54º Festival de San Sebastián

Pasiones y desmesuras

Im Sang-soo y Martial Fougeron presentan sus películas sobre el amor

Hay momentos en los que el cronista añora el desparpajo de Guillermo Cabrera Infante, y más concretamente su álter ego G. Caín, cuando era capaz de despacharse la crítica de una película que le había parecido infame con un par de líneas. En Un oficio del siglo XX, libro recopilatorio de los comentarios que publicaba en Carteles, era muy capaz de resolver su opinión sobre, por ejemplo, Pepino y Violeta, una cándida película de los años cincuenta en la que un niño llevaba a su burra a ver al Papa para intentar curarlo de sus males. Naturalmente, Violeta se salva. G. C...

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Hay momentos en los que el cronista añora el desparpajo de Guillermo Cabrera Infante, y más concretamente su álter ego G. Caín, cuando era capaz de despacharse la crítica de una película que le había parecido infame con un par de líneas. En Un oficio del siglo XX, libro recopilatorio de los comentarios que publicaba en Carteles, era muy capaz de resolver su opinión sobre, por ejemplo, Pepino y Violeta, una cándida película de los años cincuenta en la que un niño llevaba a su burra a ver al Papa para intentar curarlo de sus males. Naturalmente, Violeta se salva. G. Caín lo resolvía, más o menos, así: "Película en la que se deduce que el Papa es el mejor veterinario del mundo".

Tras contemplar los 112 minutos de Orae doin jung won (El viejo jardín), del coreano del sur Im Sang-soo y protagonizada por Ji Jin-hee y Yeom Jeong-a, se acrecienta la añoranza de G. Caín. Afortunadamente, la propia sinopsis del filme incluida en el libro-programa del certamen donostiarra resuelve parcialmente el qué decir y cómo hacerlo. El protagonista, un joven y revolucionario estudiante de la Universidad de Seúl, pone tierra de por medio ante la represión policial y llega a una remota aldea en busca de su propia paz. Allí vivirá una apasionada relación con la maestra del lugar. Y aquí entra la citada sinopsis: "Hyun-woo siente remordimientos al pensar que él lleva una vida confortable mientras sus compañeros siguen la lucha, así que abandona temporalmente a Yoon-hee para ir a Seúl, con tal mala suerte que es detenido enseguida, sometido a un juicio farsa y condenado a cadena perpetua. Yoon-hee decide esperar a que Hyun-woo salga de la cárcel. Diecisiete años más tarde, Hyun-woo es liberado y se entera no sólo de la muerte de Yoon-hee, sino también de la existencia de una hija nacida tras ser arrestado". Cabe añadir que afortunadamente para ustedes el extracto de la sinopsis no dura 112 minutos, que el concepto de "vida confortable" que tienen en las aldeas remotas de Corea del Sur dista mucho de ser compartido desde un país comunitario, y que pocas damas serían capaces de tomar la decisión de esperar a que su amor cumpla la cadena perpetua para proseguir la relación. En todo caso, hubo bastantes espectadores que sí esperaron a que se acabara la película, lo que no es poco.

El realizador francés Martial Fougeron presentó en la sección oficial de ayer, lunes, su primer largometraje, Mon fils à moi. Por la dispar respuesta del público, hay serias dudas sobre si dicho evento ha sido afortunado o, por el contrario, debería de haber seguido bregando durante más tiempo por conseguir realizar su debú en los largometrajes. Con una más que correcta interpretación de Nathalie Baye en el papel de una madre castradora y omnipresente en la vida de su hijo adolescente. El público, mediada la película, aplaudió jocosamente en una secuencia que imaginamos era el colmo de lo dramático para los guionistas, cuando el padre no puede reprimir darle una bofetada a la histérica madre para tratar de que ésta deje de abofetear al adolescente. Película claustrofóbica, lenta, en la que la acción es apenas perceptible arrollada por los matices psicológicos que Fougeron muestra una y otra vez para que el espectador no olvide en ningún momento que no hay nada peor para la correcta educación de un hijo que una madre desmesurada.

Im Sang-Soo , realizador de Orae doin jung won (El viejo jardín).JESÚS URIARTE
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