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Wonder Boy III - El chic@ dragón

Wonder Boy III - The Dragon s Trap es un videojuego adelantado a su tiempo al que le ha caído en suerte un fenomenal remake

Ben Fiquet, artista del tebeo de la escena francesa. Omar Cornut, programador y diseñador. Ambos, fans emperdenidos de 'Wonder Boy III'. Ambos, obsesionados con darle un lavado de cara para el público de hoy en día. El resultado, un juego que respeta al milímetro el diseño del original pero que ofrece un aspecto visual dibujado a mano que parece un tebeo en movimiento.
Las transformaciones eran el aspecto clave del diseño de 'Wonder Boy III'. Sus niveles debían ser revisitados bajo diferentes apariencias para desvelar caminos antes inaccesibles. En la imagen, la transformación de halcón, que permitía al jugador superar todos los obstáculos volando.
El objetivo de 'Wonder Boy' es recuperar la apariencia humana del o la protagonista (el remake incluyó la posiblidad de elegir el género). Para lograrlo, había que vencer a una serie de dragones que recreaban géneros de la ficción pulp. Las historias de piratas, de samurais, futuristas o de terror eran algunos de ellos.
"La verdad es que no hay un significado narrativo especial a todos los fondos que he añadido. Yo confieso que no lo conozco. Dibujé cosas que, para ser sincero, me resultaban molonas. Pero también fui consciente de que el jugador puede poner de su parte para interpretarlas", reveló el artista Ben Fiquet a este periódico.
Entre las innovaciones que introdujo Wonder Boy, una de las más radicales era eliminar la muerte por caída al vacío. En Wonder Boy III, al contrario que en Super Mario, era imposible morir por un abismo. Toda caída desvelaba un área nueva, tal vez sumergida, tal vez bañada en lava, que el jugador podía explorar o no dependiendo de su transformación.
La dificultad del juego es alta desde el comienzo. El jugador tiene que sufrir en un principio transformaciones más débiles como este ratonzuelo en su camino a hacerse más poderoso, tanto en vitalidad como en su abanico de habilidades.
El proceso de transformación estética fue peliagudo por la necesidad de conservar las proporciones y el tamaño de los gráficos originales. En la imagen, la reinvención de Ben Fiquet de cada una de las transformaciones.