Las empresas españolas se ponen en guardia ante la tormenta económica que se avecina
Las compañías prevén un empeoramiento de la economía por el alza de la inflación y los tipos de interés, según el Barómetro de Deloitte
Lo peor está por llegar. Las empresas españolas anticipan un empeoramiento sustancial de la situación económica para la segunda mitad del año. Es lo que refleja el último Barómetro de Empresas elaborado por Deloitte, que publica EL PAÍS desde 1999 y que en pocas ocasiones había recogido tantas respuestas pesimistas sobre el porvenir inmediato de la economía. El 70% de los encuestados constatan un empeoramiento en la segunda mitad del año y solo un 16% consideran que será mejor. Entre esos que ven el panorama más oscuro que claro, la mayoría prevén un estancamiento económico y son menos los que...
Lo peor está por llegar. Las empresas españolas anticipan un empeoramiento sustancial de la situación económica para la segunda mitad del año. Es lo que refleja el último Barómetro de Empresas elaborado por Deloitte, que publica EL PAÍS desde 1999 y que en pocas ocasiones había recogido tantas respuestas pesimistas sobre el porvenir inmediato de la economía. El 70% de los encuestados constatan un empeoramiento en la segunda mitad del año y solo un 16% consideran que será mejor. Entre esos que ven el panorama más oscuro que claro, la mayoría prevén un estancamiento económico y son menos los que hablan de recesión, según refleja el Barómetro, que ofrece respuesta de 185 empresas —el 21% cotizan en Bolsa— que emplean a más de un millón de personas y facturan conjuntamente en torno a medio billón de euros.
Las compañías, que en la primera mitad del año crecieron en facturación y empleo (el 70% dicen que aumentaron ingresos y el 48% hicieron contrataciones), dibujan un otoño económico duro. La guerra ha sido la sal en la herida de la pandemia. Coinciden en esto con el mensaje que trasladó el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el debate del estado de la nación el 12 de julio: “El futuro es incierto, es verdad, atravesamos un área de turbulencias. Es evidente. Debemos conocer los riesgos, afrontarlos con esperanza, con tesón, no con miedo”. A pesar de la coincidencia, el 66% de las empresas no aprueban la gestión económica del Ejecutivo y la tachan de mala o muy mala.
El gran cisne negro que ha sido —y es— la invasión de Rusia en Ucrania ha desembocado en ese término tan manido, pero tan gráfico: la tormenta perfecta. El 47% de los encuestados creen que la guerra ha tenido un alto impacto en la evolución económica. Cuando Rusia inició la invasión se sucedieron una larga lista de acontecimientos nefastos en lo económico que se unieron a los coletazos de la pandemia: grave crisis energética, elevada inflación, encarecimiento y escasez de materias primas, frenazo de la economía china por la política de cero covid, subida de tipos y normalización de la política monetaria, endurecimiento de las condiciones financieras, depreciación del euro hasta la paridad con el dólar y planes para el racionamiento del gas en Europa ante un posible corte de suministro de Rusia. Todo esto influye de una manera u otra en las empresas.
Las previsiones hechas a comienzos de año son cristales rotos. Todos los organismos y analistas se han visto obligados a revisar sus pronósticos de crecimiento: Bruselas mantiene la estimación del PIB en el 4% para España, pero rebaja más de punto y medio, del 3,8% al 2,2%, la previsión para 2023. Y baja al 2,6% su previsión para la eurozona.
La posibilidad de una recesión (dos trimestres consecutivos de crecimientos negativos) es una amenaza constante. Raymond Torres, director de coyuntura en Funcas, considera que “la desaceleración será pronunciada a partir del otoño, cuando la pérdida de poder adquisitivo de los hogares se notará más y no podrá ser compensada por el turismo”. Esto, junto con un posible repunte de precios energéticos durante el invierno, “podría conducir a tasas de crecimiento muy débiles o nulas en el cierre de este año y el inicio del que viene. Se trata de una desaceleración, con un riesgo creciente de recesión si las tensiones geopolíticas se agudizan”, añade.
Otros economistas optan por la cautela a la hora de hacer pronósticos. En tiempos de guerra, la incertidumbre es alta. Al fin y al cabo, todo va a depender de lo que haga Vladímir Putin. Javier Díaz-Giménez, profesor de Economía del IESE, cree que “existe una respuesta emocional exagerada acerca de lo que va a pasar en octubre”. Y añade: “La inflación nos ha empobrecido a todos, lo único que pueden hacer los gobiernos ahora es repartir la pobreza”. Su discurso viene a ser lo que pretende el pacto de rentas que negocian Gobierno, sindicatos y patronal: repartir los costes de la inflación. Aunque en la última reunión del 6 de julio no cerraron acuerdo alguno.
Menos negocio
Pese a la complicada coyuntura económica, a la hora de ser preguntados por sus propias empresas, las respuestas son algo más optimistas (aunque se nota ya cierta previsión de deterioro en las perspectivas de negocio respecto al semestre anterior). El 57% de los encuestados creen que mejorará su producción y facturación en el segundo semestre y 7 de cada 10 prevén mantener o aumentar su beneficio. Casi 4 de cada 10 panelistas esperan incrementar sus inversiones, mientras que un 46% las mantendrán en los mismos niveles y solo un 16% las recortarán. Digitalización y ciberseguridad serán algunas de sus prioridades.
El Barómetro de Deloitte identifica los sectores económicos con mejores pronósticos. Algunos son la hostelería y el turismo, el sector bancario, la tecnología, la logística y el energético. Los peores son la agricultura, ganadería, minería y pesca. “El sector turístico en España es el gran dinamizador de la economía este año. En cambio, los sectores industriales están sufriendo por el alto coste de las materias primas, y también hay riesgo en el sector de la construcción por la crisis de suministros”, cuenta Íñigo Fernández de Mesa, vicepresidente de la CEOE.
La inflación, que en junio se colocó en el 10,2% —en la zona euro escaló al 8,6%—, es el factor que más preocupa a las empresas españolas. Y así seguirá, porque más del 80% de las compañías creen que la inflación se mantendrá o aumentará en la segunda parte del año y para el 44% el encarecimiento de las materias primas continuará siendo la mayor fuente de drenaje de los beneficios.
Trasladan costes
Aunque el 60% de los encuestados reconocen haber trasladado ya los incrementos de costes al precio de sus productos y servicios. “En un primer momento se van reduciendo márgenes, pero al final se tiene que repercutir al consumidor porque se pone en peligro la empresa”, dice Pedro Fernández Alén, presidente de la Confederación Nacional de la Construcción (CNC), que cree que el panorama en Europa sería aún peor sin los 800.000 millones de euros del plan de recuperación.
¿Cuánto están repercutiendo? Depende del sector y de lo dura que sea la competencia. “No se puede todo porque te quedas fuera del mercado”, señalan en Cepyme. Alrededor de un 40% de los encuestados trasladan más del 30% del coste. El 11% dicen aplicar entre el 50% y el 70%, y el 9% repercuten al cliente más del 70%. “El IPC subyacente sube un 5,5%, mientras que los salarios lo hacen menos de la mitad. Esto apunta a que las empresas están consiguiendo trasladar a sus precios una buena parte del alza de los costes importados”, sostiene Torres. Sin embargo, prosigue, “la situación es heterogénea, con sectores muy expuestos a la competencia internacional y, por tanto, con poco margen de maniobra, como la industria. Y a la inversa están los servicios, donde el efecto traslado es probablemente cuasi total”.
Esto es lo que da pie al sindicato CC OO a decir que existe un fuerte efecto de segunda ronda de la inflación con origen en los beneficios empresariales. “Las empresas han incrementado sus márgenes por encima de lo necesario para cubrir los incrementos en costes, mientras que los salarios prácticamente no crecen, un 1,33% (media del 2,42% para 5,8 millones de trabajadores que ya tienen firmado un convenio y del 0% para los 4,8 millones que aún no lo han suscrito)”, apunta Carlos Martín Urriza, director del gabinete económico de CC OO.
Una postura que la patronal de los empresarios rechaza de plano: “El 80% de las compañías han tenido impacto en costes y solo el 40% lo han repercutido en precios. La empresa española está sufriendo mucho y ha absorbido gran parte del alza de la inflación. Ha sido la que más ajustes ha tenido”, defiende Fernández de Mesa.
Ignacio Corral, director general de la conservera Grupo Consorcio, en Santoña (Cantabria), habla de “un tsunami de costes”. Además de los energéticos, han subido los precios de envases y embalajes, del aceite de oliva y de los fletes, “que se han triplicado porque los cuellos de botella aún no se han resuelto”. Corral reconoce haber realizado ya dos subidas de precios a sus conservas (en un rango que va del 6% al 12%). “Nos queda una tercera que dependerá de cómo evolucione esto”. Con 60 empleados, ha tenido que “ajustar un poco en personal”. Ana Aguilar, directora de Economics and Financial advisory de Deloitte, explica que “previsiblemente seguiremos conviviendo con una inflación relativamente elevada durante los próximos meses, aunque hay algunos signos positivos recientes, como la ligera moderación del crecimiento de los precios industriales o de las presiones sobre las cadenas de suministros”.
Precisamente los precios industriales, que llevan cuatro meses creciendo por encima del 40%, son otro nubarrón. Los aumentos tardan cierto tiempo en trasladarse a través de toda la cadena de suministro hasta el consumidor final, sobre todo porque muchas empresas siguen tirando de stock.
El presidente de la CNC avisa: “Aún no hemos empezado a ver el impacto de los precios industriales, que afecta a todo: ventanas, calderas, cerramientos, equipamientos, griferías, alimentos, coches…”. Esto influirá en la capacidad de compra de los ciudadanos, ya mermada por la inflación. La Cámara de Comercio de España prevé que el consumo de los hogares apenas aumente un 2% este año, en lugar del 4% que habían calculado a finales del año pasado. De hecho, casi la mitad de las empresas del Barómetro esperan que la demanda nacional disminuya en el segundo semestre y más de un tercio tienen la misma opinión sobre la demanda internacional.
La subida de tipos de interés de 0,5 puntos anunciada esta semana por el BCE para controlar la inflación es otra piedra en el zapato para las empresas. Son conscientes de que tendrán más dificultades en el acceso a la financiación, y por eso un tercio de los panelistas tienen previsto gestionar la exposición a riesgos de tipo de interés. El paso dado por el BCE hará que aumenten los niveles de morosidad, según el 83% de las compañías, ya de por sí al alza. El Banco de España calcula en 23.000 millones los préstamos del ICO en peligro de impago. El 22,7% de los créditos están en riesgo, 6,4 puntos más que hace un año. No obstante, en CC OO creen que la subida de tipos afectará a los intereses que paguen hogares y pymes, pero no frenará la inflación. Según Martín Urriza, “no ayuda mucho porque la inflación no tiene un origen en la demanda, sino en la oferta”.
Con el agua al cuello
Los más perjudicados por inflación y tipos serán pymes y autónomos. Rubén Gracia, de 43 años, tiene un negocio de hostelería en un área de servicio en la A-23, en Sarrión (Teruel). Sus costes salariales han crecido. “He contratado todo lo que he podido este año y he reforzado el verano con 10 personas más”. Cuenta con 32 empleados. El hostelero dice haber subido dos veces el sueldo a los trabajadores más veteranos en el último año para retenerlos. “Los que cobraban 1.200 euros han pasado a 1.500, y los de 1.150 a 1.300″.
Además, “la inflación nos está matando”, dice este empresario, que ha tenido pérdidas el primer trimestre del año y espera que el tercer trimestre le permita “coger oxígeno y sanear la tesorería”. En la carta ha aplicado dos subidas de precios, pero no en el menú de los camioneros. “Veo el panorama negro zaino. Mi deseo es no tener que despedir en otoño, pero creo que lo tendré que hacer”, porque para entonces calcula que su facturación se reducirá entre el 20% y el 30%.
Falta de mano de obra, precios de los combustibles imposibles (bonificación incluida), alza de costes laborales, peajes… Son los lastres de Alicia González, de 43 años, que tiene una empresa de transporte de coches nuevos y usados en Valladolid. “El gasóleo nos está comiendo. En junio ha costado un 40% más que en el mismo mes de 2019″, dice la empresaria. “Llevamos ya dos años trabajando para pagar salarios, vamos muy justos, los márgenes se han reducido muy significativamente”, se queja Alicia, que critica la falta de ayudas al sector del transporte de automóviles. Su empresa cuenta con 65 empleados. “En España falta mano de obra para cubrir estos puestos y he tenido que contratar muchos extranjeros, sobre todo latinoamericanos”.
Llueve sobre mojado para estas pequeñas y medianas empresas. Cepyme advierte de que atraviesan su situación más crítica desde 2014. Sus costes totales, especialmente los suministros y la energía, han crecido un 23% en el primer trimestre, mientras que las ventas lo hicieron un 19,8%. Esto, se quejan, reduce los márgenes empresariales y deriva en un empeoramiento de la liquidez y de la competitividad. “Las pymes se están viendo arrastradas por los elevados costes, una importante pérdida de productividad y una menor rentabilidad”, explican en Cepyme. A esto se une que han contratado mucho por las expectativas de recuperación y que arrastran una deuda importante desde la pandemia. “Su situación se va a agravar conforme se endurezcan las condiciones del crédito”.
Muchos autónomos aún no habían recuperado los niveles prepandemia cuando la caída de los primeros misiles en Ucrania se sintió rápidamente en sus negocios. Los costes de las materias primas y la energía, los costes salariales y el alto nivel de endeudamiento auguran un escenario difícil para este colectivo. Aunque 6 de cada 10 autónomos ya han encarecido sus tarifas para hacer frente a la inflación, según la Federación Nacional de Asociaciones de Trabajadores Autónomos (ATA). “El 25% dicen estar en una situación muy difícil”, sostiene Celia Ferrero, vicepresidenta ejecutiva de ATA. Casi el 40% de los autónomos sufren morosidad y el alza de tipo de interés terminará por asfixiarlos. Ferrero resume lo que está por llegar: “Vamos a ver un verano bueno y un otoño amargo”. Y añade: “Ya se está notando en ciertos negocios que está bajando la demanda interna, que es la que alimenta a los autónomos. Después del verano la situación puede ser muy dramática porque se acaba la moratoria de los préstamos ICO y la moratoria concursal”.
Yendo al detalle, este año el sector turístico es el auténtico protagonista. Las sombras han dado paso a las luces. Exceltur habla de un intenso e imprevisto furor viajero en toda Europa desde Semana Santa. Sin embargo, “el repunte de la actividad y los ingresos de las empresas turísticas no reflejan unos resultados acordes a la recuperación de la demanda. Los precios turísticos han subido un 6,5%, al no poderse trasladar más de un 23,4% de los sobrecostes”, según José Luis Zoreda, vicepresidente ejecutivo de Exceltur. Además, muchas empresas siguen endeudadas y la subida de tipos erosionará más sus márgenes.
En Baleares, la escalada de los costes y los problemas de mano de obra son insostenibles. “Faltan entre 20.000 y 25.000 profesionales no estacionales”, dice José Luis Córcoles, director de la feria Horeca Baleares. Exceltur no achaca esa carestía a los sueldos o a las condiciones de trabajo. “Se da por la dificultad de encontrar vivienda digna por la eclosión de viviendas turísticas”, señala Zoreda.
Algunos establecimientos tratan de recortar horas de servicio o fijar un día de cierre para afrontar la situación. El problema llega hasta tal punto que se está mercadeando con la mano de obra y, para evitar la fuga de camareros y el robo de personal, empieza a ser muy habitual subir sueldos, indica Córcoles. Las empresas facturan más, pero el beneficio es menor o incluso hay pérdidas porque, por ejemplo, “en Formentera un camarero por menos de 3.500 euros al mes no trabaja”, añade.
En la provincia de Cádiz tienen el mismo problema de falta de mano de obra. “Ya no pedimos profesionales porque es imposible”, dice Antonio de María, presidente de la patronal de hostelería en Cádiz. Aun así, el problema de la vivienda en época estival no es tan sangrante. “A veces la empresa ofrece casas a los empleados”.
Los sectores de la construcción y la promoción de viviendas también han sido embestidos por la guerra. “El coste de la energía media en las empresas constructoras es del 30%”, comenta Pedro Fernández, de CNC. Además, “aún no hay una normalidad en el abastecimiento de materiales”, dice Daniel Cuervo, vicepresidente de APCEspaña. En las obras que ya están en ejecución y comercializadas a precios cerrados están asumiendo el alza de costes el promotor y el constructor. Las nuevas que salen al mercado, pocas, están subiendo precios. Cuervo estima que a finales de año se resentirá el número de visados por el retraso en el lanzamiento de nuevas promociones. “Vienen nubes muy negras, y eso al final acaba en el cliente”, pronostica Fernández. Además, este sector no se libra de la falta de mano de obra. Un ejemplo: el 65% de las empresas tienen extremas dificultades para encontrar jefe de obra.
El campo es uno de los sectores peor parados. En la Agrupación de Cooperativas Valle del Jerte, con 16 cooperativas y más de 3.500 agricultores, identifican su problema principal: “No poder aplicar al producto, bien en su totalidad, bien en gran parte, el incremento de costes necesarios para la comercialización (transporte, envases, suministro…)”, indica Oliver Porras, su director financiero. De repercutirlo, y teniendo en cuenta la competencia que existe en la fruta fresca, “nos hubiese sacado del mercado”. Gran parte del coste lo ha tenido que asumir la cooperativa. También aquí falta mano de obra: “Se han tenido que desechar pedidos de clientes por falta de personal”, asume Porras.
Andrés del Campo, presidente de la Federación Nacional de Comunidades de Regantes de España, señala que la inflación ha disparado de manera desorbitada los costes de los medios de producción, lo que a su vez mermará la rentabilidad del sector agrario y ganadero, que no pueden repercutir el alza en sus productos porque los precios los fija el mercado. “Los agricultores hemos sufrido un encarecimiento de la factura eléctrica que supera el 120% desde 2008″, cuenta.
Comercio exterior
En el capítulo de exportaciones, las empresas encuestadas señalan la situación económica global, el precio del crudo y el tipo de cambio del euro como los tres factores que más afectan al comercio exterior, que en los cinco primeros meses del año ha crecido a buen ritmo y ya ha superado el bache de la pandemia. Raúl Mínguez, director de estudios de la Cámara de Comercio de España, cree que habrá “cierta moderación en las ventas de las empresas españolas a los países europeos más dependientes de Rusia, lo que se traducirá en menos exportaciones”. En contraposición, “los productos que se venden a los países extracomunitarios que operan en dólares se abaratan, lo que es una oportunidad para las exportadoras españolas”. Esto es así por la paridad del euro y el dólar, que significa exportaciones más baratas e importaciones más caras.
“La depreciación del euro ha agudizado la espiral de costes importados, exacerbando la inflación. Esto complica aún más la tarea del BCE de controlar el alza de precios. También tiene efectos positivos en la competitividad de las empresas que exportan hacia EE UU y otros mercados indexados en el dólar. Sin embargo, no compensa el impacto negativo de una mayor inflación”, cree Torres.
En la Secretaría de Estado de Comercio consideran que las empresas españolas están preparadas para hacer frente a los actuales desafíos. “Cuentan con gran experiencia en los mercados internacionales y están diversificando sus estrategias de internacionalización en nuevas regiones más allá de Europa. Además, cuentan con instrumentos de apoyo y financieros para afrontar la salida a los mercados internacionales”.
Ganchos para atraer talento
Las empresas españolas no encuentran el talento que necesitan y que les permite ser competitivas en un mercado global. Esta es una de las preocupaciones de las organizaciones —indicadores macroeconómicos aparte— y una de las conclusiones del capítulo sobre el futuro del trabajo que aborda la nueva edición del Barómetro de Deloitte. La rápida evolución de la tecnología está provocando un déficit entre las competencias que las empresas necesitan y aquellas de las que dispone su talento. Es la obsolescencia de las capacidades de los trabajadores, cuya vida media es de 2,5 años.
Las compañías se enfrentan a problemas para dar respuesta tanto al talento externo como al interno. El 65% de los candidatos afirman haber interrumpido un proceso de selección debido a una propuesta de valor al empleado (en inglés, employee value proposition, EPV) poco atractiva. El 69% de los trabajadores dicen no estar satisfechos con la EVP y el 45% de ellos no están comprometidos con sus respectivas organizaciones. La mayoría de los responsables de recursos humanos apuntan que muchos de los motivos por los que los empleados abandonan sus trabajos se podrían haber evitado.
Así, la transformación del trabajo es una realidad que está obligando a las compañías a mover ficha. “La escasez de talento crítico en el mercado, la necesidad de mejorar la calidad del trabajo y la oportunidad de aprovechar el potencial de los trabajadores hacen que las organizaciones estén transformando los trabajos, invirtiendo en el desarrollo de su talento, mejorando su propuesta de valor y desarrollando modelos de trabajo que ayuden a atraer y vincular al talento”, señala Marta Isarria, socia de consultoría de Human Capital de Deloitte.
De hecho, tres de cada cuatro empresas afirman que ya están ofreciendo formación a sus empleados para mejorar sus competencias. Capacitar al talento interno comienza a ser clave. Y a la hora de buscar talento externo ofrecen condiciones de trabajo a tiempo parcial y flexibilidad e incrementan salarios. Sin embargo, el teletrabajo, esencial para algunos perfiles, no cuaja. El 50% de las empresas no tienen ningún empleado teletrabajando.