Tribuna:Muere la conciencia del teatro británico

Mutis por el fondo izquierda

Posiblemente con Harold Pinter, desaparece uno de los más grandes dramaturgos de todos los tiempos y el más grande entre los autores vivos. No por esperado ha dejado de impactarnos contundentemente su mutis por el fondo izquierda del escenario de la vida. La ausencia de noticias sobre su estado de salud hacía abrigar esperanzas... Tal vez había conjurado el peligro. Pero estos días navideños de fraternidad, a veces real y emotiva y a veces a plazo y sonrisa fija, se lo han llevado a otros ámbitos, donde tal vez se encuentre con otros llevados que nos han sumido en la tristeza -un recuerdo a Ro...

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Posiblemente con Harold Pinter, desaparece uno de los más grandes dramaturgos de todos los tiempos y el más grande entre los autores vivos. No por esperado ha dejado de impactarnos contundentemente su mutis por el fondo izquierda del escenario de la vida. La ausencia de noticias sobre su estado de salud hacía abrigar esperanzas... Tal vez había conjurado el peligro. Pero estos días navideños de fraternidad, a veces real y emotiva y a veces a plazo y sonrisa fija, se lo han llevado a otros ámbitos, donde tal vez se encuentre con otros llevados que nos han sumido en la tristeza -un recuerdo a Robert Mulligan, José Luis Jiménez-Frontín, Elsa Fábregas, y la madre de mi amigo Carlos Canut-.

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Pinter nos deja un legado literario-teatral de calidades descomunales, inapelables. Perteneciente a la generación de los jóvenes airados, que se propuso renovar la escena británica de mitad de los cincuenta del pasado siglo -qué raro se me hace lo de pasado siglo- sacando los conflictos de los salones a la calle y poblando los escenarios de outsiders, desclasados, obreros y luchas de clase. Pinter destacó enseguida como uno de los más personales y potentes creadores. Era como si Beckett descendiera a lo cotidiano.

El realismo minimalista y serial de sus diálogos reducidos a un non sense significante, despojados de trascendencia, se convertían en trallazos de incomunicación, soledad, miedo, alienación del llamado mundo normal. Así Pinter se convirtió en un diseccionador del hundimiento del hombre contemporáneo, apresado por un bombardeo de estímulos destructivos inducidos por el poder aniquilador de nuestra sociedad.

Actor, director, novelista, potentísimo guionista cinematográfico, extraordinario autor y hombre total de teatro, comprometido con su oficio y con la época que le tocó vivir, Pinter fue, además un ciudadano de izquierdas, comprometido contra todo poder estafador. Baste recordar sus textos con motivo del premio Nobel. Una cumbre que sigue siendo incómoda pues su teatro aún es de difícil digestión para plateas conservadoras, pese a haber sido inspirador de innumerables dramaturgos y de gozar de un prestigio sin límites. A finales de enero podrá verse en el Teatro Español de Madrid, un extraordinario texto suyo, Homecoming (Regreso a casa). Un texto abrasivo y demoledor. ¡¡¡Pinter ha muerto. Viva Pinter!!!

Mario Gas, director de escena y actor, es responsable del Teatro Español.

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