Nueva York recupera el cine español 'de guerrilla'

Hubo un tiempo en España en que no todo el cine era apto para mostrarse en las salas. Y mucho menos para pasar la censura franquista. Era un cine de tipo documental, bastante experimental, subversivo, hecho de forma underground, sin apenas presupuesto, y obviamente sin cartón (la imprescindible aprobación que el gobierno debía darle a toda película antes de ser filmada ). Eran cintas que aspiraban a mostrarle a un público dispuesto a mirar las realidades sociales y políticas de esa España que el franquismo negaba y de las que estos cineastas inquietos quisieron dejar constancia s...

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Hubo un tiempo en España en que no todo el cine era apto para mostrarse en las salas. Y mucho menos para pasar la censura franquista. Era un cine de tipo documental, bastante experimental, subversivo, hecho de forma underground, sin apenas presupuesto, y obviamente sin cartón (la imprescindible aprobación que el gobierno debía darle a toda película antes de ser filmada ). Eran cintas que aspiraban a mostrarle a un público dispuesto a mirar las realidades sociales y políticas de esa España que el franquismo negaba y de las que estos cineastas inquietos quisieron dejar constancia sin pedirle permiso a nadie. Era, en definitiva, cine clandestino y sus autores eran catalanes.

El pasado fin de semana y enmarcado en el festival Catalan Days, se inauguró en el Lincoln Center de Nueva York un ciclo titulado Clandestí: cine catalán prohibido por Franco, que recorre a través de once cintas la producción ilegal de cineastas como Pere Portabella, Antoni Padrós, Llorenç Soler, Enric Ripoll i Freixes, Josep Maria Ramon, Jacinto Esteva-Grew y otros anónimos. "No se trata de una generación, pero sí de un grupo de cineastas que hacían un cine de guerrilla que después se mostraba a través de videoclubs o en proyecciones ilegales que se organizaban por toda España", explica Marta Sánchez, comisaria junto a Manuel Barrios del ciclo.

Locuras estéticas

Ambos reconocen que "no es fácil de ver", pero subrayan su valor como documento histórico y, en algunos casos, también cinematográfico: "Las de los años cincuenta y sesenta se centran más en la denuncia social, mientras que a partir de los setenta se intensifica la denuncia y la discusión política. Después llegan películas como Lock out, de Padrós, que son absolutas locuras estéticas y que están a la misma altura del cine experimental de realizadores tan prestigiosos como Jonas Mekas. Pero sin duda no son filmes sencillos para el espectador", asegura Sánchez, fundadora de Pragda, una empresa de promoción cultural desde la que se propone dar a conocer en Estados Unidos el cine español.

"Padrós tuvo la mala suerte de nacer en Terrassa. Si lo hubiera hecho en Nueva York o en Londres su cine hoy sería conocido internacionalmente", comentó durante la presentación del ciclo Martí Rom, uno de los fundadores de la mítica Central del Corto, hombre clave en la creación de una red de proyecciones ilegales que permitieron que este cine, o filmes como Viridiana, de Luis Buñuel, se vieran en España durante la dictadura y la primera transición.

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