Cómo deslumbrar a Europa

Somos los más tolerantes pero nuestro índice de fracaso escolar está entre los peores de Europa

Según Eurostat, Eurofound y Pew Research Center, los españoles somos los ciudadanos más longevos de la Comunidad Europea; ocupamos la séptima posición en cuanto al sentimiento de ser felices (datos de 2011), que es una posición bastante apañada, en la “banda alta” de la felicidad, y eso a pesar de la crisis; y además somos los más tolerantes del mundo en lo relativo a la homosexualidad, el divorcio, los anticonceptivos, el aborto y otros temas de interés social. Además, tenemos la segunda tasa más baja en homicidios.

No está mal, ¿verdad? ¡Cuando, no hace mucho, nuestra leyenda negra no...

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Según Eurostat, Eurofound y Pew Research Center, los españoles somos los ciudadanos más longevos de la Comunidad Europea; ocupamos la séptima posición en cuanto al sentimiento de ser felices (datos de 2011), que es una posición bastante apañada, en la “banda alta” de la felicidad, y eso a pesar de la crisis; y además somos los más tolerantes del mundo en lo relativo a la homosexualidad, el divorcio, los anticonceptivos, el aborto y otros temas de interés social. Además, tenemos la segunda tasa más baja en homicidios.

No está mal, ¿verdad? ¡Cuando, no hace mucho, nuestra leyenda negra nos pintaba como unos reprimidos y represores de campeonato, machistas y cavernícolas, resulta que somos LOS MÁS TOLERANTES DEL MUNDO! Ahora bien: estamos situados entre los últimos países en cuanto a consumo de bienes culturales y nuestro índice de fracaso escolar está entre los peores de Europa. Pues bien, si cruzamos estos datos deduciremos algo que es evidente pero que nadie se atreve a decir, ni siquiera a pensar, porque no es bonito; como siempre, me va a tocar a mí decir las verdades del barquero: ¡decir que la cultura y la escuela son totalmente innecesarios para ser felices y tolerantes! ¡Quizá sean incluso contraproducentes!

¿No es la tarea del ser humano buscar la propia dicha y ser amable con el prójimo? Atrevámonos a ser consecuentes con las estadísticas: suprimamos el hábito de la lectura entre los pocos que aún lo mantienen, cerremos los museos y cancelemos la escolarización obligatoria. De este modo no sólo ahorraremos dinero sino –y esto es lo importante– formaremos nuevas generaciones aún más felices y más tolerantes. Seremos la admiración de Europa.

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