El FMI eleva sus previsiones para España y la sitúa como la gran economía avanzada que más crece
El Fondo mejora 0,5 puntos el pronóstico de crecimiento español para este año, hasta el 2,9%, mientras insiste en los riesgos que amenazan la economía mundial
La economía española está protagonizando la gran sorpresa positiva de 2024. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha revisado al alza sus previsiones de crecimiento para España en 0,5 puntos para el año en curso, hasta el 2,9%, por encima del 2,7% que calcula el Gobierno. Eso sigue a otra revisión al alza de igual calibre en junio, de modo que entre las reuniones de primavera y las de otoño del FMI, la mejora ha sido de un punto, la mayor entre todas las grandes economías, incluidas las emergentes. El organismo mantiene su previsión de crecimiento del producto interior bruto (PIB) para 2025 en el 2,1%. Con ello, en el conjunto de los dos años, la española es la que más brilla entre las grandes economías avanzadas del mundo.
Las buenas perspectivas económicas de España contrastan con la crispación política que vive el país. El Gobierno cuenta con un precario apoyo parlamentario que le complica sacar nuevas reformas adelante. El clima político está cargado con duros ataques mutuos entre el partido del Gobierno y la oposición. La situación está empañada porque las formaciones han llevado su disputa a los tribunales con acusaciones de corrupción. Mientras tanto, los principales indicadores económicos viven ajenos a la trifulca política.
Las buenas noticias para la economía española llegan en el informe de Perspectivas Económicas Mundiales del organismo con sede en Washington. La nueva edición llega cargada de avisos acerca de las amenazas que se ciernen sobre la economía mundial, que ya adelantó la semana pasada la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva. Al igual hizo ella, el organismo canta ―casi― victoria en la batalla contra la inflación.
Los economistas del Fondo insisten en el riesgo derivado de los conflictos geopolíticos y el proteccionismo, pero también advierten de la posibilidad de que un menor crecimiento de China, unas políticas monetarias restrictivas y la volatilidad en los mercados financieros pueden empeorar el panorama. El FMI mantiene su previsión de crecimiento mundial en el 3,2% para este año, tasa que se repetiría en 2025, según sus pronósticos (en este caso recorta una décima su previsión).
La mejora de España se produce, además, a pesar de que el entorno regional no acompaña demasiado. Gripado el motor alemán, el FMI rebaja las previsiones de crecimiento de la zona euro una décima para este año y tres décimas para el próximo, dejándolas en el 0,8% y el 1,2%. Aun así, el crecimiento se acelera progresivamente. Este año, gracias a la mejora de las exportaciones, en particular de bienes y el próximo, favorecido por una demanda interna más fuerte.
El FMI espera que el aumento de los salarios reales impulse el consumo y que la relajación gradual de la política monetaria favorezca la inversión, pero la persistente debilidad del sector manufacturero lastra el crecimiento de países como Alemania e Italia. “Sin embargo, mientras que se espera que la demanda interna italiana se beneficie del Plan Nacional de Recuperación y Resiliencia financiado por la Unión Europea, Alemania está sufriendo las tensiones de la consolidación fiscal y una fuerte caída de los precios inmobiliarios”, indica el organismo.
El contraste con el crecimiento de Estados Unidos ―donde, pese a todo, cunde el malestar económico― es brutal. La primera economía del mundo crecerá este año el 2,8%, más del triple que la de la eurozona, y un 2,2% el próximo, casi el doble, con el consumo y la inversión no residencial como principales motores. La resistencia del consumo se deriva de la creación de empleo, las subidas de sueldos y el efecto riqueza de una Bolsa en máximos históricos.
El FMI, eso sí, advierte en escenarios hipotéticos del lastre sobre el crecimiento que supondría una guerra arancelaria (como la que puede desatar el candidato republicano a la presidencia, Donald Trump). El FMI calcula que tendría un impacto negativo de 0,4 puntos en 2025 y 0,6 puntos en 2026. El efecto se amortiguaría un poco con la prórroga de las rebajas fiscales, pero sería aún mayor con fuertes restricciones a la inmigración (que también propugna especialmente Trump), que restarían 0,5 puntos al PIB y añadirían dos décimas a la inflación en 2025.
En cuanto a los países emergentes, las perspectivas han empeorado este año en China, con una rebaja de dos décimas en las previsiones, hasta el 4,8%, mientras que se mantienen en India (7%). El mayor contraste se da en Latinoamérica, donde el Fondo eleva 0,9 puntos el crecimiento de Brasil de este año, hasta el 3%, mientras rebaja de nuevo el de México 0,7 puntos, al 1,5%. Con un 43,8%, Guyana repetirá este año como el país que más crece del mundo, gracias al petróleo, antes de frenar hasta el 14,4% en 2025.
Si se dejan al margen las economías emergentes, el crecimiento de España está en el pelotón de cabeza de los países avanzados. En la zona euro, solo tres pequeños países crecerán más este año: Croacia (3,4%), Chipre (3,3%) y Malta (5,0%). Y en el conjunto del mundo, las únicas otras economías avanzadas con mayor dinamismo serán las de Hong Kong, Macao (que el Fondo analiza por separado del resto de China) y Taiwán.
Por el lado de los precios, el FMI prevé que la inflación interanual se sitúe en España en el 1,9% a final de este año (con una media anual del 2,8%) y en el 1,8% en diciembre de 2025 (media del 1,9%), frente al 2% de la zona euro. La renta per cápita aumentará un 1,7% este año y un 1% el próximo. El talón de Aquiles de la economía española sigue siendo el paro, donde curiosamente el Fondo apenas varía sus pronósticos de abril pese al mayor dinamismo económico. El Fondo prevé una tasa de paro del 11,6% para este año (igual que la que pronosticaba hace seis meses) y del 11,2% para el próximo (solo una décima inferior). El desempleo sigue siendo mayor en España que en cualquier otra de las grandes economías.
Giros en la política económica
A escala mundial, “el retorno de la inflación cerca de los objetivos de los bancos centrales allana el camino para un triple giro de la política económica”, sostiene Pierre-Olivier Gourinchas, economista jefe del FMI, en busca del llamado aterrizaje suave. El primer giro, ya en curso con las rebajas de tipos de interés, es el de la política monetaria. Los bancos centrales han ido pasando de combatir la inflación a tratar de evitar pérdidas de empleo o, peor aún, una recesión.
El segundo giro corresponde a la política fiscal. “Tras años de política fiscal laxa en muchos países, ha llegado el momento de estabilizar la dinámica de la deuda y reconstruir los tan necesarios colchones fiscales”, advierte Gourinchas. El Fondo calcula que la deuda pública mundial alcanzará los 100 billones de dólares este año. En algunos países, como Estados Unidos y China, los planes fiscales actuales no estabilizan la dinámica de la deuda. En muchos otros, aunque los primeros planes fiscales eran prometedores tras la pandemia y las crisis del coste de la vida, cada vez hay más signos de desviación, según el FMI.
Aun así, Gourinchas se cuida mucho de hacer una llamada abierta a la austeridad extrema, tan perniciosa en la recuperación de la crisis financiera. “El camino es estrecho: retrasar la consolidación aumenta el riesgo de ajustes desordenados impuestos por el mercado, mientras que un giro excesivamente brusco hacia el endurecimiento fiscal podría ser contraproducente y perjudicar la actividad económica”, sostiene Gourinchas.
El tercer pilar es otro clásico del FMI: las reformas estructurales. El Fondo admite que son difíciles de implantar y que con frecuencia generan rechazo. Pide especialmente “ambiciosas reformas internas que impulsen la tecnología y la innovación, mejoren la competencia y la asignación de recursos, fomenten la integración económica y estimulen la inversión privada productiva”.