El movimiento congelado

Kiichiro Sato

PARTE DE LA grandeza de Chicago, en sentido literal y figurado, se debe a la existencia de su vasta red de transporte rápido elevado, que interconecta alrededor de 165 kilómetros. Datado de finales del XIX, hacía 30 años que el “L” o “El” —­como le llaman los usuarios, abreviando elevado— no se enfrentaba a una jornada como la del pasado 10 noviembre. Y eso que a ­veces abre las 24 horas. Ese viernes, los termómetros de la ciudad estadounidense llegaron a marcar -8°, con una sensación térmica de -15° por la noche, la temperatura más baja registrada en la misma fecha desde 1986. Sobre un manto ...

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PARTE DE LA grandeza de Chicago, en sentido literal y figurado, se debe a la existencia de su vasta red de transporte rápido elevado, que interconecta alrededor de 165 kilómetros. Datado de finales del XIX, hacía 30 años que el “L” o “El” —­como le llaman los usuarios, abreviando elevado— no se enfrentaba a una jornada como la del pasado 10 noviembre. Y eso que a ­veces abre las 24 horas. Ese viernes, los termómetros de la ciudad estadounidense llegaron a marcar -8°, con una sensación térmica de -15° por la noche, la temperatura más baja registrada en la misma fecha desde 1986. Sobre un manto blanco, incluso el movimiento del tren parece congelado en este día de invierno en otoño. 

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