Reportaje:La situación del sector pesquero

Los 'arrantzales' ven crecer los agujeros en sus redes

Los expertos coinciden en que el sector camina hacia el colapso, salvo si el consumidor paga más - La congelación de precios y las importaciones han lastrado su desarrollo

La pesca se desmorona. El diagnóstico es compartido por los expertos y los arrantzales, que no ven remedio posible al constante descenso de barcos y pescadores censados en Euskadi: de los 584 buques que existían en 1992 se ha bajado hasta los 300 que el Eustat contabilizaba en su última estadística, correspondiente a 2006. La cifra incluye a pequeñas embarcaciones con un solo tripulante. Al empleo en la mar le ha ido aún peor: los 6.546 puestos de hace 16 años se quedaban en 2006 en 2.902, un 55,7% menos.

Los problemas de seguridad que está viviendo actualmente en el Índico la fl...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La pesca se desmorona. El diagnóstico es compartido por los expertos y los arrantzales, que no ven remedio posible al constante descenso de barcos y pescadores censados en Euskadi: de los 584 buques que existían en 1992 se ha bajado hasta los 300 que el Eustat contabilizaba en su última estadística, correspondiente a 2006. La cifra incluye a pequeñas embarcaciones con un solo tripulante. Al empleo en la mar le ha ido aún peor: los 6.546 puestos de hace 16 años se quedaban en 2006 en 2.902, un 55,7% menos.

Los problemas de seguridad que está viviendo actualmente en el Índico la flota de altura o la polémica por las restricciones impuestas por el Gobierno vasco para el acceso a la pesca en sus aguas interiores a barcos de bajura de otras comunidades del Cantábrico no suponen más que la última consecuencia visible de un problema de fondo. ¿Qué ha pasado en el sector, que supone el 1% del PIB vasco, cuando hace sólo dos décadas los arrantzales, pese a la dureza de su trabajo, se jactaban de cobrar salarios dos o tres veces superiores a los empleos en tierra? Fundamentalmente, según reconocen todas las partes consultadas, que el precio del pescado en lonja se mantiene casi igual que hace 20 años, mientras que los costes para el armador se han multiplicado, especialmente por la subida del gasóleo. "Esto ha supuesto que se va a pescar cantidad. La esquilmación del mar no se produce porque quieran los marineros. Les obliga el mercado para poder hacer frente a los costes y tener algo de rentabilidad", afirman expertos que trabajan con el sector vasco.

El empleo en el sector ha caído casi un 56% en los últimos tres lustros

Los problemas nunca vienen solos y las técnicas de arrastre y la entrada en el mercado de los países emergentes está acabando con los caladeros. La captura de la anchoa, principal sustento de los barcos de bajura del Cantábrico, se encuentra paralizada por Bruselas desde hace tres años para que la especie se vaya recuperando. La Unión Europea decidió en junio pasado ampliar las restricciones hasta finales de año, cuando analizará las perspectivas para 2009.

La importación de pescado de otros países ha terminado por dar la puntilla a un sector que en los setenta se vanagloriaba de que el mercado era suyo. Ahora, una frase se repite continuamente: el mayor puerto de Euskadi está en el aeropuerto de Foronda, donde llegan las capturas de lejanos caladeros.

Las grandes empresas de distribución, con una importante oferta de pescado de países emergentes, han dejado congelado el precio para el arrantzale, quien ve indignado cómo los tres euros que le pagan por el kilo de merluza en la lonja se disparan hasta los 12 que abona el consumidor en la pescadería. "La solución a los precios es muy complicada, porque manda el mercado y los arrantzales no han sabido buscar la comercialización", señalan expertos del sector.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Los marineros ven muy complicado contar con su propia red comercializadora. "Lo tienes que hacer en tierra y contratar a gente. Y nuestra pesquería es de campaña. ¿Qué haces con todos esos empleados cuando no se pesca?", se pregunta Jaime Tejedor, anterior presidente de las cofradías de Guipúzcoa. Él lo tiene claro: se deben frenar las importaciones y diferenciar con etiquetas el pescado del Cantábrico del que procede de otros lugares, como se hace con otros productos alimentarios, con la lógica diferencia de precios entre unos y otros. "Sin embargo, la Administración mira a otro lado", se lamenta.

El Departamento de Agricultura y Pesca se remite al plan estratégico elaborado para revitalizar el sector, con vigencia hasta 2013 y que incluye más de 170 medidas. Resulta significativo que sólo una veintena se dirijan a la actividad extractiva y, entre ellas, casi todas inciden en mejorar la imagen del sector, la formación de los trabajadores y prevenir los riesgos laborales. "No tiene ni pies ni cabeza", deplora Tejedor. "No tiene ningún sentido. Es un plan que se puede hacer cuando las cosas van bien y no ahora".

Como ha ocurrido siempre con el resto del sector primario, la intervención de los gobiernos queda patente, hasta el punto de que algunos de los consultados consideran que el sector pesquero no viviría sin las ayudas, que llegan a cifrar hasta el 40% para el gasóleo o el 30% en la renovación de las flotas. Los arrantzales niegan la mayor. "Lo que nos dan en ayudas es irrisorio", sostiene Tejedor.

En todo este agujero, aparece algún rayo de luz. El Golfo de Vizcaya guarda los últimos bancos del mundo de uno de los pescados más apreciados: el atún rojo. En el Cantábrico se pescan de uno en uno y con caña, pero el precio es el mismo que el que captura en sus redes un arrastrero en cualquier mar del planeta. "No se consigue hacer ver al mercado que está pescado aquí por los mejores marinos del mundo y con la mejor técnica", coinciden varios especialistas.

La flota vasca se halla además en las mejores condiciones de su historia, tras la profunda modernización en los barcos vivida a principios de esta década -la edad media se queda ahora en 13 años-, lo que, unido a la gran profesionalidad de los arrantzales, supondría una garantía de éxito en cualquier actividad económica. "Si hubiéramos sabido que se iba a cerrar la pesquería de la anchoa, la exagerada subida del precio del combustible y lo de la importación masiva de túnidos, tendríamos la décima parte de la flota actual. Ahora nadie se pone a fletar un barco, incluso si te aseguran que te pagan el 70%", sostiene el ex presidente de las cofradías de Guipúzcoa.

Los datos son tozudos: hace diez años, la flota española sumaba 16.000 barcos, la segunda del mundo tras la japonesa; hoy se quedan en 6.000. Cuando España ingresó en 1986 en la entonces Comunidad Europea, el Cantábrico contaba con 420 arrastreros con una tripulación superior a las 12 personas; ahora sobreviven 165. La flota de bajura totalizaba 520 pesqueros y en la actualidad ronda los 200. Ondarroa, que llegó a ser el principal puerto del Cantábrico, lucía orgullosa sus 120 barcos hace 15 años. Hoy resiste una veintena, de los que sólo quedará la mitad en menos de una década.

La financiación de los buques complica aún más el problema. Los armadores no pueden presentar el pesquero que pretenden adquirir como garantía para el préstamo bancario, como se hace con una vivienda. Muchas veces hay que echar mano de los bienes de toda la familia para lograr un crédito.

Al sector, cuyos designios están en manos de la UE (el Gobierno vasco sólo tiene competencia sobre 400 kilómetros cuadrados de las aguas interiores), no le ayuda en absoluto la política de Bruselas, que quiere reducir al mínimo las flotas española, italiana y francesa. Que sólo estos tres países tengan intereses en la pesca en una Europa con cada vez más miembros resulta un lastre para cualquier revitalización de la actividad extractiva. "El sector va al colapso, salvo si el cliente acepta pagar más por el producto. Pero eso es muy complicado", dicen los expertos, que ven como única solución la especialización tanto en las capturas como en la industria transformadora, que sí tiene un peso importante: por cada empleo en el mar se generan 3,5 en tierra en el sector transformador. "Tenemos que ser importadores y apostar por la industria transformadora, pero de calidad, porque la cantidad ya la tienes en África", agregan.

"Esto no tiene vuelta atrás", se resigna Tejedor, quien asegura que la importación ya supone una realidad. "En España se importa más del 60% del pescado que se consume", asevera antes de resumir gráficamente la situación: "A la pesca se le están dando aspirinas cuando tiene un cáncer". Los nuevos planes de las autoridades europeas de reducir la flota no solucionan nada, afirma, "¿Para qué? Mientras no suba el precio del pescado, estamos igual. Con cada barco que quitas, viene un avión más con el pescado de fuera".

Para el ex presidente de las cofradías de Guipúzcoa, sólo existe salvación para dos flotas del sector: "La más potente que tiene diversificada su actividad y la más pequeña, que puede ofrecer el pescado del día. Tenemos que proyectar este producto recién capturado y de calidad. Es lo que nos puede quedar".

Un grupo de arrantzales descarga cajas de anchoas en la lonja del puerto guipuzcoano de Pasajes.JESÚS URIARTE

Plan para la tierra

Aunque no lo dice, la lectura del plan del Gobierno 2008-2013 aporta una conclusión clara: el futuro del sector pesquero pasa por potenciar la actividad en tierra, fundamentalmente a través de la industria transformadora. El plan, que busca revitalizar el sector en Euskadi, cita muy genéricamente las medidas que se deberían poner en marcha para la actividad extractiva. Además de la formación y la mejora de la imagen, que poco tienen que ver con toda la problemática del bajo precio y la importación masiva, insta a desarrollar instrumentos financieros que reduzcan el riesgo.

Un ejemplo de la escasa esperanza en el futuro de las capturas queda reflejado en que uno de los objetivos estratégicos pasa por conseguir la "reducción de la dependencia que las zonas costeras tienen del sector extractivo pesquero mediante la diversificación de su tejido socioeconómico". Otra medida es la "paralización definitiva" de barcos para ajustarse a las reservas de caladeros.

El Departamento de Pesca incide en desarrollar y adaptar la industria transformadora -básicamente conservera- con una "adecuada gestión empresarial, nuevos sistemas de comercialización e innovación en productos y procesos". A ello une la posibilidad de desarrollar la acuicultura, creando una incubadora de empresas y aumentando la oferta de profesionales. "Se debe ser consciente de que aún se dispone de infraestructuras necesitadas de un mayor desarrollo, de una acuicultura poca desarrollada y una dependencia alta del sector extractivo", concluye.

Los dos conflictos

- La última polémica ha sido la decisión del Gobierno vasco de reducir en un 80% la pesca en sus aguas interiores en el segundo semestre del año, lo que ha limitado las licencias de barcos de las comunidades cantábricas. La asamblea de patrones de barcos de cerco de Cantabria rechazó ayer el número de licencias concedidas y pidió a su Gobierno que negocie más.

- El otro conflicto ha sido el de la seguridad de los barcos de altura en el Índico tras el nuevo ataque de la semana pasada de piratas somalíes a un barco de Bermeo. Después del parón de la actividad en protesta, la flota ha reanudado la actividad tras decidir el Gobierno central enviar a Somalia un avión de vigilancia, que partió ayer de la base sevillana de Morón.

Archivado En