Las 10 claves de la PAU, la nueva Selectividad que ha aprobado este martes el Gobierno
Se aplicará por primera vez en junio del año que viene. Habrá que estudiar todo el temario y los ejercicios serán más competenciales
El Gobierno ha aprobado este martes de forma definitiva el real decreto de la nueva Selectividad, adaptado a la nueva ley educativa, que empezará a aplicarse en junio del año que viene. Estas son las 10 claves del nuevo sistema, cuyo nombre el Ministerio de Educación aspira a unificar en toda España bajo la denominación de Prueba de Acceso a la Universidad (PAU).
Tipo de examen. Al menos un 70% de las respuestas de cada ejercicio deberán ser semiconstruidas (contestaciones breves) o abiertas (las que más libertad permiten al estudiante), limitando al 30% el peso de las preguntas con respuestas cerradas (por ejemplo, un test o una cuestión a la que solo quepa responder una palabra concreta). Ello enlaza con el nuevo enfoque competencial que se quiere dar a la Selectividad, menos memorístico, que exija al alumnado más “creatividad y capacidad de pensamiento crítico, reflexión y madurez” a la hora de resolver los ejercicios.
Realismo. Las preguntas y enunciados de los exámenes se basarán en contextos auténticos de carácter “artístico, científico, humanístico y tecnológico”, y, en la medida de lo posible, en ejemplos “próximos a la vida del alumnado”.
Faltas y criterios de corrección. La coherencia y la corrección gramática, léxica y ortográfica de los textos contarán al menos un 10% en todas las preguntas de la PAU que impliquen la redacción de textos. Como adelantó EL PAÍS, este es uno de los puntos en los que el ministerio ha querido unificar en toda España. Para tratar de reducir disparidades entre correctores, cada examen irá acompañado de un documento para los criterios de corrección dirigidos a los examinadores. Y los criterios también se plasmarán, de forma somera y sin revelar las soluciones, en los ejercicios que se entregarán a los alumnos.
Todo el temario. Se entregará un solo examen de cada materia (en vez de los dos que podían darse hasta ahora, bien para que el alumnado de una misma aula tuviera ejercicios distintos o bien para que pudieran escoger entre ellos). El ejercicio podrá incluir la posibilidad de elegir entre varias preguntas, pero dicha “elección no podrá implicar en ningún caso la disminución del número de competencias específicas objeto de evaluación”. Esto es, que no permitirá obtener la máxima nota estudiando solo una parte del temario como ha sucedido desde la pandemia.
Fórmulas matemáticas. Como norma general, los estudiantes podrán usar en los exámenes “diccionarios, calculadoras, formularios, tablas” y otros “documentos o herramientas auxiliares”. Si bien serán las comisiones organizadoras de las pruebas de cada comunidad autónoma las que establezcan cuáles pueden utilizarse concretamente en cada prueba en función de sus características.
Duración. Los exámenes seguirán durando, como hasta ahora, una hora y media, después de que el ministerio descartara su idea inicial de ampliarlos a 105 minutos.
Normas de revisión. Si el estudiante no está de acuerdo con la calificación de su examen, y la revisión que realice un segundo corrector ofrece una diferencia de dos o más puntos respecto a la primera, se procederá a un tercer análisis por parte de un tribunal formado por dos profesores. Y será esta tercera nota la que valdrá.
Exámenes opcionales. En la fase optativa de la Selectividad, los estudiantes podrán examinarse de una, dos o tres (o incluso cuatro, si se trata de un ejercicio de lengua extranjera) materias, en lugar de a un mínimo de dos como hasta ahora.
Materias obligatorias. Los exámenes obligatorios seguirán siendo los mismos que este año: Lengua Castellana y literatura; Historia de España o Historia de la filosofía (a elegir); Lengua extranjera; la materia específica obligatoria correspondiente a la rama de bachillerato cursada, y en caso de haberla, Lengua cooficial y literatura.
La nota. La calificación de la fase de acceso de la PAU, la obligatoria, se continuará obteniendo mezclando, de un lado, el promedio de las notas de los exámenes, que deberá alcanzar al menos el 4, y pesará un 40%, y, del otro, la calificación media de Bachillerato, descontada Religión, que representará un 60%. La máxima calificación en dicha fase será 10. Los estudiantes podrán, a continuación, sumar hasta 4 puntos más, en los exámenes optativos ―dos por cada examen― en la llamada fase de admisión. Las universidades tendrán que anunciar a principio de curso cómo ponderarán la calificación de cada materia.
La ministra de Educación, Pilar Alegría, ha definido la reforma como la “más debatida de la historia”, producto de “más de 200 reuniones” con universidades, rectores, autonomías, estudiantes y familias. El Partido Popular, cuyos representantes autonómicos participaron durante meses en la elaboración de la nueva prueba, hasta que la dirección nacional tomó la decisión de que la abandonaran, ha criticado, por su parte, el nuevo diseño, del que, según su portavoz en Educación, Ester Muñoz, “lo único que cambia es el nombre”. Y ha dicho que su partido presentará “en unas semanas” un documento para implantar una Selectividad con elementos comunes (el PP acepta que las diferencias curriculares entre las comunidades impiden que sea una prueba única) en los territorios que gobierna.
La norma que ha visto este martes la luz después de dos años de trabajo supondrá un cambio menos drástico del previsto inicialmente. El ministerio contempló al principio cambiar de arriba abajo un formato de pruebas que, con algunas variaciones, lleva existiendo desde hace medio siglo. E implantar una gran prueba de madurez que evaluaría en un mismo examen las competencias y destrezas vinculadas a la mayoría de asignaturas comunes del Bachillerato. La idea generó malestar en diversos colectivos educativos, y el Gobierno ha optado por un cambio más medido, que pretende ahondar en el enfoque competencial a través del diseño de cada ejercicio, sin romper con la estructura clásica de asignaturas.
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