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Una vida sin refugio

De los 700.000 ciudadanos sirios que Turquía ha recibido desde 2011, alrededor de 400.000 viven repartidos por diferentes ciudades del país, generalmente en condiciones precarias

Una niña siria observa toda la ropa tendida en el patio de una de las casas del casco viejo de Gaziantep, en Turquía. Un informe del gobierno turco indica que de los 400.000 sirios que viven fuera de los campos de refugiados, un 25% lo hace entre cartones, plásticos o en chabolas. Tan solo un 14% de los niños acuden a la escuela.Maria Vittoria Pericu Campus
Vindar Hussein, de 27 años, observa cómo el tendero de un puesto de kebab le prepara un bocadillo en un puesto callejero, una de las maneras más baratas de alimentarse en el país. La comida turca es de lo poco que le gusta a Vindar de Turquía, ya que opina que los turcos tienen muy mala imagen de sus compatriotas porque creen que han salido de Siria por razones económicas. Sin embargo, un 81% de los refugiados consultados en un informe del Gobierno turco alegaron razones de seguridad como causa principal por la que dejaron su país de origen. Vindar huyó de su país porque le tocaba cumplir el servicio militar.LOLA HIERRO
Yasmin, de 25 años y natural de Homs (Siria), sostiene en los brazos a su hija en medio de una plaza a los pies de la Mezquita Nueva de Estambul, frente al Estrecho del Bósforo. Asegura que vive en una casa con otros 12 compatriotas por la que pagan cien euros y que en Siria su marido trabajaba de albañil. Ahora él recoge cartones y ella pide en la calle.LOLA HIERRO
Khaled Faour, de 21 años y natural de Alepo, trabaja en una tienda de tés y hierbas en el turístico Bazar de las Especias de Estambul. Era estudiante de arquitectura en la universidad de Alepo pero huyó porque le tocaba cumplir el servicio militar uniéndose a las tropas de El Asad. Saber inglés le ha ayudado a conseguir un empleo en Turquía, aunque él sueña con acabar la carrera y ser arquitecto algún día.LOLA HIERRO
El Bazar de las especias y el Gran Bazar (en la imagen) son lugares donde un ciudadano sirio con conocimientos de inglés puede encontrar un empleo, ya que son muy frecuentados por turistas. Las condiciones, no obstante, son duras: se trabaja doce horas al día, seis días a la semana, y siempre de pie. El sueldo oscila alrededor de los 500 euros según los trabajadores, que achacan que sea tan bajo a que no tienen opción de elegir porque necesitan ayudar a sus familias en Siria.LOLA HIERRO
Vindar Hussein conversa con sus amigos Joan y Sherzad, que están trabajando en una oficina de turismo. Los tres son sirios y licenciados universitarios, y los tres sobreviven en Estambul a base de trabajos de baja cualificación y sin contrato.LOLA HIERRO
Una niña oculta su rostro detrás de unos cartones. Pasa el día entero metida en esa caja, situada en una calle cercana al Gran Bazar, uno de los lugares más emblemáticos de Estambul (Turquía). Desde su puesto pide dinero a los transeúntes junto a otros niños y algunos adultos que afirman provenir de Siria.LOLA HIERRO
La familia de Ahmad Ajjan posa en el interior de su habitación, en el campo de refugiados de Öncupinar, junto a la frontera con Siria. Ahmad es profesor de lengua inglesa en la universidad de Gaziantep, ciudad a dos horas de la frontera entre Siria y Turquía. Esta familia es una de las que ha preferido quedarse en un campo de refugiados, fundamentalmente por motivos económicos. La vida es algo más sencilla que fuera de ellos.LOLA HIERRO
Ahmad Ajjan, de 35 años y natural de Alepo, prepara una receta tradicional de su país en la pequeña cocina de su apartamento de Gaziantep, ciudad a dos horas de la frontera con Siria. Él es uno de los pocos sirios que han podido acceder a un trabajo de acuerdo a su cualificación y con un salario digno: es licenciado en lengua y literatura inglesa y trabaja como profesor de este idoima en la Universidad pública de Gaziantep.LOLA HIERRO