Columna

La contrarreforma

La semana pasada, el Senado aprobó la Ley de Igualdad, una norma que extiende los derechos de los ciudadanos y justifica, en buena parte, una legislatura. Cuando se publique en el Boletín Oficial del Estado se habrá dado un gran paso para que entre hombres y mujeres funcione el principio de a igual trabajo, igual salario. Todos los grupos, menos el PP, votaron a favor de la ley. ¿Se había enterado usted? Difícil, porque dentro de la estrategia de la crispación que ha puesto en circulación la derecha no cabe la discusión más que sobre los temas que se han escogido para la agenda. A saber...

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La semana pasada, el Senado aprobó la Ley de Igualdad, una norma que extiende los derechos de los ciudadanos y justifica, en buena parte, una legislatura. Cuando se publique en el Boletín Oficial del Estado se habrá dado un gran paso para que entre hombres y mujeres funcione el principio de a igual trabajo, igual salario. Todos los grupos, menos el PP, votaron a favor de la ley. ¿Se había enterado usted? Difícil, porque dentro de la estrategia de la crispación que ha puesto en circulación la derecha no cabe la discusión más que sobre los temas que se han escogido para la agenda. A saber, la política antiterrorista, tanto en lo referido al fundamentalismo islámico (11-M) como al etarra. Se cambia de uno a otro, según las circunstancias que más favorezcan en cada momento las políticas basadas en las emociones y no en la razón.

El Senado fue protagonista político no por esa votación sobre la Ley de Igualdad, sino por el comportamiento de algarada que utilizaron los representantes del PP para recibir a Zapatero, que fue a explicar su política penitenciaria dentro de la sesión de control que este presidente ha programado con habitualidad en la Cámara alta, por primera vez en la democracia. Antes no existían esas sesiones de control en el Senado. Todos los que vieron por televisión esa sesión parlamentaria observaron lo que ocurrió: gritos, insultos, un clima irrespirable. A continuación, el líder del PP, Mariano Rajoy, interpretó lo sucedido calificando, con sarcasmo, de hooligan a Zapatero. Es propio de esta estrategia de la crispación responsabilizar de la misma a quien la padece, no a quien la provoca. No es aventurado admitir que ése es uno de sus principales objetivos: generarla para, a continuación, responsabilizar de ella a los demás.

La semana pasada, el Gobierno presentó en Bruselas su Programa de Convergencia y Estabilidad 2006-2009. Este documento fue calificado de ejemplo para el resto de los países comunitarios. El comisario de Asuntos Económicos, Joaquín Almunia, afirmó que "junto con Dinamarca y Finlandia, que ya han sido examinadas, España constituye un buen ejemplo de política presupuestaria".

¿Está usted al día de esta cuestión? Bastante improbable, puesto que no se habla de ello. España goza hoy de la mejor coyuntura económica de los últimos 30 años. Contra todo pronóstico, este Gobierno, recibido por algunos representantes del PP como el "de la vuelta de la inflación, el despilfarro y la corrupción", ha batido los récords de crecimiento, creación de empleo y estabilidad presupuestaria que dejó Rodrigo Rato en 2004. Ello no significa que el círculo sea perfecto: el déficit por cuenta corriente es espectacular, la distribución de la renta se inclina cada vez más a favor del capital y los salarios pierden representación en la tarta de la Contabilidad Nacional, y la Comisión Europea denuncia los riesgos relacionados con el envejecimiento de la población en las pensiones y en la sanidad. Ni lo bueno y lo malo de esta coyuntura figuran en la agenda que ha logrado imponer la derecha.

¿Va a cambiar esta agenda, como parece creer el Gobierno, cuando escampen los efectos de las manifestaciones acerca de la política antiterrorista y a medida que se acerquen los comicios autonómicos y municipales? ¿Se va a hablar de política urbanística, de corrupción, de cómo se van a atender las demandas y las promesas electorales crecientes con una subasta de impuestos a la baja? No es probable. No son ésos los temas elegidos por la derecha. Pero ¿dónde están los políticos del PSOE que sean capaces de cambiar el terreno de juego? ¿Existe el Gobierno, más allá de la administración que cada uno de los ministros hace de su territorio? Excepto el presidente, la vicepresidenta, el secretario del PSOE y el portavoz parlamentario socialista, ¿qué opina el resto de los representantes del Gobierno de lo que está ocurriendo? El exceso de presencia pública de Zapatero ¿es lo que tapona las opiniones de todos los demás o es el silencio de los otros lo que la subraya? ¿Quién es capaz de vender a la vez la creación de empleo, la Ley de Igualdad, la de Dependencia, la salida de las tropas de Irak y la situación carcelaria de De Juana Chaos?

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