Los incumplimientos del G-8

Los países ricos dan la espalda a África

El G-8 ha olvidado las promesas de ayuda al continente asumidas con pompa hace un año

África sigue de moda entre los políticos. Después de un año 2005 de publicidad excepcional, el primer ministro británico, Tony Blair, y los tres mosqueteros -el ministro del Tesoro, Gordon Brown, y los cantantes irlandeses Bob Geldof y Bono- admiten ahora, a pocos días de la nueva cumbre del G-8 en San Petersburgo, que "convertir la pobreza en historia", era algo más que convocar conciertos multitudinarios de rock en todo el mundo y llevar al club de los países ricos o G-8 (EE UU, Alemania, Japón, Reino Unido, Francia, Italia, Canadá y Rusia) a lanzar grandes promesas en la cumbre de Gl...

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África sigue de moda entre los políticos. Después de un año 2005 de publicidad excepcional, el primer ministro británico, Tony Blair, y los tres mosqueteros -el ministro del Tesoro, Gordon Brown, y los cantantes irlandeses Bob Geldof y Bono- admiten ahora, a pocos días de la nueva cumbre del G-8 en San Petersburgo, que "convertir la pobreza en historia", era algo más que convocar conciertos multitudinarios de rock en todo el mundo y llevar al club de los países ricos o G-8 (EE UU, Alemania, Japón, Reino Unido, Francia, Italia, Canadá y Rusia) a lanzar grandes promesas en la cumbre de Gleneagles (Escocia). Vladímir Putin, el anfitrión del G-8 en 2006, ha colocado en la agenda los temas de educación, salud y África, pero sólo por rutina. El interés de los organizadores rusos va por otro lado: la energía. Y las más importantes promesas del año pasado han quedado en el olvido.

Zambia invertirá en salud lo ahorrado en intereses, pero apenas tiene médicos
La mayoría de países ha contabilizado el perdón de la deuda como si fuera ayuda
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"Estoy encantado de visitar Etiopía, una de las civilizaciones más antiguas del mundo", declaró el pasado lunes Paul Wolfowitz, presidente del Banco Mundial. "Este fin de semana, los líderes de los países más ricos del mundo se reunirán para la cumbre del G-8; intentaré llevar un mensaje claro: debemos cumplir las promesas hechas el pasado año", añadió.

Wolfowitz sigue los pasos de Rodrigo Rato, director gerente del Fondo Monetario Internacional, quien viaja a menudo por África. "Estoy encantado de visitar Zambia... Hemos apoyado desde hace tiempo el perdón de la deuda de nuestros miembros más pobres. Zambia ha mantenido una estrategia macroeconómica estable, buena gestión del sector público y crecimiento sano", declaró el 16 de marzo pasado en Lusaka.

Zambia es uno de los 15 países africanos (Benin, Burkina Faso, Etiopía, Ghana, Mali, Mozambique, Níger, Ruanda, Senegal, Tanzania, Uganda, Mauritania, Camerún y Madagascar) que forman parte de los 20 países más pobres del mundo (con Bolivia, Honduras, Guyana, Nicaragua y Tayikistán) a los que el G-8 resolvió perdonar su deuda de 40.000 millones de dólares. Este plan, con retrasos, protagonizados por el Banco Mundial, va cumpliéndose, pero no era la parte fundamental.

El 65% de los habitantes de Zambia vive con ingresos menores a un dólar diario. Mal podía Zambia devolver los 4.000 millones de dólares que debía. Era, pues, una deuda impagable. Pocos días después de la visita de Rato, el Gobierno de Zambia anunció que va a invertir el dinero que teóricamente debía destinar al pago de intereses de la deuda en un servicio de salud. Pero Zambia tiene sólo un médico por cada 14.000 habitantes.

El ejemplo arroja luz sobre las limitaciones de todo el programa. Este país ha accedido al perdón de su deuda precisamente por cumplir con el programa en los términos planteados por el FMI. La actividad económica ha experimentado una recuperación importante. Como parte de la nueva política, el Gobierno ha abierto los mercados. Y la industria textil, que producía 3.500 toneladas de prendas de vestir cada año, ahora, con las importaciones, saca de sus talleres no más de 500 toneladas.

Con todo, la cancelación de la deuda impagable de los países más pobres era sólo una de las promesas asumidas por el G-8 en Gleneagles. La más espectacular, porque permitiría alcanzar la mitad de los Objetivos del Milenio de Naciones Unidas, era el aumento de la ayuda al desarrollo. El compromiso era incrementarla en 50.000 millones de dólares anuales hacia 2010.

Según un estudio de la ONG Oxfam, sobre la base de datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico y el FMI, las cifras de 2005 son muy decepcionantes. En apariencia, la ayuda ha registrado un incremento de 21.000 millones de dólares, un 37% más. "Pero esta subida no resiste un análisis más preciso. La mayor parte del aumento, casi un 80%, procede de incluir en las cifras de ayuda la cancelación de deudas acordadas con un país africano -Nigeria- e Irak", apunta el citado informe.

Si, en efecto, se deduce esa cantidad, el incremento de 2005 sobre 2004 se queda en apenas 5.000 millones de dólares. A este ritmo, el objetivo de Gleneagles para 2010 va camino de ser incumplido estrepitosamente desde el primer año, un hecho que la contabilidad creativa no logra ocultar. "Una cosa es la cancelación de la deuda y otra la ayuda. Y esto se verá en 2007 cuando el efecto de las cancelaciones de deuda ya no podrá ser contabilizado", señala Oxfam.

El ejemplo de Nigeria arroja luz sobre otra de las sombras del plan. Aunque la mitad de la población vive con menos de un dólar al día, sus ingresos por petróleo llevaron a apartar el país del programa de condonación de deuda. Nigeria aceptó pagar 12.400 millones de dólares de su deuda, la tercera parte a Reino Unido. A cambio, los británicos cancelaron en cantidad parecida la deuda nigeriana.

Uno de los grandes obstáculos que la cancelación de la deuda busca superar es la creación de un ambiente propicio y seguro para la inversión extranjera en los países más pobres, aunque ricos en recursos naturales. La inversión extranjera directa en África roza los 18.000 millones de dólares anuales o un 3% de la inversión mundial o 20 dólares por habitante de África -la mayor parte, orientada hacia el petróleo-, contra 46 dólares que se invierten en China.

El presidente del Banco Mundial, Paul Wolfowitz conversa con dos mujeres en Abuja (Nigeria).AP

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