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La gélida vida a más de 4.000 metros de altura

Los habitantes de Puno, en el altiplano de Perú, no habían calculado cuánto les costaba la muerte de varias de sus alpacas cada año debido al frío. Su supervivencia, gracias a un proyecto de construcción de cobertizos y gestión del pasto, ha mejorado la economía y alimentación de las familias del lugar

En Ajoyani, localidad a 4.000 metros de altura en Puno, región al sur de Perú, la emergencia se fragua lentamente. El cambio climático ha provocado que aquí las temperaturas sean más bajas año tras año y las sequías más frecuentes. Las alpacas, principal sustento de la población local por su preciada lana y nutritiva carne, no podían soportar tal caída del termómetro, que pagaban con su vida y dejando un agujero económico a sus dueños.
Juan Quispe Condori es regidor de la municipalidad distrital de Ajoyani y presidente de Aprocsa Aurora, una de la docena de comunidades (o asociaciones) en las que se aglutinan todos los vecinos y productores del distrito. Para recibir apoyo de las ONG como Acción contra el Hambre, estas les piden estar organizados para garantizar que los programas y ayudas contarán con una infraestructura que velará y responderá por el buen uso de los recursos.
Normalmente, entre diciembre y enero, las alpacas paren y se vuelven a quedar preñadas. Pero las heladas, que deberían producirse entre junio y julio, se adelantan debido al fenómeno climático El Niño (que produce lluvias torrenciales y sequías). Las crías son todavía débiles para soportar el frío y muchas mueren. Su supervivencia está íntimamente ligada a la de sus dueños que, sin ellas, pierden ventas y sustento. Esta es una de las causas que estaba provocando un aumento de los índices de desnutrición crónica entre los vecinos, particularmente entre los más pequeños, según datos de Acción contra el Hambre.
Adrián Chua pastorea a sus alpacas en un perímetro vallado cerca de su vivienda. Para prevenir el particular desastre que supone la muerte de las alpacas para las familias de la región de Puno, Acción contra el Hambre desarrolla un programa en el que apoya a las familias a construir cobertizos que resguarden del frío a los animales, a levantar vallados en determinadas áreas de pasto resistente a las heladas que servirá de alimento cuando el que queda fuera se agote y congele, así como la instalación de depósitos temporales de agua de lluvia para aprovecharla en la época seca.
Juana Querca dice que tiene 80 alpacas "nomás" y que necesita del apoyo de las ONG para construir cobertizos y alambrados para que sus animales no se mueran de frío y conservar así parte del pasto para la época seca y de heladas. ¿Y para las personas? "Con este frío tenemos gripe y resfriados, las casas -sin calefacción- están protegidas por paja nomás", añade.
Luz Vilma Carata tiene 22 años y es teniente gobernadora de las comunidad de Puerto Arturo. En esta localidad, los vecinos siembran un pasto mejorado resistente a las heladas y la sequía. Así, cuando caen las temperaturas, sus alpacas, ovejas y vacas no se quedan sin sustento. "Si no hay pasto, los animales comen menos y vendemos menos carne", explica en quechua. Para ella, ganar menos supone no poder alimentar bien a su bebé. Ahora sabe que si gestiona bien el riesgo y previene los daños antes de que el frío congele, obtendrá más ganancias y, con ello, mejor calidad de vida para ella y su hijo. Tras ella, en la imagen, se puede ver uno de los depósitos temporales de agua que Acción contra el Hambre les ha ayudado a construir para disponer de agua en época de sequía.
"Tenemos 'separaditos' para los animales. Para nosotros, el alambrado es una bendición", asegura Adrián Chua. Gracias a ello, consiguen preservar una parte del pasto que las alpacas comerán cuando éste no crezca en las zonas más altas.
Natalia Calcina, la mujer de Chua, afirma que el apoyo que reciben para evitar la muerte de sus alpacas, les ayuda a mejorar. "Así ya no somos antiguos", dice señalando su vieja vivienda, medio derruida, y la nueva que se han podido construir al haber aumentado sus ingresos.
Entre mayo y agosto, cada año, las familias pierden aproximadamente el 15% de las crías de este camélido de preciada lana. ¿Las causas? Las bajas temperaturas y la sequía. Esto supone una pérdida de unos 2.250 soles al año (unos 625 euros) por productor por la fibra que deja de comercializar.
El último censo nacional de Perú demuestra el peso que tienen para la economía familiar la agricultura y la ganadería, pues el 52,8% de la población económicamente activa desarrolla estas actividades. Sin embargo, la ubicación geográfica expone año tras año al distrito de Ajoyani, en la región de Puno, a amenazas hidrometereológicas. Aquí, 1,2 millones de personas soportan temperaturas por debajo de los 4ºC durante más de 30 días seguidos. Entre julio y agosto, no se puede estar parado al raso ni cinco minutos, aseguran los lugareños.
Natalia muestra el cobertizo que han podido construir para que sus alpacas se resguarden en esas temporadas tan largas y cada vez más recurrentes de frío. "Lo levantamos hace tres o cuatro años", recuerda. "Ojalá tuviera uno como este para cada especie", sueña para sus vacas y ovejas.
Además de haber mejorado sus ingresos, en tanto que mueren menos alpacas de cada camada, Chua y Calcina han construido, con apoyo de una ONG, un invernadero para completar su dieta con vegetales.
Los niños son los que más sufren la falta de una alimentación saludable. Si la economía familiar se resiente, sus posibilidades de recibir comida suficiente y nutritiva también. Ajoyani se encuentra en el grupo de poblaciones afectadas por esta perversa causa-efecto. El índice de desnutrición crónica de los menores de cinco años alcanzó al 25,6% de los pequeños en 2015.
La prosperidad que han logrado Chua y Calcina gracias a los conocimientos y apoyos recibidos por parte de diversas ONG, no solo ha repercutido en un mejor nivel de vida, sino que además pueden contratar a personal para que les ayude con las recolectas y el pastoreo. A Calcina le cuesta esconder su orgullo mientras muestra unos y otros cultivos en su invernadero.
Cecilia García muestra su recién estrenado cobertizo para las alpacas, construido con apoyo de Acción contra el Hambre.
Cuando llueve y hay hierba salvaje, los pastores pasean a sus alpacas libres para que se alimenten en las zonas más altas. Cerca de sus casas y refugios, cultivan plantas resistentes que preservan de las fauces de los animales con una valla. Cuando aquí esté todo seco y muerto, los animales podrán continuar alimentándose y, con ellos, sus dueños.