Editorial:

Braun echa el cierre

La multinacional estadounidense Procter & Gamble cierra la única fábrica de Braun en España, lo que acaba con más de 40 años de producción de pequeños electrodomésticos en la población barcelonesa de Esplugues de Llobregat y lleva al paro a cerca de 800 personas. Muchas son mujeres de más de 40 años, de difícil reinserción laboral. Los embates de la deslocalización golpean más a Cataluña porque es la tradicional locomotora industrial de España, y ésta es una crisis industrial. Más de 4.000 trabajadores han perdido su empleo desde 2003 en cierres de fábricas como Panasonic, Philips, Lear, Valeo...

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La multinacional estadounidense Procter & Gamble cierra la única fábrica de Braun en España, lo que acaba con más de 40 años de producción de pequeños electrodomésticos en la población barcelonesa de Esplugues de Llobregat y lleva al paro a cerca de 800 personas. Muchas son mujeres de más de 40 años, de difícil reinserción laboral. Los embates de la deslocalización golpean más a Cataluña porque es la tradicional locomotora industrial de España, y ésta es una crisis industrial. Más de 4.000 trabajadores han perdido su empleo desde 2003 en cierres de fábricas como Panasonic, Philips, Lear, Valeo, Samsung o Levi's: si radican en pequeños pueblos la deslocalización los desertiza, al afectar a familias enteras. Casi siempre, estas empresas optaron por irse a países con menores costes laborales. Braun se traslada a China y Europa del Este, pero ha cerrado los últimos años con beneficios: está claro que las perspectivas de declive pesan más que la responsabilidad social.

La deslocalización no es un fenómeno nuevo. Desde la revolución industrial, la dinámica de la innovación marca el ciclo de vida de los productos y los sectores en una economía moderna. La teoría de la ventaja competitiva sigue vigente: España se benefició hace 40 años de la construcción de la fábrica de Braun también por sus bajos costes laborales, que ahora benefician a Asia y Europa del Este. Las respuestas puramente proteccionistas no son a la larga sostenibles. Experiencias de economías como EE UU, de costes elevados pero con empresas muy dinámicas e innovadoras, demuestran que la deslocalización no es inevitable si los mayores costes laborales se compensan con productos tecnológicamente superiores, mayor eficiencia en la logística y en las infraestructuras, inversión en investigación, desarrollo e innovación y, en suma, una productividad mayor. Y es que el factor clave para atraer inversiones (o mantenerlas) no es comparar salarios, sino la posición relativa en costes laborales y productividad. O sea, una política industrial que gestione las crisis pero anticipe las alternativas del futuro.

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