El ingreso mínimo tiene nombre femenino
El 16% de los potenciales beneficiarios de la ayuda son hogares monoparentales, casi todos encabezados por mujeres
Patricia Aguilar consiguió el teléfono del alcalde de Jaén para pedirle ayuda desesperada a través de mensajes de texto y notas de voz. Desde febrero, en la casa de esta mujer de 27 años no entra ningún ingreso. Hace cinco meses que no paga el alquiler del piso donde vive con su hija de cuatro años. Patri, como le llaman sus amigos, dejó de cobrar el paro un mes antes de la declaración del estado de alarma y, unos meses después, su casero le cortó el agua para presionarla a que abandonara el piso. “Me llegó una carta que me avisaba del desahucio, pero con la pandemia no lo pueden hacer....
Patricia Aguilar consiguió el teléfono del alcalde de Jaén para pedirle ayuda desesperada a través de mensajes de texto y notas de voz. Desde febrero, en la casa de esta mujer de 27 años no entra ningún ingreso. Hace cinco meses que no paga el alquiler del piso donde vive con su hija de cuatro años. Patri, como le llaman sus amigos, dejó de cobrar el paro un mes antes de la declaración del estado de alarma y, unos meses después, su casero le cortó el agua para presionarla a que abandonara el piso. “Me llegó una carta que me avisaba del desahucio, pero con la pandemia no lo pueden hacer. Si no tengo ningún ingreso ¿cómo pago? ¿Cómo hago frente a mis gastos?”, se pregunta.
Aguilar es un número en un mar de estadísticas. Las que muestran que, aunque la mortalidad por la covid-19 sea más alta entre los hombres, es entre las mujeres donde está causando mayores estragos sociales. En un informe de abril, la ONU alertaba de las “devastadoras” consecuencias sociales y económicas que la pandemia está causando en ellas. El ingreso mínimo vital, aprobado la semana pasada por el Gobierno, será el último asidero para muchas, que ya eran vulnerables antes de la crisis sanitaria.
El Ejecutivo calcula que de las 850.000 familias que se beneficiarán de esta ayuda, el 16% son hogares monoparentales. De ellos, casi el 90% están encabezados por una mujer. Al ingreso mínimo podrán optar el 27% de mujeres que, según la estadística del INE, estaban en 2018 en riesgo de pobreza. Entre los hombres, el porcentaje era del 25%. Entidades sociales como Cruz Roja y Caritas indican que el nivel de vulnerabilidad de las mujeres que atienden es más alto que el de los hombres, ya que ellas tienen mayores responsabilidades familiares que asumen de forma casi exclusiva y con otras problemáticas, como desempleo, contratos precarios y temporales, e incluso la dependencia económica o la violencia de género.
Un análisis publicado este martes en el Observatorio Social de la Caixa apunta a los hogares monoparentales como los que mayores carencias y desventajas acumulan. Y cuando están encabezados por mujeres la situación “se agrava severamente”. Una de las autoras de este trabajo, Olga Cantó Sánchez, profesora en el Departamento de Economía de la Universidad de Alcalá, explica que la monoparentalidad es una de las características que aumentan más el riesgo de pobreza. “La mitad de los hogares monoparentales encabezados por mujeres estarían por debajo del umbral de pobreza”, asegura.
Aguilar, que se separó hace dos años tras sufrir malos tratos, preferiría trabajar, pero reconoce que es difícil hacerlo con una niña que requiere de cuidados mientras ella no está. “He echado hasta 12 horas en un bar cobrando 700 u 800 euros y he tenido que pagar 400 a una persona que cuide a mi hija”, protesta. A su condición de mujer se une su juventud. Otro factor que acrecienta el riesgo de ser pobre. Según cifras de Oxfam de 2018, las mujeres trabajadoras, las migrantes y las que tienen entre 15 y 24 años afrontan la tasa más alta de riesgo de pobreza laboral. “Las mujeres están muy segregadas en puestos que están peor remunerados, no por su voluntad sino porque en gran medida, aquellas profesiones más feminizadas suelen estar muy mal pagadas”, dice Cantó.
Cantó observa que el diseño del ingreso mínimo vital, que tiene en cuenta a los hijos dependientes o la monoparentalidad, puede contribuir a cubrir la brecha de pobreza entre hombres y mujeres: “Si las mujeres reciben un salario inferior, el ingreso mínimo complementará la renta. Por lo tanto, dado que tienen niveles más bajos de recursos, el complemento será mayor para ellas”.
El ministro responsable del diseño de la ayuda, José Luis Escrivá, dijo este miércoles que espera que más de 200.000 personas puedan cobrar ya en junio el ingreso mínimo. Con el estallido de la pandemia se han hecho aún más necesarias. La prestación se podrá solicitar a partir del 15 de junio, pero el Gobierno reconocerá la ayuda a las familias que ya tenga detectadas como beneficiarias de otras prestaciones, unos 100.000 hogares. Y los que presenten su demanda durante los primeros tres meses se le reconocerá con carácter retroactivo a partir del 1 de junio.
La ONU teme que la recesión global generada por la covid-19 resulte “en una caída prolongada en los ingresos y en la participación laboral de las mujeres”, y señala que es probable que aquellas que lograron escapar de la pobreza extrema con el reciente crecimiento económico “vuelvan a retroceder a esta situación de vulnerabilidad una vez más”.
La presidenta de la Asociación Andaluza de Barrios Ignorados, Lola Contreras, dice que el ingreso mínimo ha llegado “como agua de mayo”, en una de las comunidades más golpeadas por la pobreza. Jeni Riofrío, de 40 años, cuenta los días que faltan para el 7 de junio, cuando se le termine el alquiler de su piso en el centro de Madrid. Allí vive con su hija Carla, de 16 años, al que hace un año le diagnosticaron un cáncer. De origen ecuatoriano, Riofrío vivió una década en España, hasta 2010, cuando volvió a su país. Pero con la enfermedad de su hija, decidió regresar para que recibiera el tratamiento que necesitaba. “No tenemos muchas posibilidades en Ecuador, nos tocó venir sin nada, sin maletas, de un momento a otro, para que pudiera ser atendida”, cuenta. No puede trabajar debido a los cuidados y el tiempo que dedica a su hija. Ella es una de las mujeres que confía en la llegada del ingreso mínimo para comenzar a remontar el vuelo.
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