Columna

El estigma

Por fortuna, aquel tiempo en que algunos trabajadores sanitarios no querían tocar a los enfermos de sida quedaron muy atrás y hoy los enfermos sobrellevan el virus como una condición crónica

A un amigo mío le diagnosticaron VIH hace medio año. Tras un momento inicial de tristeza y desconcierto, reaccionó y buscó el amparo del equipo del doctor Clotet, especialista en el virus y líder de un proyecto que investiga la vacuna en la que hay puestas sensatas esperanzas; ahora mi amigo se siente protegido y menos asustado. Por fortuna, hacía muy poco tiempo que se había infectado y pudo entrar a formar parte de un grupo de pacientes que se prestan a probar en carne propia ese experimento. Siempre es alentador para un enfermo verse como un valiente pionero de toda una comunidad de infecta...

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A un amigo mío le diagnosticaron VIH hace medio año. Tras un momento inicial de tristeza y desconcierto, reaccionó y buscó el amparo del equipo del doctor Clotet, especialista en el virus y líder de un proyecto que investiga la vacuna en la que hay puestas sensatas esperanzas; ahora mi amigo se siente protegido y menos asustado. Por fortuna, hacía muy poco tiempo que se había infectado y pudo entrar a formar parte de un grupo de pacientes que se prestan a probar en carne propia ese experimento. Siempre es alentador para un enfermo verse como un valiente pionero de toda una comunidad de infectados.

El mes pasado mi amigo fue a pasar unos días a casa de su hermana, que comparte apartamento con otras chicas. Una de estas compañeras de piso vio la medicación de mi amigo en un estante y tecleó en Google el nombre de la etiqueta: Truvada. Así, de esta manera inaceptable, se enteró de la naturaleza de las pastillas. Pero no solo no se avergonzó de su indiscreción, sino que no tuvo el menor empacho en reprocharles a los hermanos que no se le hubiera comunicado el hecho de que un infectado por VIH compartiera durante unos días el mismo techo. Trataron de hacerle entrar en razón, le explicaron las muy específicas vías por las que el virus se contagia, pero ella siguió aferrada a una aprensión irracional. No se trata de una joven iletrada, al contrario, su currículum es rico en hazañas académicas, pero está visto que la empatía y la piedad no se estudian en la universidad.

Por fortuna, aquel tiempo en que algunos trabajadores sanitarios no querían tocar a los enfermos de sida quedaron muy atrás y hoy los enfermos sobrellevan el virus como una condición crónica. Pero antes llegará el momento en que vea la luz una vacuna que algunas mentes estrechas levanten el estigma a los enfermos.

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Ni mi amigo ni su hermana siguen en el piso.

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