El canon de El Chacal

Leer la lista de los clientes del superagente literario Andrew Wylie invita a preguntarse si es él quien decide el canon de la escritura internacional. Ahora desembarca en la literatura en español

Noruega cuenta con poco más de cinco millones de habitantes. Karl Ove Knausgård ha vendido en su idioma casi medio millón de ejemplares de Mi lucha. Eso quiere decir que en cada casa de ese bendito país hay algún ejemplar de los seis volúmenes que conforman su magno proyecto: que es la nueva biblia de los hogares noruegos. A juzgar por las dos entregas traducidas al español, La muerte del padre y Un hombre enamorado, esa serie de libros autobiográficos es un visceral ...

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Noruega cuenta con poco más de cinco millones de habitantes. Karl Ove Knausgård ha vendido en su idioma casi medio millón de ejemplares de Mi lucha. Eso quiere decir que en cada casa de ese bendito país hay algún ejemplar de los seis volúmenes que conforman su magno proyecto: que es la nueva biblia de los hogares noruegos. A juzgar por las dos entregas traducidas al español, La muerte del padre y Un hombre enamorado, esa serie de libros autobiográficos es un visceral tour de force con la memoria y con las entrañas: se retrata a sí mismo con la misma contundencia con que dibuja y desnuda a los otros –familia, amigos, vecinos, sistema literario. El resultado tal vez sea la crónica personal más descarnada jamás escrita.

Gracias a las teleseries, la gastronomía y la novela policial, los países del norte de Europa han ingresado en el imaginario de la cultura global. Faltaba un gran autor de alta literatura. Justo antes de Knausgård, fueron Roberto Bolaño o W. G. Sebald los traducidos y leídos en todas partes. Los canonizados. ¿Qué tienen los tres en común? Una obra poderosa, sí, pero también un nombre que la representa, la negocia, la difunde: el superagente Andrew Wylie. El mismo que defiende los intereses de los autores italianos más influyentes (Alessandro Baricco, Claudio Magris, Roberto Calasso), de algunos de los cronistas más importantes (Roberto Saviano, Jon Lee Anderson) y de un sinfín de escritores de áureo prestigio (Martin Amis, Amos Oz, Salman Rushdie, Orhan Pamuk). Leer la lista de sus clientes, vivos y muertos, significa recorrer un completo mapamundi y formularse una pregunta: ¿está él decidiendo el canon de la literatura internacional?

Es, al menos, uno de sus actores decisivos. No se trata de apuestas de riesgo: todos los autores de su agencia ya eran, al menos localmente, canónicos cuando los fichó. Dicen las malas lenguas que es un seductor de viudas. Que bailó una milonga con María Kodama; que, para que cambiara sus lealtades, se convirtió en una estrella cercana de Carolina López; que planeaba acercarse a la soledad de la matriarca Mercedes Barcha en cuanto pasara el duelo por Gabo. Lo cierto es que ahora se ha sabido que está a punto de comprar la mitad de la agencia Carmen Balcells y que está haciendo más por la difusión transfronteriza de la literatura en español que nuestro Gobierno, que ha recortado en cerca de un 40% el presupuesto del Instituto Cervantes.

El Chacal tiene dos casas y dos bibliotecas casi idénticas, una en Park Avenue y la otra en The Hamptons, con la obra de Voltaire en sus centros mellizos y espirituales. Al Chacal no le interesan los malos escritores, esos productores de best sellers, aunque haga una excepción con políticos famosos, tal vez porque la geoestrategia sí que le interesa –y mucho. El Chacal estudió en Harvard y lee en francés y en italiano, pero no en español, lo que explica que sea un idioma muy poco representado hasta el momento en su catálogo. En una entrevista en Harvard Magazine declaró: “Tienes que tomar un avión e ir a París y a Milán y a Múnich y a Pekín y Tokio, para conocer el negocio de allí tan bien como conoces el de Nueva York”. A partir de ahora esas vueltas al mundo también incluirán el mundo hispánico. Aquí le esperamos, Míster Marshall.

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