La onda expansiva del teletrabajo zarandea la economía
La popularización del empleo desde casa ya se deja notar en múltiples sectores, y lo hará aún más en el futuro en actividades como la inmobiliaria, la hostelera, la tecnológica o la turística
El futuro no está escrito, pero la pandemia ha modificado muchos hábitos y obligado a abrazar otros sin discusión. Es el caso del teletrabajo. Un año después de que la covid pusiese todo patas arriba, se ha producido un brutal punto de inflexión: hoy queremos desempeñar nuestras labores en remoto por convicción al menos una parte de la semana y esto supondrá una revolución en los mercados; en los métodos de trabajo; en...
El futuro no está escrito, pero la pandemia ha modificado muchos hábitos y obligado a abrazar otros sin discusión. Es el caso del teletrabajo. Un año después de que la covid pusiese todo patas arriba, se ha producido un brutal punto de inflexión: hoy queremos desempeñar nuestras labores en remoto por convicción al menos una parte de la semana y esto supondrá una revolución en los mercados; en los métodos de trabajo; en las oficinas; en la forma de vida de los ciudadanos y en la manera en que las empresas se aproximan a ellos.
McKinsey estima que más del 20% de la fuerza laboral de los países desarrollados podrá seguir trabajando desde su casa entre tres y cinco días por semana incluso cuando el virus esté bajo control, casi el cuádruple que antes de la pandemia. En España el porcentaje es del 18%, si bien el Banco de España habla del 31%. Porque no todo el mundo puede ejercer su labor en remoto; es más, son una minoría de trabajadores (algo más de tres millones en España en el confinamiento duro, el punto álgido), fundamentalmente en servicios y tecnología.
El impulso que ha recibido el teletrabajo es de tal magnitud que ya ha generado tendencias nuevas, todas ellas bautizadas en inglés: nombres como workation (combinación de trabajo remoto y vacaciones) o room office (trabajar en hoteles) ya pululan entre nosotros. Otros están por llegar: cuando regrese la cotidianeidad y el trabajo híbrido —mitad en oficina, mitad en cualquier otro lugar— se haya hecho fuerte, una revolución del día a día impactará en cascada sobre mil y un sectores.
Pablo Claver, socio de Boston Consulting Group, tiene claro que la presencialidad es pasado: “Nuestra expectativa es que el trabajo remoto se va a duplicar, del 17% que veíamos antes del virus en los 15 principales países europeos al 30% o 40%”. Cuando eso ocurra —y, en muchos casos, desde ya—, un sinfín de actividades se verán afectadas. Para empezar, los restaurantes, porque la gente que no acude a la oficina come mayoritariamente en casa. Esto supondrá un ahorro anual de entre 1.000 y 1.500 euros por empleado, calcula. Para continuar, el transporte: menos desplazamientos beneficiarán al medio ambiente y recortarán los gastos del teletrabajador de 500 a 1.500 euros. Por último, muchas personas mudarán su lugar de residencia fuera de las grandes ciudades, como ya está ocurriendo en Nueva York, San Francisco o Londres, donde el éxodo ha hecho mella en los alquileres, que se han desplomado entre el 20% y el 30%.
El mundo, en fin, cambiará dejando tras de sí —como toda revolución — perdedores y ganadores:
El ocaso de las oficinas
El inmobiliario será uno de los grandes damnificados, aunque, como apostilla Anu Madgavkar, socia de McKinsey Global Institute, el alcance del impacto está evolucionando y aún es difícil predecir todos sus efectos. En 2020, la desocupación de oficinas aumentó significativamente en las principales ciudades del mundo: un 91% en San Francisco, un 32% en Londres y un 27% en Berlín. Al mismo tiempo, disminuyó en algunas ciudades más pequeñas, como Glasgow o Charlotte, lo que —dice— implica que las empresas pueden estar desplazándose de grandes urbes a otras más pequeñas.
Según una encuesta elaborada en agosto pasado por la consultora, dos tercios de las compañías tenían planes de reconfigurar sus oficinas, alejándose de los despachos y centrándose en más espacios para equipos y salas de conferencias, así como reduciendo sus superficies un 30%. KPMG realizó un sondeo similar entonces y lo ha repetido ahora, y los directivos españoles que planean achicar sus áreas de trabajo han pasado del 69% al 17%. Sin embargo, algunas firmas ya lo han hecho. Nielsen ha recortado el 33%: las tres plantas que ocupaba en Madrid se han quedado en dos, y en Barcelona ha dejado su oficina para trasladarse a un coworking, una tendencia que pisa fuerte.
Mikel Echavarren, consejero delegado de Colliers International, reconoce que el teletrabajo va a reducir la demanda de oficinas entre un 10% y un 15%. Habrá empresas, sobre todo tecnológicas, que dejarán sus centros de trabajo, pero otras como consultoras, bufetes de abogados o financieras mantendrán sus sedes para seguir cerca de sus clientes. De momento, sin embargo, los propietarios demandan más metros para poder cumplir los protocolos de distancia interpersonal, dice. Echavarren también admite saber de organizaciones que van a dejar miles de metros cuadrados de oficinas, hasta 90.000, de una tacada. Sobre todo, en el extrarradio.
“La superficie de oficinas se va a reducir drásticamente en las grandes ciudades. Lo estamos viendo en Londres, donde la gente abandona la capital y se muda a ciudades dormitorio y las empresas dejan sus sedes para irse a espacios flexibles”, advierte Philippe Jiménez, director general de IWG en España. El año pasado, en Madrid la contratación quedó casi en la mitad: de 654.000 metros en 2019 a 339.000, según CBRE. Y en el primer trimestre continúa la caída, con un 23% menos. Una tendencia que, según Aberdeen Standard, seguirá a largo plazo con una contracción de entre el 15% y el 25%. Alfonso Galobart, vicepresidente de CBRE, prevé que en 2021 se absorban 400.000 metros para aumentar en 60.000 en 2022. A las tecnológicas que abrazaron el teletrabajo, explica, les está fallando la productividad y empiezan a retornar a las oficinas. Google, Amazon o Telefónica son un ejemplo. Pero solo son algunas: Twitter o Salesforce siguen fieles al trabajo en remoto, también con vistas al futuro.
La consultora estadounidense Cheryl Geoffrion lo ha convertido en su modo de vida. A sus 58 años, hace cinco meses decidió dejar atrás el frío de Budapest por Gran Canaria. “Antes tenía que viajar mucho para ver a clientes, pero ya no”, explica por teléfono desde la cocina de su apartamento, su actual lugar de trabajo. Buscó en internet cuál era el mejor lugar para desempeñarse en remoto, Google le respondió que Canarias y ella lo siguió a pies juntillas, dice entre risas. La experiencia le ha gustado y ya está en trámites para quedarse indefinidamente. No es ni mucho menos la única que ha optado por el archipiélago: si en 2019 estos perfiles eran minoritarios, la firma Repeople habla de un aumento mensual próximo al 10% en las llegadas desde septiembre. Casi un tercio decide, como Geoffrion, prolongar su estancia.
Estallido del coworking
“Volveremos a la máxima flexibilidad. El lugar de trabajo se va a adaptar a la vida de sus empleados y no al revés: las empresas mantendrán sus sedes y contratarán espacios satélite para acercarse a sus trabajadores”, vaticina Galobart, que ha visto cómo la demanda de espacios flexibles (coworkings, centros de negocios, hoteles, etcétera) se disparaba un 300% en el primer trimestre tras caer un 26% en 2020.
El auge de los nuevos formatos de oficinas, edificios compartidos en los que compañías, autónomos y trabajadores individuales pueden hacerse solo con el espacio que necesitan y por el tiempo que consideren, venía de atrás. En una década se han duplicado, según el director general de IWG, que “cada día abre un centro nuevo en el mundo; y en España serán 10 este año”. Pero su explosión definitiva ha llegado con el teletrabajo. “Ha acercado a espacios flexibles a clientes que no veían en nosotros una solución”, reconoce Mireia Pérez, de Aticco, que tiene siete localizaciones en Barcelona y Madrid. “Si hoy son 20 trabajadores, mañana 80 y pasado 40, solo tienen que cambiar su plan. A muchas empresas ya no les interesa una oficina entera para que vaya solo la mitad de la plantilla”.
Impact Hub, con cinco centros en Madrid, dice estar recibiendo una avalancha de consultas. “Hasta ahora los más interesados eran autónomos o freelancers. Pero eso ha cambiado: con el teletrabajo cada vez son más los empleados que buscan una alternativa a su casa como oficina”, apunta su jefa de Desarrollo, María Calvo. “También vienen compañías que quieren dejar su sede para quitarse un coste fijo”. Lo mismo ocurre en Lexington, con más de una decena de centros en Madrid y Barcelona, aunque su director, David Vega, precisa que los contratos no crecen tanto como las solicitudes.
El menú del día se congela
Huelga decir que 2020 ha sido el peor año para la hostelería hasta donde alcanza la memoria, pero lejos de los principales focos turísticos esta sangría ha dejado una cicatriz dantesca sobre cafeterías y restaurantes. La comida de diario es (era), según Edurne Uranga, de NPD Group, “la ocasión de consumo más importante” para el sector y aportaba más de la cuarta parte de la facturación. Una cifra que subía con creces en las zonas de oficinas, de largo las más golpeadas por el teletrabajo. Según sus cálculos, el almuerzo laboral a diario ha perdido “más del 50%” del negocio que generaba en 2019, sobre todo en Madrid y Barcelona. A los restaurantes de menú no les ha quedado más que readaptarse. Si históricamente el 90% de sus ventas se producía in situ, ahora la comida para llevar y a domicilio han duplicado su importancia, aunque con menores consumos medios. Los desayunos también han caído “sustancialmente”, pero con un tique promedio ligeramente superior.
Al fin del menú diario en amplias zonas de las grandes ciudades —en Madrid no hay más que darse un paseo por Azca para ver cuánto ha cambiado el panorama— se ha sumado el del afterwork, una moda que en los años prepandémicos había arraigado en el ritual de no pocos directivos y oficinistas: tomar una copa después del trabajo con los compañeros. Todo eso ha desaparecido, si acaso compensado con una cerveza en la terraza de debajo de casa.
La falta de comensales es aún más sangrante en los comedores de empresa. La restauración de colectividades tiene el 17% de su negocio en estos establecimientos, según la asociación Food Service, y su presidente, Antonio Llorens, asegura que perdieron el 70% de sus ventas en 2020 y continúan en la misma línea. “Tenemos restaurantes cerrados y otros al 20% o 40% de actividad. La pérdida ha sido brutal”, admite Carina Cabezas, presidenta de Sodexo Iberia, que sabe que algunos de estos espacios no volverán a abrir: uno de cada cinco podría desaparecer. Un número “demoledor”, en palabras de Llorens, para un sector que movía 3.600 millones de euros en 2019.
El desplome no es igual entre los restaurantes de las fábricas (que siguen operativos) y las oficinas, muchos de ellos clausurados. “Hay un cambio de paradigma social y nos tenemos que adaptar”, señala Cabezas, que ha creado una nueva línea de negocio: produce los menús diarios en sus cocinas centrales y los envía a domicilio a particulares y empresas.
La comida en el domicilio se dispara
Retroceso del menú y auge de la comida preparada son vasos comunicantes: si no se puede comer fuera, se come en casa. Así es como el delivery ha duplicado su peso, según NPD, hasta alcanzar un 8% del total de alimentación y restauración. Y la comida para llevar (take away) ha escalado al 23%. Gracias a la explosión de repartidores de plataformas como Glovo, Deliveroo, Just Eat, Uber Eats y al nacimiento de las denominadas dark kitchen, desde donde se cocinan platos de varios restaurantes para llevar, el delivery se ha convertido en un canal más, aprecia Carlos Cotos, de Kantar. Los pedidos se duplicaron en el confinamiento y en Navidad, y en el último año han crecido un 47%. Una tendencia que, dice, se mantendrá porque el usuario se ha acostumbrado.
Los supermercados han sido los captores de buena parte del gasto perdido por restaurantes y bares. El año pasado los españoles destinaron un 12,7% más de su presupuesto a ellos —hasta 105.000 millones—, algo que se prevé continúe con la extensión del teletrabajo, aunque con mucha menor intensidad, según Patricia Daimiel, directora general de Nielsen: el consumo prestado de la hostelería tenderá a regresar. En parte ya lo está haciendo, pues en lo que va de año las ventas de alimentación bajan un 7% anual, aunque suben un 8% sobre 2019.
La sensación, no obstante, es que no todo el gasto traspasado volará. Puede que permanezca cerca del 5% en el hogar porque se tenderá a ahorrar, indica Cotos. Para 2021 se espera un descenso del 2,5% sobre 2020, que en cualquier caso supondría un alza del 10% respecto a 2019. Crecimiento, pues. Y lo que sí cambiará, según Daimiel, es el tipo de supermercados a los que acudir: los cercanos a centros de negocios ya perdieron un 20% de sus ventas en 2020.
También se han salido con la suya un puñado de panaderías gourmet, que le han dado una vuelta al modelo tradicional y crecen a rebufo del cambio de hábitos. “En parte porque mucha gente que ahora está trabajando en casa baja a comprar el pan todos los días, y otros, los que no tienen tiempo para cocinar, sustituyen el menú por una coca tradicional”, argumenta Gonzalo Pertusa, del obrador Mòlt de Valencia.
Parón en los viajes de negocios
Los viajes son los mayores perdedores de la crisis, y los de trabajo no podían ser una excepción. De pronto se ha descubierto que la tecnología facilita muchos de estos encuentros y que, sobre todo, los abarata. Y eso propiciará un cambio estructural en el segmento de negocios, ferias y convenciones. McKinsey calcula que se reducirán un 20%, con las consiguientes repercusiones en aerolíneas, hoteles y ocio.
“El viaje vacacional estará de vuelta cuando pase la pandemia; el de negocios, no”, esboza Javier García, de la Asociación Ibérica de Viajes de Negocio. El desplome del sector, que en España movió 22.000 millones en 2019, seguirá por encima del 50% incluso a medio plazo, dice. “Las empresas son conscientes del ahorro que supone. Sobre todo las consultoras, para las que —tras los salarios— eran su segundo mayor coste”. Para las agencias de viajes, que han reducido su actividad al 90%, será —según Carlos Garrido, presidente de la Confederación Española de Agencias de Viajes (CEAV)— un terremoto. Les preocupa que las reuniones virtuales se impongan también para los viajes de trabajo, que representaban la mitad de su facturación: 12.500 millones. Muchos hoteles de ciudad viven en gran parte de los viajes de negocios y también están contra las cuerdas. “Sufrirá el segmento urbano”, sostiene José Luis Zoreda, vicepresidente de Exceltur.
Por ahora muchos hoteleros intentan adaptar plantas al coworking y al workation. Algo que ya ha hecho Meliá en Cuba y Orlando, aunque con impacto limitado, según su director de operaciones, André Gerondeau. “El teletrabajo evitará parte de los viajes de negocios, pero otra gran parte seguirá siendo necesaria”. El ejecutivo espera su recuperación y, de hecho, dice que ya están percibiendo “una reactivación significativa de la demanda en congresos, reuniones, eventos y, sobre todo, en los viajes de incentivos en grupos reducidos”. Pese a ello admite que los cambios en los viajes de empresa, que generan más del 20% de sus ventas, serán estructurales.
Apogeo tecnológico sin fin
Zoom, Teams, Meet o Webex, nombres que el común de los europeos apenas había escuchado antes del virus, se han convertido un año después en moneda de cambio. Su uso se ha disparado en un tiempo en el que muchos jefes y empleados apenas se han podido ver las caras sin una pantalla y una conexión a internet de por medio. Y se ha dejado sentir, y de qué manera, en la cotización de sus impulsores (la propia Zoom, Microsoft, Google, Cisco).
Pero el software no es ni mucho menos el único ganador: las ventas de hardware, con los portátiles al frente, se han disparado hasta niveles sin precedentes. Según la aplicación financiera Fintonic, el gasto en tecnología de los hogares ha aumentado un 80% en el último año, en parte como solución de urgencia al ocio durante los confinamientos y también para poder desempeñarse desde casa. El Corte Inglés ha elevado un 33% sus ventas en este capítulo, con los periféricos en cabeza: webcams, teclados, monitores, ratones… Carrefour también ha detectado un alza sustancial.
La traslación bursátil de este súbito aumento de la demanda es patente. Aunque algunos analistas advierten de una cierta saturación del mercado, los fabricantes de PC, chips y componentes (Intel, Dell, Apple, por citar tres) vuelan alto en el parqué, cerca de máximos históricos. Los inversores también descuentan que el teletrabajo ha llegado para quedarse.
Menos transportes
El consumo de combustible en grandes ciudades discurre por un carril paralelo. “El descenso medio en el primer trimestre es de entre el 30% y el 40%, pero en las zonas de oficinas es mucho mayor”, explica Ignacio Rabadán, director general de la Confederación de Empresarios de Estaciones de Servicio. Parte tiene que ver con las restricciones a la movilidad. Pero, sobre todo, con el teletrabajo, que define como “un golpeteo constante” y la fracción “que va a ser la más difícil de recuperar”. “Una parte significativa de la caída tiene que ver con el empleo en remoto”, refrenda el secretario general de la patronal Aevecar, Víctor García, porque “el cliente que más consumía era el que movía el coche a diario para ir a la oficina”. Según Fintonic, el presupuesto destinado a transporte —colectivo e individual — ha bajado un 60% en un año.
Las visitas al taller siguen la misma tónica. Con datos de la firma Solera, las reparaciones han bajado un 22%: los desplazamientos por ciudad, que ocupan (ocupaban) gran parte de las idas y venidas a la oficina, son también los que más desgastan el coche, apoya Jesús Carbajo, mecánico que nunca había visto su taller de Madrid —abierto en 1985— tan vacío. La mitad de la caída de su facturación la vincula directamente al teletrabajo. Según Deloitte, uno de cada cinco consumidores está retrasando el mantenimiento de su coche y seis de cada diez la compra de uno nuevo.
El transporte público en las grandes urbes también está pasando las de Caín. Mientras que el tráfico rodado cayó entre un 15% y un 20% en 2020, el transporte colectivo lo hizo en un 50%.
La formación y el ocio, en streaming
Menos tiempo de desplazamiento, más tiempo en el hogar y gastos reducidos por las menores salidas han hecho que muchos se hayan echado en brazos de la tecnología para su aprendizaje y su ocio. “El streaming es el niño bonito de la covid: en España se ha pasado de una media de poco más de una plataforma de televisión por hogar a 2,8. Un salto que ha llevado a Disney+ a estar presente en 120 millones de hogares en el mundo desde su estreno, en noviembre de 2019, o a Netflix a superar los 200 millones”, analiza José Luis Nueno, profesor de la escuela de negocios IESE. Y también a pegar un gran pelotazo en Bolsa, donde sus acciones no han dejado de subir. Tras Navidad, según Deloitte, las televisiones de pago son las únicas categorías de gasto discrecional que se mantienen al alza en las previsiones de compra del ciudadano a corto plazo junto con los viajes. Aunque Nueno cree que, cuando la gente vuelva a hacer vida normal, tenderá a recortar el número de plataformas o a saltar de una a otra según los estrenos y promociones.
No ocurrirá lo mismo con la formación en línea, que registró un incremento de las inscripciones del 280% a raíz de la covid, según un estudio de Udemy de 2020, cuando las consultas por internet relacionadas con este tipo de educación crecieron más de un 500%, con datos de Semrush. Todo un bombazo que en 2021 atestigua Ángel París, director del Máster de Gestión de Sistemas Aeronáuticos de la UPM: “Este año hemos tenido alumnos en provincias como Ciudad Real o en países como Colombia que no habrían podido asistir en un año normal. El volumen de alumnos ha crecido un 50% con el formato online”, esboza. Como en tantos y tantos otros sectores, él se está “replanteando” los formatos presenciales. La virtualidad y el trabajo en remoto son mucho más que una moda pasajera.
De mimarse uno a mimar a las mascotas y la casa
Sí, entre los nuevos hábitos surgidos de los confinamientos y la extensión del teletrabajo se puede extraer que el cuidado personal ha pasado a segundo plano. Nos lavamos el pelo y perfumamos menos. Las mujeres apenas se maquillan y los hombres han dejado de recortar sus barbas. Muchas españolas han cambiado la peluquería por el tinte casero. La falta de socialización ha hecho mella en el negocio de la belleza. Según la asociación del sector, Stanpa, la facturación cedió un 10% el año pasado, quedándose en 7.761 millones de euros y rompiendo con el último lustro de crecimiento continuado.
Peluquerías y centros de estética son los que más han sufrido, con desplomes del 17% y el 19,5%, respectivamente. Y, aunque desde este mes la belleza empieza a notar un cambio de tendencia del consumo, en palabras de Estefanía Yagüez, directora de Inteligencia de Mercado de L’Oréal, en las peluquerías el teletrabajo sigue lastrando y el 5% ha cerrado. Carlos Castellano, que regenta un salón en Madrid y achaca cerca del 30% de la caída de sus ventas al trabajo remoto, opina que “hay un antes y un después de todo esto. Los que iban a la oficina y se arreglaban todos los días, ahora están en casa de cualquier manera”.
Yagüez espera crecimiento este año porque la gente vuelve a maquillarse y perfumarse para las videoconferencias, ya sale más y existe un público joven que usa la belleza como modo de expresión, pero el volumen total perdido tardará más en recuperarse. Aunque lo logrará, en opinión de José Luis Nueno, titular de la cátedra Intent HQ sobre cambios en el comportamiento del consumidor de IESE, mientras que la moda, no. Tras años de declive y un histórico descenso del 40% como el actual, los cambios en este sector también son patentes: la ropa formal ha pasado a mejor vida y ha irrumpido con fuerza la moda cómoda, de deporte o de estar por casa, duplicando sus ventas y adaptando marcas como Oysho o reforzando a otras como Decathlon, explica Nueno. Y el zapato de tacón ha sido sustituido por la deportiva. Unas tendencias que permanecerán en el tiempo: “Vamos a seguir comprando menos ropa, aunque habrá un subidón a partir de ahora hasta el otoño para reponer lo usado”, continúa.
También esperan un repunte los gimnasios, al menos los que sobrevivan a esta crisis que les está pasando una factura del 50% de sus ingresos. La gente tiene ganas y, además, es una cuestión de salud, aprecia Alberto García Chápuli, gerente de la asociación FNEID. Con la extensión del teletrabajo cree que el ejercicio se instalará otra vez en la vida normal y solo los gimnasios de las zonas de negocios y los polígonos estarán entre ese 20% de centros que prevé que cerrarán con la actual crisis. Los de Metropolitan están manteniéndose mejor que la media porque ofrecen a sus clientes áreas de cotrabajo y socialización, según su director general, Sergio Pellón. Pero los grandes ganadores en el ámbito deportivo son los campos de golf, que han aprovechado la mayor flexibilidad de ejecutivos y empleados rasos para ir a jugar entre semana. Enrique Gil, gerente de La Herrería, en San Lorenzo de El Escorial (a 60 kilómetros de Madrid), confirma el notable aumento en el número de usuarios, que cifra en cerca de un 70% en los días entre semana. “Si antes venían 120 personas, ahora son 200”, explica por teléfono. “La hora valle, de 12 a tres de la tarde, se está llenando de personas que pueden teletrabajar y que aprovechan la hora de la comida para tirar unas bolas o para echar un partido de pádel”. Una imagen similar dibuja Óscar Maqueda, de la Federación de Golf de Madrid, que cifra en 4.200 el número de nuevos federados en el primer trimestre de 2021, cinco veces más que un año antes. “Entre semana hay cola para dar bolas, y eso antes no era así”, remarca.
Todo el gasto ahorrado en el cuidado personal ha ido a parar a la compra de mascotas y a equipar el hogar, dos hábitos nuevos del consumidor que Nueno cree que han llegado para quedarse. La adquisición de perros y gatos ha crecido durante la pandemia como antídoto contra la soledad; también el importe destinado a su alimentación y medicinas. El profesor de IESE apunta al tamaño que están adquiriendo empresas como Zooplus o el área de alimentación animal de Nestlé para demostrarlo. La tendencia seguirá, igual que la de cuidar la casa. “Estando en el hogar, hemos hecho un uso extensivo del equipamiento y ahora va a haber un bum de reposición de muebles y electrodomésticos. Pero también a medida que se extienda el teletrabajo y la gente se mude a ciudades pequeñas y compre más viviendas”, añade. Tirón que aprovechará Leroy Merlin, como ya hace hoy: sus ventas suben un 24% entre enero y marzo gracias a jardines, iluminación y pinturas, según su director financiero, Íñigo Pérez. De hecho, este año contratará a 5.000 personas.
También los servicios de fisioterapia viven días de vino y rosas. José Casaña, decano del Colegio de Fisioterapeutas de la Comunidad Valenciana, que cifra entre un 15% y un 25% el número de nuevos pacientes desde finales del año pasado, achaca a las nuevas realidades laborales como responsables del incremento en las consultas. “Estamos viendo un aumento enorme de las lesiones asociadas a mantener una misma postura durante un periodo prolongado mientras se teletrabaja”, admite. “Tenemos más faena que nunca, y muchas clínicas están contratando más y más fisios para cubrir la demanda”.
La luz, el agua y el teléfono como termómetros
La tendencia a trabajar desde casa se ha dejado sentir en la electricidad, provocando un achatamiento de la curva de demanda de la tarde, según explica una portavoz de Red Eléctrica de España (REE). Un patrón achacable, quizá, al hecho de que al estar en casa las tareas de última hora del día se adelantan un rato. Aún más se nota el cambio de hábitos en el agua, el otro gran termómetro del día a día en las ciudades. En Barcelona, por ejemplo, en el primer trimestre de 2021, la suministradora Agbar percibe una tendencia levemente al alza en la demanda de los hogares (algo más de un 2%) que se ve más que compensada por una caída sustancial (28%) en el de las oficinas y otros centros de trabajo.
En la telefonía, el impacto también ha sido notable, dando lugar a una nueva distribución geográfica del consumo. El desplazamiento permanente de personas a poblaciones de menor tamaño, una puerta que ha abierto el empleo en remoto, ha provocado un incremento mucho mayor en el tráfico de voz y —sobre todo— de datos en los municipios de menos de 10.000 habitantes que en aquellos de más de 70.000. “Lo vimos de manera patente con el confinamiento en los meses de marzo a mayo de 2020, y el cambio se ha consolidado”, explican desde el departamento de Comunicación de Telefónica. Ese aumento, sin embargo, no se ha visto acompañado por una mejora en el rendimiento financiero de las empresas de telecomunicaciones.