kazajistán al pobre Puigdemont?

El 'expresident' se siente perseguido por el “Estado delincuente” que él intentó romper ilegalmente

El presidente de la Generalitat, Quim Torra, y el expresidente, Carles Puigdemont, durante su reunión en Bélgica este lunes.STEPHANIE LECOCQ (EFE)

El desafío independentista catalán ya no es tal, o al menos no solamente. La actuación de Puigdemont y de Torra se ha convertido en un desafío sobre todo a la inteligencia, a las mínimas certezas sobre lo que es un Estado de derecho e incluso al sentido del humor. En ocasiones, ambos líderes parecen escribir guiones del género cómico, y lo peor es que llenan la sala y nos reímos todos.

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El desafío independentista catalán ya no es tal, o al menos no solamente. La actuación de Puigdemont y de Torra se ha convertido en un desafío sobre todo a la inteligencia, a las mínimas certezas sobre lo que es un Estado de derecho e incluso al sentido del humor. En ocasiones, ambos líderes parecen escribir guiones del género cómico, y lo peor es que llenan la sala y nos reímos todos.

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La demanda de Puigdemont contra el juez Llarena no solo acusa a España de “vulneraciones sistemáticas de los derechos fundamentales” sino también de que estas “ponen a España al lado de Kazajistán entre los Estados delincuentes”.

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Ya que sabemos que España no le ha hecho nada a Puigdemont —él ha huido voluntariamente para no responder de sus hechos ante la justicia, como están haciendo la mayoría de sus compañeros— nos empiezan a entrar las dudas sobre el propio Kazajistán. ¿Acaso el país exsoviético ya no es ese lugar que se enquistó en algo parecido al feudalismo y las peores prácticas dictatoriales? El dictador Nursultán Nazarbáyev no solo sobrevivió a la etapa comunista, que también dirigió, sino que continuó al mando de Kazajistán cuando la exrepública obtuvo la independencia en 1991, y ha superado todas las elecciones desde entonces. Apuntalado por el poder de su petróleo, el régimen persigue a sus disidentes hasta las calles de Madrid y ha llegado a provocar la absurda circunstancia de que la propia Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE), que él mismo acababa de presidir en 2010, condenó la farsa de sus elecciones en 2011. Nazarbáyev suele cosechar victorias del 95% que ya quisiera el PP, el PSOE o el propio Torra. En democracia, señor Puigdemont, ni siquiera en esta tan “delincuente” como la española, no ocurren esas cosas.

Pero el líder independentista huido ha redactado una demanda que sitúa a España a la altura de Kazajistán, llevándonos una vez más a un universo paralelo donde la persecución de las violaciones del Estado de derecho que llevan a cabo los jueces no son tales, sino que son agravios en sí mismos. El mundo al revés. Y ni siquiera lo ha hecho bien, sino incluyendo un error de traducción que desmiente su propia acusación.

Puigdemont se siente perseguido por el “Estado delincuente” que él precisamente desafió impulsando dos leyes inconstitucionales para romperlo. Los Mossos d'Esquadra, utilizados como instrumento político, están hoy identificando a personas que se atreven a quitar lazos amarillos por “daño a la vía pública”, en un acto que se parece demasiado a los señalamientos que realizó la Alemania nazi contra los judíos. La estrategia independentista —lo ha dicho Torra— pasa por “atacar al Estado”. Interesante reflexión pública que parecería bastante improbable en Kazajistán.

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