Tal vez no sea el primer recurso que la mayoría utilizaría para no pasar frío en casa, pero la imagen llama la atención: calentar una casa eficiente desde el punto de vista energético no debería requerir más calor que el generado por un secador de pelo. Así lo asegura Albert Grau, gerente de la Fundación La Casa que Ahorra, una alianza entre empresas del sector de la construcción. Eficiencia energética no es solo sinónimo de reducción de la huella de carbono en el medioambiente, sino también de ahorro. En este sentido, “una vivienda eficiente demanda entre un 70% y un 90% menos de energía con respecto a una que no lo es”, afirma Grau, aunque advierte también que para lograr este objetivo el aislamiento tiene que pasar de los 8,5 centímetros de media en las viviendas convencionales a los 17,5 centímetros de una eficiente. Según los expertos, la inversión en esta como en otras reformas, se amortiza y es rentable en muy pocos años.
Un aislamiento óptimo es la condición que Grau pone en primer lugar para evitar el derroche de energía. Este puede ocurrir a través de las pérdidas o las entradas indeseadas de calor, por lo que es fundamental aislar adecuadamente la envolvente, las partes ciegas y las carpinterías.
Sebastián Molinero, secretario general de la Asociación nacional de distribuidores de cerámica y materiales de construcción (Andimac), saca la calculadora. “Gracias al aislamiento térmico por el exterior se pueden lograr ahorros de entre el 24% y el 46%”, subraya. Una proporción que Carlos Castro, coordinador de certificación del fabricante de aislamiento Danosa, eleva a hasta el 60%. “Este porcentaje puede incrementarse hasta el 75% si se utiliza una especie de abrigo para el edificio que garantiza un aislamiento integral para fachadas, cubiertas, suelos y hasta estructuras encerradas”, añade Castro. Con él, se eliminan también los puentes térmicos (zonas en las que hay transmisión de frío o calor en los dos sentidos) y los riesgos de condensaciones en la fachada.
Asimismo, “el aislamiento por el interior acarrea un ahorro de entre el 16% y el 42%, y, por el interior de la cámara, de entre el 4% y el 55%”, agrega Molinero. Y, si se sufren pérdidas energéticas por culpa de la mala calidad de las ventanas, el consumo por calefacción o refrigeración puede disminuir entre el 2% y el 13% gracias a la instalación de cristales dobles.
Ventilación y diseño
La ventilación controlada es otro de los pilares que, en opinión de Grau, deben caracterizar una casa en la que la envolvente estanca continua protege de corrientes y humedades, entre otros elementos. “Una casa que ahorra disfruta de la máxima calidad del aire interior al contar con sistemas adecuados de ventilación y renovación del mismo”, destaca.
Pero es cierto también que, “cuanto menor sea la superficie de la envolvente en relación con el espacio interior de la vivienda, menores serán las pérdidas energéticas, aunque habrá que tener en cuenta la zona climática en la que se ubica el edificio y su orientación, que, en algunos casos, son insalvables”, explica Grau. Por ello, un diseño eficiente es fundamental, en su opinión.
De esta forma, para proporcionar un nivel de confort adecuado, Grau calcula que no serían necesarios más de 15 kWh al metro cuadrado, lo que equivale a 240 euros al año. La inversión en estos pilares, acometida en una casa nueva o en una de segunda mano, se puede amortizar en 3 y 5 años, respectivamente. Según Castro, quien cita datos de la Agencia para la Rehabilitación de Edificios (Rehare), la factura energética se podría abaratar en hasta 125 euros al mes o, lo que es lo mismo, 1.500 euros al año, mientras que Molinero habla de 750 euros al año.
Instalaciones térmicas
Más allá de estos elementos, Diego Lasaosa, director general de la empresa de certificación energética Certicalia, hace hincapié en la necesidad de dotar la vivienda de unas instalaciones térmicas –es decir, aquellas que se destinan a la producción de agua caliente sanitaria, calefacción y aire acondicionado– “que siempre estén a punto y tengan un rendimiento adecuado”. Sin descuidar la sustitución de luminarias por luces LED, “ya que consumen menos que las incandescentes, halógenas y fluorescentes”.
Una opción para medir el ahorro, según Lasaosa, es hacerlo observando su calificación energética. Al tomar como referencia un piso de 100 metros cuadrados, los precios actuales de la energía y los datos recogidos por Certicalia, entre una vivienda poco eficiente, con una calificación energética G, y otra vivienda eficiente, calificada con la letra C, hay una diferencia de 1.175 euros al año en gastos de calefacción, refrigeración y agua caliente.
Una nueva normativa para la obra nueva
El pasado 27 de diciembre se publicó en el BOE el Real decreto por el que se modifica el Código técnico de la edificación, al mejorar la calidad de las envolventes térmicas de los edificios y al fomentar el uso de tecnologías más eficientes y sostenibles para su acondicionamiento. “Los edificios nuevos tendrán una alta eficiencia energética”, explica el director general de Certicalia, Diego Lasaosa, “lo que, sumado a la mayor contribución de energía procedente de fuentes renovables, supondrá una reducción del consumo de energía, respecto a los actuales, de un 40% aproximadamente”.
Para insistir en la importancia de “construir bien las viviendas con el objetivo de vivir bien en ellas”, el coordinador de certificación de Danosa, Carlos Castro, señala que ahorrar energía contribuye a la descarbonización de la economía, pero, si se hace utilizando calderas de biomasa o fuentes renovables sin atender a la calidad de la construcción, “seguiríamos derrochándola”.
La norma, sin embargo, “carece de ambición”, según el gerente de la Fundación La Casa que Ahorra, Albert Grau. “Ello condiciona la futura regulación de los llamados edificios de energía casi nula, y por tanto la mejora del deficiente parque inmobiliario, pues es ambigua y poco concreta, y no ayuda a desarrollar políticas de acompañamiento”, critica Grau.
Y el coordinador de certificación de Danosa, Carlos Castro, advierte: “Hay que tener en cuenta también que una cosa es el comportamiento previsto en el proyecto, y otra es el desempeño del edificio realmente construido, pero otra tercera cosa es el uso y mantenimiento correctos, que permiten, año tras año, mantener la eficiencia del mismo”.